A 30 años de la recuperación democrática

Actualidad

Por primera vez en su historia, Argentina cumple 30 años ininterrumpidos de gobiernos democráticos. La democracia se ha consolidado como opción política de los argentinos y ha logrado indudables avances en materia institucional. Aún así, hay materias pendientes.

El principal logro de estas tres décadas en democracia en la Argentina es el hecho de que la sociedad y los distintos actores políticos hayan logrado sostener y consolidar este avance institucional, tras las dictaduras que se sucedieron a lo largo del siglo XX y después de haber superado, en 1983, el capítulo más trágico y sangriento de su historia. La aparente obviedad de este hecho no debería desdibujar la trascendencia de la conmemoración, y los motivos que hacen de este aniversario una auténtica celebración colectiva.

La recuperación democrática fue sin duda un hito institucional e histórico. Partiendo de esa base, es posible analizar los avances obtenidos por los distintos gobiernos elegidos por el voto popular, y también las dificultades que aún exigen respuestas a los políticos de los distintos partidos en juego. Siempre con la conciencia clara, ya consolidada socialmente, de que nada es posible por fuera del esquema de representación electoral. 

Los treinta años de la recuperación democrática motivan la emoción, tanto de aquellos a quienes les tocó vivir en carne propia el sangriento período de la última dictadura cívico militar, como de los jóvenes que crecieron con conciencia del baño de sangre que ésta había significado: treinta mil desaparecidos fue el costo inconcebible de la represión encarnizada con que el Terrorismo de Estado pretendió sofocar a los militantes opositores al régimen.

En materia económica, la dictadura también supuso un retroceso que costaría años revertir: implantó un modelo económico neoliberal, de libre mercado y apertura extrema a la entrada de capitales extranjeros, que apuntaba a desregular la argentina y achicar el Estado, sintetizado en la nefasta consigna “achicar el Estado para agrandar la Nación”.

El gobierno de Néstor Kirchner, primero, y el de Cristina Fernández, después, concretaron un arduo trabajo para desarmar el andamiaje neoliberal heredado. Después de mucho esfuerzo, a partir del 2003 la Argentina comenzó a superar la dinámica del libre mercado que instaló Martínez de Hoz, e inició un camino inverso que apunta a  recomponer el rol del Estado e implementar políticas públicas en la administración de los recursos nacionales, la protección del mercado interno y evitar la entrada de los especulativos capitales golondrina.

En octubre del 83’, la recuperación democrática produjo, primero, una nítida sensación de alivio, para dar lugar poco después a la expresión de las voces hasta entonces silenciadas. El pueblo recuperaba al mismo tiempo la dignidad y la calle: inolvidables para quienes lo vivieron, fueron aquellas las postales coloridas del pueblo votando en paz y festejando un retorno esperado.


No era para menos: se volvían a respirar aires de libertad, tras la opresión y las muertes; se volvía a percibir un clima de tolerancia y de respeto más allá de los disensos, y se paladeaba con algarabía, la recuperación de la libertad mancillada durante años.

Algunos se ilusionaban con transformaciones profundas, otros preferían la cautela después de los numerosos tropezones y algunos menos  barruntaban su bronca en medio de la celebración cívica que se potenció tras el bochorno de Malvinas y la reactivación de la Multipartidaria. Lo cierto es que la conquista que había significado el pasaje a la nueva etapa permitía empezar a soñar y trabajar por un país más equitativo que apostara al crecimiento, en los planos más diversos. La dictadura, encarnada en las cúpulas militares y los grupos económicos y políticos que la sostenían, habían pasado a retiro forzoso, se abría un nuevo horizonte.

 

El 30 de octubre de aquel año, millones de ciudadanos entraron al cuarto oscuro para votar por primera vez, y empezó otra película. Frente a las escuelas de todo el país se veían largas filas de hombres y mujeres en silencio, a la policía colaborando y orientando a los votantes para leer padrones o encontrar su mesa correspondiente. Ese día se veía gente llorando de emoción, de felicidad y de dolor. La democracia, otra vez, nada menos.

