La Navidad de la calle

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¿Qué sucede en la Nochebuena con las personas que no tienen un techo, ni seres queridos, que nada pueden comprar? La Fundación Sí organiza salidas de voluntarios para celebrar las fiestas junto a ellos. 

“Al principio en mi familia me decían que no puede ser, qué cómo voy a pasar las fiestas con gente de la calle y no con ellos, que soy una rebelde. Pero hoy ya se transformó en una tradición: hace cinco años que la noche del 24 comparto la cena con quienes duermen a la intemperie. Y al día siguiente visito a mi familia. Digamos que le encontré otra vuelta a las fiestas”, dice María de Jesús Espil, quien como parte de la Fundación Sí integra el populoso grupo de personas que eligen que la Navidad o la noche del 31 no sea una celebración familiar ni con amigos sino una velada junto a la gente de la calle.  

Claro que no se trata de un evento aislado: desde esa organización realizan durante todo el año –de lunes a lunes- recorridas nocturnas en las que los voluntarios salen a buscar a los sin techo para ofrecerles un plato de sopa y un abrigo, pero también el inicio de un vínculo de confianza que permite profundizar en las diferentes problemáticas en la que la fundación trabaja, como inserción laboral, documentación, adicciones, inclusión escolar, jubilaciones y salud.

“Me ha tocado pasar Nochebuena en alguna esquina, o en algún comedor, u hogar, o en los paradores de la ciudad. Una vez fuimos con un grupo de voluntarios a la zona del bajo autopista en Caballito y cuando llegamos descubrimos que la persona a la que íbamos a visitar nos había preparado un lechón, tenía la mesa puesta y nos esperaba para brindar. Lo que se siente en ese momento es que el trabajo de todo el año valió la pena”, dice Espil.

El lugar del encuentro para los voluntarios es la esquina de Riobamba y Mitre. Ahí se dan cita a las nueve de la noche, desde donde salen hacia diferentes puntos de la Ciudad en grupos previamente armados y organizados. Suelen llevar empanadas, pan dulce y algunas otras cosas ricas que durante una jornada de cocina se elaboran en la misma fundación. Y luego, simplemente, se sientan a celebrar con quienes están en situación de calle. Conversan con ellos, brindan con alguna bebida sin alcohol e intentan, con lo que pueden y como les sale, trasladar el espíritu festivo a quienes no tienen demasiado que festejar. A eso de las dos de la mañana todos los voluntarios –que son cerca de mil- regresan a la misma esquina.

Algunos de los voluntarios forman parte de las recorridas nocturnas todo el año, otros son simples “paracaidistas” que en algún lado escucharon de la posibilidad de vivir las fiestas de esta forma y por muy diferentes motivos decidieron ponerse en contacto y tomarla. “El impacto para los que vienen la primera vez es enorme –cuenta Espil-. De hecho suelen quedar enganchados con la Fundación”. 

Navidad Fundación Sí

La dignidad de los sin techo Si bien las “recorridas por el frío” se organizan desde hace muchísimo tiempo, la Fundación Sí nació en junio de 2012 con la meta de trabajar con proyectos de más largo alcance. Entonces esas mismas recorridas se ampliaron también al verano, pero además se comenzó a estudiar la posibilidad de intentar cambiar la realidad de las personas en situación de calle.

“Hay gente que tal vez no tiene el acceso a la información, no sabe que puede jubilarse o hacer determinados trámites en forma gratuita y solo con su documento. Quienes no tienen techo perdieron sus lazos, y es eso lo que hay que reconstruir. Pero nosotros no sacamos a nadie de la calle, lo hacen ellos mismos poniendo el cuerpo de una forma admirable. Hay abuelos que hoy perciben una jubilación y están en hogares, familias que pudieron a través de un trabajo y la suma de un subsidio alquilar una vivienda, chicos que fueron escolarizados. Hay una mujer que tiene 85 años, vivió 40 en la calle y hace dos que está en un hogar. Y es súper coqueta y ordenada y adora la vida que hoy tiene”, relata Espil. 

En una crónica titulada Bajo cero. La dignidad de la calle, el periodista alemán Günter Wallraff se disfrazó de mendigo para criticar a una sociedad que abandona a sus indigentes incluso en noches de temperaturas extremas. “Conozco a personas que viven en la calle, que a veces duermen en albergues, que viven de limosnas o de tal o cual vale de un servicio social, personas a menudo despreciadas, y que también dan miedo. Porque parecen mostrar lo que ocurre cuando se rompen todas las redes sociales y familiares”, escribe.

Espil asegura haber encarado esta tarea sin prejuicios: “Me generaba cierta perplejidad cómo podíamos todos los días caminar delante de esas personas y no verlas. Estaba segura de que atrás de cada uno había una historia de dolor. A pesar de eso son ignorados todo el tiempo. Quizás pasan varios días en los que no hablan… nadie les habla. Es cuando uno empieza a entender que el hecho de que hablen solos tal vez no resulte tan extraño”.

Para ponerse en contacto:

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Twitter: @sifundacion

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