Hijos de padres separados: cómo tratar el tema y acompañar a los chicos

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Las separaciones y los divorcios son en sí mismos eventos dolorosos y estresantes, pero los hijos suelen ser quienes lo manifiestan de manera más abierta -muchas veces mediante síntomas- su tristeza y malestar. ¿Cómo comunicar una separación, cuáles son las señales que hay que atender y qué hacer cuando aparecen las nuevas parejas de los padres y sus hijos? Las indicaciones del psicoanalista Hugo Failla, especialista en Niños y Adolescentes de una prestigiosa institución.

Entre los eventos importantes que marcan el desarrollo de un chico, la separación de los padres puede ser uno de los más estresantes y, en algunos casos, también generar consecuencias indeseables.  Si para los adultos, la disolución de la pareja es de por sí dolorosa es entendible que el niño, que muchas veces no cuenta con los recursos emocionales necesarios para rearmarse por su cuenta, se sienta desamparado, estresado o confundido respecto de los sentidos y las consecuencias que este hecho tendrá en su vida.

Cuando a la incertidumbre se suman, además, situaciones de violencia o desacuerdos entre ambas partes -en relación a cuestiones económicas, convivencia con los hijos, régimen de visitas etc., hay altas probabilidades de que los chicos se sientan aún más vulnerables y expresen el temor o el malestar de distintas formas. Por eso es importante que los padres se manejen con prudencia, e incluso consulten a un profesional, si creen que precisan un consejo.

  Ante una separación o un divorcio, los chicos pueden sentir que se altera, e incluso se quiebra, la sensación de confianza, contención y continuidad a la que, en casos ideales, se asociaba a la familia. Esa sensación puede afectarlos, por lo que es imprescindible cuidar el modo en que se les informa lo que pasa, y el "clima" en que se desarrollan los primeros acuerdos.
La opinión que cada uno de los integrantes de la pareja de adultos expresa frente a los hijos respecto del otro, también marcará posteriormente la percepción que los hijos tienen de sus padres y en este sentido es muy importante tener presente que, si bien la pareja puede desarmarse, el vínculo con los hijos es indisoluble y la responsabilidad para con ellos es intransferible.

“Una separación implica una pérdida, y toda pérdida es procesada como duelo, tanto por los niños como por los adultos. Ante un divorcio se pierde la unidad del hogar, la convivencia cotidiana, el misterio del cuarto de los padres, la pareja conyugal, es entonces que aparece el duelo como trabajo psíquico que transforma una pérdida en un recuerdo. Los chicos necesitan tiempo para procesar la situación y pueden aparecer síntomas que se asemejen bastante a lo que comúnmente la gente llama depresión. Esto está dentro de lo esperable”, explica el Dr. Hugo Failla, Psicoanalista especializado en Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA).

  Los síntomas pueden ser muy variados, dependen también de la edad y revelan el sufrimiento emocional al que los menores están intentando hacer frente. “Los niños mayores pueden manifestar tristeza, desgano, pérdida de la capacidad para experimentar placer e insomnio”, detalla Failla a Revista Cabal. “En los más pequeños es diferente, aparecen los llamados ‘equivalentes depresivos’: rebaja del rendimiento escolar, puede haber alteraciones de conducta, aislamiento social, aparición de rituales, por citar algunos elementos. Culpa y depresión son reacciones frecuentes.”
Las reacciones inesperadas, como los temores probablemente infundados –el más común es el temor a perder a los seres queridos o a que alguno de los padres deje de quererlo como antes de la separación-  pueden manifestarse incluso mucho tiempo después de la separación. Hay chicos que se niegan a ir a la escuela, otros que expresan su angustia con berrinches o caprichos, y también están los que desarrollan fobias – a la oscuridad, por ejemplo- y otros síntomas de ansiedad, o modifican su conducta.

También en esos casos, la paciencia y la prudencia son fundamentales. 
“En una separación, los padres deben comprender y tolerar la aparición de síntomas depresivos como parte de un duelo normal.  Deben dar margen a los hijos, ya que los duelos requieren tiempo de elaboración. La culpa que los padres pueden fantasear tener o temer haber dañado a los niños con la separación, puede a su vez generar una sobrecompensación, que se manifiesta negando la responsabilidad y la tristeza de ellos, o mediante la búsqueda de promotores de alegría: regalos, viajes, salidas, pijamadas, clima artificial de felicidad. Conviene tener presente que la tristeza no es sinónimo de patología: es un sentimiento esperable y debe respetarse.”
También pueden aparecer conflictos de lealtad, de parte del niño y respecto de sus padres. Es frecuente que los hijos sientan más compasión por el padre/madre ausente y hay quienes culpan al progenitor custodio por el hecho de que el otro haya tenido que mudarse. Esto puede generar conductas agresivas o episodios que al progenitor a cargo le cueste manejar. Es frecuente incluso que se enojen con ambos padres. Tanto en estos casos como cuando aparecen síntomas llamativos o preocupantes –fobias, manifestaciones depresivas, conductas adictivas o muy agresivas- conviene consultar a un profesional, para alivianar el sufrimiento emocional del chico, a través de una terapia o de algunas consultas que puedan descomprimir la situación.