Treinta años después, los balances y las miradas retrospectivas, arrojan conclusiones diversas: los políticos y los ciudadanos analizan y expresan en las urnas, en los medios y en las calles su parecer sobre los avances conquistados, las contradicciones y tensiones latentes, los sin sabores que todavía afectan a millones. La democracia puede ser pensada como una imponente casa en construcción: ya no es solo un bosquejo, hay terreno ganado, aunque todavía reste mucho por hacer. La democracia siempre tiene sentido en sí misma, y treinta años después, hay motivos para celebrar a lo grande.

 

Testimonios

 

Revista Cabal consultó a personalidades vinculadas al campo de la cultura y la política, que aportaron su visión sobre el tema.

Luis Scafati, dibujante, artista plástico
“Para quienes no nos cocemos al primer hervor, decir “treinta años de democracia” es decir un milagro. Porque mi generación vivió los llamados “golpes de estado” casi como parte del acontecer político. Es probable que esta sea la causa que mueve a ciertos “nostálgicos” a hacerse eco del constante tronar de clarines que desde los medios hegemónicos, intentan con mentiras, desestabilizar al gobierno, echar por tierra lo conquistado. Mucha gente que golpea la cacerola ignora que están golpeando con furor su futuro, el de sus hijos y nietos. Si el mejor argumento que tienen es golpear cacerolas, quiere decir que carecen de razones valederas que podrían dirimirse en una discusión política. Pero esto es también parte del aprendizaje, el lento y duro aprendizaje de crecer como pueblo.”

Elsa Osorio, escritora.
“Hay un eco de sonidos grabados con fuego en mi memoria, escandiendo infancia, adolescencia y juventud: Comunicado Nº 1,  marcha  militar, declaración del Estado de Sitio. Imposible recordar cuándo los escuché, estaría comiendo la papilla, saltando a la soga, o jugando a la rayuela,  seguramente no entendería lo que quería decir. Recuerdo muy vagamente que la reacción de mi madre era salir a comprar comida, como si una guerra se hubiera declarado, y esa sombra grave opacando la expresión siempre clara de mi padre. Lo que sí recuerdo con nitidez fue la última vez que escuché esa cadena de sonidos, el comunicado número 1 del Estado Mayor Conjunto anunciando la que iba a ser la más sangrienta de las dictaduras, esa marcha repugnante que tuvo un efecto inmediato en mi cuerpo: una aguja oxidada clavándose y clavándose: el miedo . Treinta años que no se escucha: cientos de  genocidas procesados y condenados, 109 nietos encontrados, opiniones y posturas lo más diversas y nadie secuestrado, ni torturado, ni desaparecido por ello, jóvenes y no tan jóvenes expresándose en manifestaciones populares,  ni balas, ni gases. Treinta años sin comunicados número tal, ni marchita, ni estado de sitio.  Treinta años sin miedo. Treinta años que es como decir nunca más.”

Daniel Tognetti, periodista y conductor.
“1983. Primer año de la secundaria en el Colegio Nacional Numero 17  en el barrio porteño de Caballito. Todo lo bueno estaba por venir, nada malo podía suceder después de una noche oscura.  Recuerdo esos años como los años felices: el primer metejón en política (la renovación del peronismo para ser más preciso);  el mejor rock: ir a ver a Sumo a Obras y a los Redondos al ParaKultural,  esperar ansioso los discos de Soda; en suma: adolescencia, ese estado es lo más parecido a la inmortalidad. Había llegado la primavera. Después volvieron los chubascos, pero no estamos acá para recordar eso. Salud.”

