La integración regional

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   Cabal ha sido, desde su origen, una cooperativa con proyección regional. No solo movida por el propósito de ampliar sus servicios a un mercado mayor al nacional, que siempre es atractivo para el desarrollo de una marca. También por una inspiración ligada al deseo de contribuir, con nuestras propias características y en el ámbito de los medios de pago, a una integración en América Latina que está en la base misma de su filosofía. Porque el cooperativismo es una filosofía de la solidaridad y ese concepto se nutre con la idea de participación de todos aquellos que, de algún modo, tienen intereses comunes, como son los pueblos latinoamericanos, y con la posibilidad real, palpable, de avanzar en ese camino que Bolívar y San Martín soñaron como la Patria Grande.

   Del gran líder venezolano se cumplió el 24 de julio pasado un nuevo aniversario, el 230, de su nacimiento en 1883. Y este 6 de agosto se verificó el segundo centenario de su entrada triunfal en Caracas, después de haber derrotado a las tropas realistas en Los Taguanes primero y más tarde en Mosquiteros, oportunidad en que le fue ratificado su título de Libertador. Fue el epílogo de lo que se llamó la Campaña Admirable, pero el comienzo, la anticipación de muchas otras batallas que el prócer mantendría a lo largo de su corta y tumultuosa existencia. En muchos países de América Latina ese espíritu de unidad de Bolívar y San Martín está despierto y muchos de sus gobernantes poseen conciencia de que deben honrarlo con hechos.

    En una reciente reunión de los ministros del Área Social de los países que integran la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC),  el 23 de julio pasado en Venezuela, quedó en claro que esa voluntad existe, como lo prueban los esfuerzos por compaginar una agenda dirigida a erradicar el hambre y la pobreza del continente de aquí al 2024. Un poco antes, en junio, se había realizado también la primera reunión de ministros de países miembros del Banco del Sur a fin de acordar documentos, estatutos y políticas que permitieran el funcionamiento de la entidad financiera regional. Primer paso que, aún teniendo en cuenta las fuertes dificultades que existen para implementar una entidad así en una región con tantas asimetrías productivas y económicas, expresa esa voluntad de negociar, sin la cual es imposible proyectarse hacia los sueños de una unidad emancipadora. El compromiso está.

    Los tiempos presenten urgen, por otra parte, para que ningún tema del calendario regional pendiente se olvide o deje en situación de atraso, porque aquellos que aspiran a obstruir esta marcha de distintos países latinoamericanos hacia formas más altas y   consolidadas de colaboración no descansan. Todos los días procuran, mediante alguna nueva estrategia, mellar la fortaleza de esta decisión que tantos y tan claros empeños reúne en el continente, tantos que nunca antes –con excepción de las gestas liberadoras-  habían aparecido con esta fuerza de bloque en los dos últimos siglos. Las tentativas no se reducen solo al esfuerzo norteamericano –e incluso europeo- por resucitar acuerdos de libre comercio, como el ALCA, para sofocar por esa vía el crecimiento autónomo de la región. La crisis del capitalismo mundial es severa y, como siempre, se quiere solucionar a costa de los más débiles.

    También están las maniobras de desestabilización de gobiernos por distintas vías. EE.UU. jugó una carta muy fuerte en Venezuela y perdió en las recientes elecciones de ese país. Pero no cejará de estimular los climas de agitación o desequilibrio allí donde pueda hacerlo. Brasil es, desde hace mucho tiempo, otro objetivo dorado de quienes odian la unidad de los países de Sudamérica, porque su presencia en cualquier proyecto de conjunto de la región es fundamental. En las recientes y masivas manifestaciones de ese país surgieron reclamos para democratizar la actividad política e institucional, que contaron con la aprobación de Dilma Rousseff. La presidenta expresó su aspiración de llamar a un plebiscito que legitime la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente donde se apruebe la reforma política democratizadora. Pero los palos en la rueda de esa iniciativa, tanto dentro de la derecha, como en algunos casos del propio partido oficial, no son pocos.

    Y éste es otro dato a tener muy en cuenta: los golpes contra los procesos liberadores en América no se generan solo en conspiraciones externas o de la oposición interna. A menudo proceden del propio riñón de los movimientos encargados de democratizar la vida de cada país. Con la gestión gubernamental suelen surgir las prácticas burocráticas y el acostumbramiento a arreglar todo en reuniones de cenáculos de alto nivel, como ocurre en Brasil. Y las burocracias políticas se acostumbran al poder y, como dicen los franceses, “matan todo aquello que no pueden controlar”. No es inevitable que suceda, pero sucede con frecuencia. El mejor antídoto contra ellas, que fosilizan la vida de las sociedades, son las normas legales que instituyen la participación y el control popular.

    En un sustancioso e irónico discurso que pronunció en la reunión de Jefes de Estado de los países productos de petróleo, realizado en Moscú a fines de junio pasado –antes de que el presidente boliviano fuera secuestrado durante horas en un aeropuerto y se le negara a su avión el tránsito aéreo por Europa-, Evo Morales recordó que en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata proveniente de América. “¿Saqueo?”, se preguntó Evo y se respondió con sarcasmo: “¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron al Séptimo Mandamiento.”

    Esa codicia por la riqueza ajena –Rajoy podría reparar ahora en lo oscilante que suele ser el destino, que en estos tiempos sus viejos socios le exigen a España los tributos con que hace cinco siglos desangraron a las nuevas tierras- ha sido el motor del desarrollo del capitalismo mundial. ¿Por qué pensar que ahora ha cambiado, cuando los ejemplos de expoliación, saqueo y genocidio siguen en pie como en el comienzo de 1492? La diferencia es que si antes América, aún rebelándose, no pudo evitar su colonización, hoy, en cambio, puede hacerlo. Y el camino para hacerlo es la autonomía soberana de cada país y su integración solidaria en una sola y poderosa patria común.
     Como dijo Evo Morales al final de su discurso: “Tras el vivir y el soñar, está lo más importante: despertar.”