Además, el pediatra debe ser consultado si aparecen señales de alerta: es quien puede “tomarle el pulso” a la situación, hablar con el chico por fuera del entorno más íntimo, para ver cómo se siente y en caso de ser necesario dar alguna indicación o consejo para atravesar este proceso de la mejor manera posible.

Los púberes y adolescentes –de entre 13 y 21 años- también pueden exteriorizar el sentimiento de pérdida o la sensación de vacío que puede provocar la separación de los padres mediante síntomas como: dificultades de concentración, baja autoestima, fatiga crónica, desgano, pérdida de interés, incluso consumos peligrosos o depresión severa. En casos en que se vuelvan peligrosos para terceros o puedan infligirse algún daño es indispensable consultar a un psiquiatra o terapeuta con experiencia.
¿Es posible anticiparse para amortiguar los efectos indeseables, una vez que la separación se haya consumado, o la decisión esté tomada? El profesional advierte que lo importante en este sentido será comunicar a los hijos la situación de la manera más cuidadosa posible, y esperar a que pueda, de a poco, puedan ellos ir adaptándose a su nueva realidad. “También en este sentido es importante que los padres puedan discriminar entre pareja conyugal y pareja de padres”, dice el especialista. “En estos mismos términos podrán comunicar a los hijos la separación, que es la separación como esposos, y comunicar que el vínculo como padres es indisoluble y persistirá. Lamentablemente, es frecuente que estos dos niveles se confundan y que los niños sean utilizados como aliados en las contiendas conyugales mal resueltas. Los chicos también pueden ser depositarios de los aspectos indeseables de algunos de los padres y acreedores del desprecio de uno de ellos; o directamente ser utilizados como reemplazo conyugal.”

Familias ensambladas y nuevas parejas
Con el paso del tiempo, la madre o el padre separados puede sentir deseos o necesidad de “rehacer su vida”, formando pareja con otra persona. Es ahí cuando surgen nuevas problemáticas, que no siempre resultan cómodas. El chico puede resistirse a integrar a la nueva pareja o los hijos/as de la nueva pareja pueden a su vez manifestar su incomodidad. Tanto para unos como para otros, las nuevas figuras que vienen a “ocupar el lugar” de alguno de los progenitores puede reactivar emociones dolorosas, que se manifiestan con bronca, indiferencia, e incluso agresiones hacia quien acompaña ahora al padre o la madre.

La primera cuestión que se plantean los padres es cómo transmitir a los chicos que uno de ellos ha iniciado una nueva relación.  Otra, es la que debe encarar el adulto que inicia una relación con los hijos de su nueva pareja. En ambos casos, lo aconsejable es encarar la comunicación con serenidad y permitiéndoles a los chicos generar nuevos vínculos con las nuevas parejas de sus padres y, a los hijos de las nuevas parejas, con el adulto que se integra a su familia.

“En este sentido también conviene respetar los tiempos de elaboración de los niños, esto es lo fundamental”, subraya el profesional. “Está socialmente aceptado que los duelos duran como mínimo un año, período en el cual hay fechas más significativas en donde la ausencia queda más en evidencia -cumpleaños, aniversarios, fiestas de fin de año, etc.-. Dure el duelo más o menos que eso, la presencia de una nueva pareja en el vínculo con los hijos inevitablemente generará recelo, despecho y hostilidad; es normal que eso ocurra. Sobrepasar esta primera reacción dependerá de los padres, no de los niños. Un padre sin culpa que rearma su vida conyugal con una nueva pareja es un padre vital, creativo, que es ejemplo y esperanza. Por lo contrario, si el padre presenta a su pareja buscando la aprobación de los hijos para continuar, lo hace desde la culpa y los coloca en el lugar de jueces, les estará dando un protagonismo que confunde y a la larga enferma.”

¿Atravesaste una experiencia de separación y sos padre/madre? ¿Qué consejo compartirías con quienes están ahora en esa misma situación?