Horacio Vogelfang, médico de corazón

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Médico Cirujano Cardiovascular Infantil y Jefe del Servicio de Trasplante Cardíaco Infantil del Hospital Garrahan, creó el primer programa permanente de trasplante cardíaco infantil en un hospital público. Así demostró que la alta complejidad y la tecnología de punta pueden (y deben) ser practicadas y utilizadas en la salud pública, poniéndolas al alcance de todos los niños cualquiera sea su origen social. 

La vocación se descubre, no se elige, y Horacio Vogelfang siempre supo que quería ser médico. Nacido en La Paternal, ya de muy chico soñaba con salvar la vida a otros. “Probablemente experiencias traumáticas infantiles  -polio antes de  los 4 años- hayan obrado como disparador para la búsqueda de compensaciones más o menos mágicas,  pero lo que si fue un descubrimiento día a día fue la inclinación por la cirugía infantil y dentro de ella la cardíaca”, cuenta él  a Revista Cabal. “Era tal vez el máximo desafío que yo podía encarar: cirugías muy largas y complejas, en las que siempre se pondría en juego la vida como resultado, y ya no sólo la mejoría de tal o cual síntoma. Creo que la vocación, en mi caso, es una respuesta a la búsqueda de desafíos que aparecen como casi inalcanzables y la gratificación que conlleva el poder cumplirlos.”


Vogelfang hizo todos sus estudios en escuelas públicas, estudió Medicina en la UBA -se recibió en el año 1976-  y posteriormente se especializó: a partir de 1977 realizó la residencia y especialización en Cirugía Cardiovascular Infantil en los Servicios de la especialidad del Hospital de Niños de Buenos Aires y del Departamento de Pediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires. Luego completó su formación con rotaciones por diversos Servicios de Cirugía Cardiovascular Infantil del mundo, entre ellos: Boston (EEUU); Toronto y Saskatchewan (Canadá), Londres (Reino Unido), Amsterdam (Holanda) y París (Francia).


El conocimiento en la materia y la necesidad de aportar a esta causa, llevaron al médico a crear un programa específico que contemplara las distintas instancias y etapas que permitiera salvar las vidas de estos chicos. En 1996 inauguró el Banco de Homoinjertos (arterias y válvulas del corazón criopreservadas) del Hospital Garrahan, y en octubre de 2000 realizó el primer trasplante cardíaco en el mismo hospital, a una niña de 9 años, de Bahía Blanca. Ese fue el primer trasplante del programa.


En enero del 2004, un nuevo y complejo desafío se interpuso en el camino. El caso marcaría un antes y un después en la historia del equipo: Abril –ese es el nombre de la paciente, que hoy tiene ya 10 años-, abriría un camino hasta ese momento nunca recorrido fuera de Canadá y los EEUU. “Surgió la necesidad de hacer un trasplante de corazón con órgano incompatible (las condiciones del corazón en cuanto a compatibilidad sanguínea, peso, tamaño del órgano del donante etc. no coinciden con las que necesita el paciente a ser trasplantado)”, explicó el profesional. “Basados en un protocolo muy serio de una hematóloga canadiense, pudimos realizarlo y eso me demostró que los límites en la medicina no pueden estar marcados por el temor y la cobardía. Siempre que la base teórica  provenga de fuentes serias y académicamente  reconocidas se puede y se debe avanzar aun cuando el camino sea desconocido. El caso Abril también marcó un antes y un después en relación a los medios. La difusión seria y responsable de los casos emblemáticos ayuda muchísimo a la concientización por la donación de órganos. Transparenta la actividad. La limpia de fantasmas y mitos.”


La falta de donantes adecuados (edad, peso, grupo sanguíneo acorde a sus necesidades) es en estos casos un problema serio. Y lo fue aún más hasta que -con Néstor Kirchner en la presidencia, y el entrenamiento del equipo de Vogelfang- se compró y comenzó a utilizar el corazón artificial que permite mantener con vida a decenas de chicos que esperan a su donante. En 2006, el equipo realizó la primer Asistencia con Corazón Artificial Total como puente al trasplante de corazón en un niño de 9 años. Cada año en la Argentina 7000 personas esperan un órgano para ser trasplantadas. De ellas 100 esperan un corazón y 16 son pacientes pediátricos. Hasta no hace mucho, el 40% de esos pacientes fallecía en lista de espera.


“Nuestro país se encuentra en niveles de vanguardia a nivel mundial en cuanto al trasplante de órganos. Esto en lo que a lo científico - profesional se refiere”, explica Vogelfang. “En cuanto a la disposición de la comunidad para la donación de órganos, nuestras tasas de donantes por millón de habitantes se encuentra muy lejos de la de los países que mayor número de donantes poseen, como España. Sin embargo, nuestra experiencia en el Hospital Garrahan en el uso del corazón artificial es considerada una de las más importantes y exitosas del mundo. Somos pioneros en toda América Latina en la utilización del corazón artificial como puente al trasplante. Nuestra experiencia en un hospital público es considerada ejemplar en todo el mundo”.


En relación a lo que resta por hacer, el médico apunta que “queda aún como asignatura pendiente la contención social de estos pacientes y sus familias. En lo que atañe a las condiciones de vivienda, traslados para cumplir con los controles, provisión de medicación, asistencia psicológica, trabajo digno para los padres de estos niños.  En fin, una red de cobertura estatal para paliar las consecuencias y secuelas sociales de estas familias que quedan marcadas de por vida, debería ser política de estado en salud pública.”


Las campañas a favor de la donación de órganos se concretan, pero a menudo no bastan: buena parte de la población todavía no asume la importancia de la donación.  “Todos debemos pensar que es infinitamente más probable que cualquiera de nosotros o nuestros familiares directos pueda necesitar un trasplante a que pueda ser donante. En otras palabras, es mucho más factible necesitar un órgano que poder donarlo, ¿entonces, por qué no aceptar y difundir la importancia de la donación?”, propone el médico.


En la actualidad, Horacio opera -junto al equipo que dirige- a chicos que nacen con las más diversas patologías de corazón, y los sigue en el proceso - que a menudo conlleva semanas o meses- que supone esperar un órgano compatible, para poder ser trasplantados. En esas largas esperas, casi siempre cargadas de ansiedad, temor, incertidumbre, en el mismo hospital, los médicos comparten infinidad de situaciones con sus pacientes, con quienes muchas veces establecen vínculos de profundo afecto. Eso, sumado a la experiencia, el conocimiento y la tecnología, permite el milagro de salvar vidas a diario. “Hemos podido demostrar que la alta complejidad y la tecnología de punta pueden ser practicadas y utilizadas en un hospital público, poniéndolas al alcance de todos los niños cualquiera sea su origen social”, explica él. “Eso, sumado al hecho de que hacemos de el  trabajo en equipo una sorprendente tarea cotidiana, son los logros que destaco.”