Juan Carlos Kreimer, editor y escritor.
“Como a la libertad, la sentimos cuando no la tenemos. Y cuando se mantiene a base de elecciones, creemos que ya está, que solo se trata de la posibilidad de votar cada dos años para renovar autoridades. Y cuando alguien cuestiona a éstas, éstas dicen que las están atacando. Porque dentro de la hipocresía que domina nuestras vidas, ese poder para representarnos en las cuestiones que nos conciernen a todos,  la mayoría de las veces se desplazan hacia el autoritarismo, es decir, al olvido de las voluntades de los otros en nombre de una mayoría que en determinado momento les dio el voto. Entonces la palabra democracia tiene más fuerza que su sentido. Lo mejor que podemos hacer por ella al recordar los 30 años de su retorno es dejar de nombrarla y empezar a practicarla a escala individual: ¿Somos democráticos en nuestra familia, en nuestros grupos laborales, urbanos? ¿Quién es el otro? ¿Qué es lo común? ¿Cómo hacer para que no sea un muro de defensa sino algo que nos acerque? Las elecciones empiezan en la urna de cada uno, a diario, donde sea y ante todo aquel con quien debamos compartir. Es cierto, costó muchas vidas recuperarla. Y mantenerla viva. Lo que nos pide ahora es que la desacralicemos como puerto de llegada y empecemos a considerarla punto de partida. Todavía tenemos esa libertad.”

Ernesto Mallo, escritor.
“So pretexto de combatir una subversión que ellos mismos inventaron, los militares argentinos eliminaron a 30.000 personas. Si cada una de ellas se relaciona con otras 100, hay 3 millones de personas afectadas directamente por los asesinatos. Llama la atención que, salvo una trompada espontánea y sin consecuencias que ligó Astíz por la calle, ninguno de ellos haya sufrido alguna clase de atentado, sobre todo si tenemos en cuenta que la política y la justicia los apañaron durante unos 20 años. 30 años después, el mundo se va librando de los dictadores, los torturadores, los secuestradores y los desaparecedores del Abceso de Reorganización Nacional. Mueren de viejos, llenos de ñañas y achaques, con la estupidez intacta. Al germen autoritario, el virus fascista que habita el organismo social argentino desde Pedro de Mendoza, con sus ciclos de latencia y activación, no le hemos encontrado la cura. Los argentinos, tan derechos y humanos como hace 30 años, regresamos con harta frecuencia al autoritarismo y la brutalidad, del mismo modo que el asesino vuelve a la escena del crimen.”

Silvina Heguy, periodista política.
“Desde el tiempo y en un primer momento, democracia me suena a primavera, a tilos florecidos en las calles de La Plata: al paso de primer a segundo año de la secundaria. De la casi inmovilidad ante los ojos de las preceptoras del colegio ante “amenazas” como no llevar medias azules, el pelo recogido y el guardapolvo bajo la rodilla a la rateada masiva a la marcha espontánea y gigantesca por la Diagonal 80 el lunes después del primer domingo electoral. La memoria íntima me lleva a esa especie de paso de la oscuridad a la luz. A 30 años y ante los recuerdos propios y la historia de todos, la democracia es mucho más que un sistema de gobierno. Tan sólo por eso merece un festejo.”

 

Los presidentes democráticos

 

• Raúl Alfonsín. El candidato por la Unión Cívica Radical resultó elegido con el 52% de los votos, superando al Partido Justicialista (peronismo) que obtuvo el 40% el 30 de octubre de 1983. El 10 de diciembre asumió el flamante gobierno democrático.
En este período se destacó la realización del juicio y condena a las Juntas Militares llevado a la práctica por la justicia civil por orden del Pte. Raúl Alfonsín, debido a las graves y masivas violaciones cometidas a los derechos humanos. Este gobierno estuvo permanentemente amenazado por sectores de las Fuerzas Armadas, lo que llevó a Alfonsín a negociar una tregua; lo que trajo aparejadas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Alfonsín también estuvo jaqueado por los sindicatos peronistas que no le dieron respiro y por los graves problemas económicos que se expresaron en una tasa de inflación de 343% para el año 1988 y el estallido de un proceso hiperinflacionario a partir de febrero de 1989 superior al 3000% anual. En esas condiciones se realizan las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989, en las que triunfa el candidato opositor, el peronista Carlos Menem, con un 51% de los votos.

