La amistad, un vínculo que hizo Historia

Actualidad

En el mes en que se celebra el Día del amigo, Revista Cabal convocó a Daniel Balmaceda, historiador, y a Darío Sztajnszrajber, filósofo, para repasar algunas de las relaciones que unieron a personalidades de la Historia y repensar la importancia de esos vínculos, que en muchos casos trascendieron el tiempo.

“Amistad, don del cielo, deleite de las grandes almas; amistad, cosa que los reyes, que tanto se distinguen por su ingratitud, no tienen la suerte de conocer”, pensó alguna vez el escritor francés Voltaire (1694-1778), admirado por la unión que entablan los hombres y los salva de una vida solitaria. A lo largo de los siglos, artistas, políticos, escritores, pensadores han mantenido vínculos amistosos que en algunos casos fueron públicos y en otros se mantuvieron al margen de las miradas indiscretas. En muchos casos, esa comunión generó, como en el caso de los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares una suerte de tercera identidad, que les permitió forjar una obra común: los escritos que firmaban con el seudónimo Bustos Domecq, que representaba cabalmente esa posibilidad de ser, juntos, otro.

Daniel Balmaceda, historiador y autor de "Romances argentinos de escritores turbulentos" (Sudamericana), apunta al respecto, consultado por Revista Cabal: “Se conocieron en casa de Victoria Ocampo y llegaron a ser grandes amigos. Mantuvieron una unión estrecha durante casi medio siglo, entre los años 20’ y los 70, y escribieron juntos durante los 50’ y 60’. Eran muy distintos en el plano externo, pero sintieron una profunda empatía el uno por el otro.”

Otra amistad histórica, aunque menos conocida, de la literatura Argentina es la que mantuvieron Horacio Quiroga y Alfonsina Storni. “Amigos de ambos dejaron trascender que el vínculo, por etapas, era más bien un romance informal, lo cierto es que se sabe que mantuvieron un vínculo sólido y sin ataduras”, explica Balmaceda. “Ella, madre soltera, él viudo, se quisieron a su modo y fueron, cada uno en su estilo, artífices de obras memorables”.

Victoria Ocampo fue íntima amiga de Virginia Bunge, con quien mantuvo correspondencia durante años. “Fueron muy apegadas desde el mismo día en que se conocieron”, señala el historiador. “Se identificaban, entre otras cosas, porque representaban modelos de mujer muy distintos a los que, a principios del siglo XX, definían a la mayoría de las mujeres de la época”.

 Entre los próceres y militares de la Historia, se conocen, entre otras, las amistades de José de San Martín y Belgrano, San Martín y Bernardo de O’Higgins y Domingo F. Sarmiento y Dalmasio Vélez Sarsfield.

San Martín y O´Higgins fueron amigos hasta que el chileno falleció en 1842. Ambos integraron la Logia Lautaro, y cruzaron Los Andes para liberar Chile -tierra donde O’Higgins cumplió un valiente papel en la batalla de Chacabuco y en la que como director Supremo ayudó a San Martín a organizar la expedición militar que sellaría la suerte de los españoles en el sur de América-. Mantuvieron una intensa correspondencia durante años y murieron los dos en el exilio, San Martín en 1850, en Francia, y O’Higgins en Lima, Perú.


En cuanto a Sarmiento y Vélez Sarsfield, que era diez años mayor que el padre de las aulas, éste “formó parte del gabinete de Ministros de Sarmiento, que a su vez se enamoró de la hija de su amigo, con quien mantuvo una relación clandestina”, apunta el historiador.
En el campo del psicoanálisis, es llamativa la relación de Sigmund Freud y Jung. Ambos se conocieron en 1907, y el afecto entre ellos no tardó en aparecer, a tal punto que uno se convirtió en la sombra del otro. Durante largo tiempo, mantuvieron una ‘relación epistolar’, sobre los asuntos que los desvelaban. Hasta que, hacia 1913, el vínculo se resquebrajó, después de que Freud se disgustara por ciertos descubrimientos de quien había sido su más fiel colaborador.
Jung entró en un pozo depresivo que lo llevó a renunciar a su puesto en la Universidad de Zúrich. En medio de la crisis que los afectaba, Freud le escribió: “Su alegato de que trato a mis seguidores como pacientes es, evidentemente, falso. Pero uno (refiriéndose a Jung), que mientras se comporta anormalmente sigue gritando que es normal, da sustento a la sospecha de que le falta asumir su enfermedad. En consecuencia, propongo que abandonemos nuestras relaciones personales enteramente”. No se hablaron más.

