La música para Malvinas

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Luciano Olivera, productor general del programa Mp3 que conduce Bahiano en Canal 7, recuerda la experiencia de grabar en las Islas.

Mp3 cumplió un viejo sueño. Viajar a Malvinas y hacer un aporte para unir este territorio desde la música.  Desde hacía tiempo el equipo se venía preparando de distintos modos: desde tomar clases de inglés hasta ir recolectando regalos musicales para llevarle a los latinoamericanos que viven en las islas. Las expectativas eran muchas. En el 2009 lo conseguimos.
Luego de pasar la primera noche en Chile, llegamos a las Islas. El primer entrevistado fue  Martin, un músico que conocimos en Glove Tabern. El muchacho nació en Santa Helena (la isla que se hizo famosa porque fue el lugar donde los ingleses recluyeron hasta su muerte a Napoleón Bonaparte). Frente a una típica casa malvinense, a metros del puerto, Martín se despacho a gusto con temas de Pink Floyd, algunos suyos y para terminar invitó a Bahiano a cantar juntos "Three Little Birds" del inmortal Bob Marley. Una postal muy linda de dos tipos contentos de compartir la música, más allá de los idiomas y los países. Esa noche nos trajeron la camioneta en la que nos movimos durante toda nuestra estadía en Malvinas, una Toyota 4x4 con volante a la derecha que quedó a cargo del mismo Bahiano. Todos confiamos en su experiencia jamaiquina para que nos lleve por este pueblo de tráfico al revés.

 

Tony Blake, un amigo que hicimos allí, nos llevó a sitios donde estaban emplazadas muchas trincheras argentinas en el conflicto de 1982. Es cerca de la ciudad. Según nos explicaban, todas las posiciones miraban al mar. Pero los ingleses atacaron por los costados, con lo cual la defensa fue casi inútil. En el lugar se pueden ver muchas de ellas, que no son más que pozos en la tierra, apenas protegidos por algunas telas impermeables que poco deben haber podido hacer en ese abril impiadoso. Llenos de emoción vimos zapatillas Flechas, restos de algunas cantimploras, una cocina de campaña alcanzada por la balacera, varios restos de municiones. Y muchas esquirlas de bombas. Es impactante pensar que allí hubo cientos de pibes de no más de 19 años, recibiendo las órdenes de quienes evidentemente sabían poco y nada de como atacar o defenderse. Sufriendo hambre, frío. Quedamos muy impactados. Como última ofrenda, cumplimos con un pedido que nos hizo Raúl Verón, un ex-combatiente. Nos dio un vino "patero" que hace en su casa, para que lo tomáramos en alguno de esos puestos y lo compartiéramos con la tierra en la que quedaron varios de sus compañeros. 

 

Estuvimos en Darwin. Allí está el Cementerio Argentino, donde descansan los restos de muchos de los pibes que perdieron la vida en la guerra de 1982. Está en el medio de la nada, donde se erigen un montón (demasiadas) cruces blancas.  Muchas de ellas tienen el nombre de quienes descansan allí. Otras tantas llevan una leyenda sobrecogedora "Soldado argentino solo conocido por Dios”. Fuimos allí y dejamos nuestras ofrendas musicales de ex combatientes, de Darío Volonté y obviamente del propio Bahiano. Nos fuimos con el corazón palpitando por la emoción. Fueron tantos pibes los que murieron acá por ese intento de perpetuarse en el poder de un borracho y su banda de asesinos. Más allá de quien fueron, son y serán las Malvinas, esas cruces no deberían estar ahí. Tenían mucha vida por delante, madres, padres, hermanos, algunos seguramente hijos. Queridos pibes de Malvinas, los recordaremos para siempre. Esa lágrima que rodó cuando llegamos a Darwin, es lo más auténtico que tuvimos para dejarles. En nombre de MP3 y de todo un pueblo que los quiere.

 

Antes de volvernos hicimos algunas notas más. Una con la mujer del bajista de los Fighting´s (ella es la dueña de la única casa que vende instrumentos musicales en la isla). Otra con dos chicos chilenos que bailan cueca.  El balance fue muy positivo. Finalmente hay que recordar una cosa: en las Islas viven dos mil personas. Lo mismo que en una manzana de Palermo, en Capital Federal. En esa proporción de gente, encontramos mucha más música de la que pensábamos. La música no tiene fronteras. Más comprobado, imposible.