• Carlos Saúl Menem gobernó Argentina entre 1989 y 1999. Su primer mandato comenzó en 1989 tras vencer por casi 15 puntos porcentuales (47,2% a 32,4%) al radical Eduardo Angeloz y recibió el gobierno el 8 de julio de 1989, tomando el control de un país descontrolado que atravesaba una grave crisis económica e hiperinflacionaria luego del mandato de Raúl Alfonsín.
   Menem sancionó la Ley de Convertibilidad, impulsada por su ministro de economía Domingo Cavallo. Además, privatizó numerosas empresas, abrió el comercio y puso en marcha el Mercosur. En 1995, luego de la reforma constitucional de 1994, se impuso nuevamente en elecciones presidenciales acompañado por Carlos Ruckauf venciendo por 20 puntos porcentuales al candidato del FREPASO, José Octavio Bordón.
Fue emblema de las privatizaciones  y la entrega de las riquezas del país a las multinacionales, y la quiebra del aparato productivo y de las pymes.
El segundo gobierno de Menem (1995-1999) estuvo caracterizado por el aumento de los indicadores negativos, como el desempleo, la pobreza y el trabajo precario no registrado. Además la deuda externa aumentó en casi 82.000 millones de dólares.

* Fernando de la Rúa De las filas de la Alianza salió la fórmula Fernando de la Rúa- Chacho Álvarez, ganadora de la elección presidencial celebrada el 24 de octubre de 1999 con el 48.5 % de los votos, y una ventaja de 10.5 % sobre el oficialista Eduardo Duhalde.
La situación argentina en materia económica y social era muy delicada: una desocupación que ya superaba holgadamente el 15 % y que subía implacablemente, inseguridad en las calles, desconfianza de parte de los mercados financieros internacionales y una voluminosa deuda externa eran algunos de los principales temas urgentes a tratar en la agenda del gobierno.
A partir de febrero de 2001 grandes flujos de fondos empezaron a abandonar el país. En una sorprendente decisión, el gobierno nombró como Ministro de Economía a Domingo Cavallo, hasta entonces identificado por la opinión pública como un símbolo del gobierno de Menem. El 1 de diciembre de 2001, Cavallo toma la decisión de imponer el “corralito”,  mediante la prohibición de extraer dinero en efectivo depositado en bancos públicos y privados. Luego sobrevendría la crisis de los saqueos y la renuncia del gobierno aliancista.

• Eduardo Duhalde y más
Tras la salida de De la Rúa, asume la presidencia de la Nación en forma interina el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta. El día 23 de diciembre se reúne la Asamblea Legislativa, que nombra como presidente provisional de la Nación al hasta entonces gobernador de la provincia de San Luis por el Partido Justicialista, Adolfo Rodríguez Saá, quien declara el default y renunciaría poco después.
Asume la presidencia en forma interina el hasta entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño. El Partido Justicialista propone a Eduardo Duhalde como presidente provisional.

• Néstor Kirchner
El 27 de abril de 2003 se realizó la primera vuelta de elecciones para elegir presidente: cinco candidatos reunieron la mayoría de los votos: Carlos Menem (24%), Néstor Kirchner (22%), Ricardo López Murphy (16%), Adolfo Rodríguez Saá (14%) y Elisa Carrió (14%).
Carlos Menem, el candidato triunfante por mayoría relativa en la primera vuelta, no se presentó a la segunda vuelta y por lo tanto resultó elegido el presidente Néstor Kirchner, quien asumió su mandato el 25 de mayo de 2003.
Kirchner llevó adelante una fuerte política de intervención estatal en la economía y realizó una activa promoción de los Derechos Humanos, incorporando a su gobierno a reconocidos integrantes de organismo de Derechos Humanos. Durante su gestión, la economía registró años consecutivos de crecimiento a tasas chinas, lo cual se tradujo en una sensible mejora de los indicadores sociales. Se impulsó el rol del Estado como regulador de la economía, y se comenzó el largo camino para alcanzar una distribución equitativa de la riqueza.

• Cristina Fernández de Kirchner
El 10 de diciembre de 2007 asumió la presidencia Cristina Fernández, que en los primeros días de su mandato continuó los lineamientos generales del gobierno de su esposo y con el tiempo fue dándole a su gobierno su propia impronta. Fue reelecta en octubre el 2011 con más del 53% de los votos.