La Historia de la pintura también refiere a algunos amigos famosos: tal es, entre otros, el caso de Eugéne Henri Paul Gauguin y Vincent van Gogh.
Se dice que Gauguin, pintor francés posimpresionista, conoció a los holandeses Vincent y Theo van Gogh, allá por 1886 en París, y que quedó impresionado con el mayor de los hermanos. En ese marco, Vincent invitó a vivir a Gauguin a su morada en Arlés, al sur de Francia, con la idea de crear una suerte de comunidad de artistas. Juntos crearon la serie de vistas de Alyscamps y hasta se retrataron mutuamente –Gauguin pintó de perfil a van Gogh y este pintó a Gauguin de espaldas–, aunque la convivencia no prosperó.
Incluso llegó a decirse que la pérdida de la oreja de van Gogh fue producto de un altercado con Gauguin. Mito o realidad, lo cierto es que Gauguin regresó a París y solo volvió a contactarse a través de cartas con Van Gogh.

Finalmente, una amistad bien conocida, fructífera y conmovedora: la de John Lennon y Paul McCartney. "En mi vida solo he tenido dos amigos, Yoko y Paul", declaró John una vez, y era cierto. Se trató, para millones, nada menos que de la dupla creativa y complementaria de la historia. Luego del asesinato de Lennon, en 1981, McCartney escribiría 'Here Today' evocando los tiempos junto a su amigo.

 

Columna de opinión
La Amistad

Por Dario Sztajnszrajber, filósofo (exclusivo para Revista Cabal)
La pregunta por la amistad excede a la pregunta por la amistad, o mejor dicho, la reconduce a su sentido originario: siempre que hablamos de la amistad, hablamos en realidad, de nuestra relación con el otro. ¿Pero quién es el otro? O mejor, ¿qué es lo otro?
Cuando Aristóteles definía a la amistad como un vínculo con “mi otro yo”, ponía más el acento en el concepto de “yo” que en el del “otro”. Si un amigo es mi otro yo, ¿entonces toda relación de amistad es una relación conmigo mismo? Si lo importante en mi vínculo con el otro es la semejanza del otro conmigo, ¿no se disuelve toda otredad? El vínculo con el otro es antes que nada un vínculo con aquello que me excede, que no me cierra, que encaja en lo que soy, que no puedo terminar de comprender, y por eso se trata de una relación con nuestra propia diferencia. Si así no fuera, no sería otro; pero ¿no estamos siempre proyectando en el otro nuestro propio yo? Y por ello, ¿no se vuelve así la amistad algo imposible? Si me vinculo con un otro, le impongo mi yo; pero si trato de resguardar su diferencia, no me vinculo. ¿No se vuelve entonces la amistad un vínculo posible?
Jacques Derrida nos presenta en el libro Políticas de la amistad todas estas paradojas, pero sobre todo nos obliga a pensar desde la amistad, todas nuestras relaciones. Y para ello recupera una supuesta idea aristotélica que supuestamente el griego proclamó al final de una clase sobre la amistad a sus alumnos amigos: “amigos míos, la amistad no existe”. La paradoja pone en evidencia el lugar que le reservemos a toda política de la imposibilidad. Hay un ideal de la amistad que tiene más sentido en tanto nos coacciona a deconstruir no tanto nuestras miradas ingenuas, sino más bien nuestras complicidades. En nombre de la amistad solemos suprimir al otro desde un supuesto vínculo afectivo que en el fondo no hace más que servir a la expansión de nuestro yo. Pero la amistad, como el amor, es antes que nada la primacía del otro en tanto otro. De un otro tan imposible que nos ayuda a entender que el principal otro anida en nosotros mismos.

Una historia de amistad, durante la última dictadura argentina

Graciela Daleo conoció a Ana María “Loli” Ponce en la ESMA, donde antes estuvieron cautivas durante los años trágicos de la dictadura. Loli Ponce escribía a escondidas. Poemas. Algunos estaban pegados en la pared de su celda. Escribió hasta el día en que un guardia le dijo que Rubén “Delfín” Chamorro quería verla, y ella supo que le esperaba la muerte. En el sótano de la ESMA, donde “trabajaba” con Daleo tipiando informes y documentos, le pidió a su amiga que guardara sus poemas escritos en cautiverio.
Quince años después, Luis Andrés Macagno Fernández, hijo de Loli, se decidió a pedirle a su abuela que le mostrara aquellos papeles de su mamá desaparecida. “He resurgido muchas veces/ desde el fondo de las estrellas derrotadas”, se lee en uno de ellos. Y en otro: “Quiero saber cómo se ve el mundo/ me olvidé de su forma/ de su insaciable boca/ de sus destructoras manos/ me olvidé de la noche y el día/ me olvidé de las calles recorridas” (...) “y estoy, a pesar de todo esto/ a pesar de no creerlo/ estoy juntando unas palabras/ unas infieles palabras/ que me dejen recordar/ cómo podría verse el mundo”.