La violencia contra las mujeres

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Ruben Vázquez, pte. de Cabal, se refiere al Día Internacional de la Mujer y hace un balance respecto al avance en el reconocimiento de los derechos de género, pero también de lo mucho que todavía falta resolver.

El Día Internacional de la Mujer, como algunas otras fechas importantes del calendario planetario, es una celebración anual de doble valor. Por un lado evoca y rinde homenaje a las luchas que las mujeres a lo largo de la historia, pero con más fuerza a partir del siglo XX, han realizado en defensa de su derecho a participar en un nivel de igualdad con el hombre en la sociedad, en su desarrollo personal y el logro de muchas otras conquistas relacionadas con el género. Por el otro convoca a realizar año a año un balance sobre los avances logrados en esa pelea y las reivindicaciones que todavía siguen sin ser atendidas o se ignoran.

El grado de emancipación femenina ha constituido siempre un termómetro para medir el nivel de emancipación general de la sociedad. Como se recordará el 8 de marzo fue establecido como el día dedicado a la mujer por propuesta de la dirigente Clara Zetkin en un congreso de trabajadoras socialistas que se hizo en Copenhague en 1910, un período de mucha efervescencia de las demandas femeninas. Y comenzó a aplicarse en 1911, primero en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza y luego –debido a la proliferación de las luchas- en otros. La Asamblea General de las Naciones Unidas lo declaró como día destinado a conmemorarse en todo el mundo en 1977.

Desde los comienzos del siglo pasado entonces hasta su finalización, y en todo el tramo que ya llevamos de la nueva centuria, la situación de la mujer siguió siendo un diagnóstico fundamental para medir cómo funcionaban las sociedades. Es evidente que a lo largo de los cien años largos que han transcurrido desde aquella propuesta de Zetkin a hoy, la mujer ha logrado avances extraordinarios en el plano de su realización social y personal, sobre todo en las décadas más recientes. Y ha incursionado también con éxito en la política y la vida institucional de las naciones, contribuyendo a mejorar y profundizar con su inteligencia y sensibilidad las condiciones de una verdadera democracia.

Sin ir más lejos, en América Latina, una de las regiones del planeta donde las democracias han logrado una mayor reducción de la desigualdad social, según lo comprueban estudios de las Naciones Unidas y del propio Banco Mundial, dos de sus países más significativos, Brasil y Argentina, tienen en la presidencia a dos mujeres. Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff, a las que antes había precedido en esa misma función Michelle Bachelet, en Chile. No es un dato menor ni desdeñable pues en todos los casos ejercen su gestión al frente del Ejecutivo como consecuencia de haber sido elegidas con amplia mayoría popular.

 

Más allá de estos avances, de que las luchas han logrado imponer distintos cambios en los enfoques y las leyes de las sociedades contemporáneas, muchísimas injusticias y estigmas que castigan la situación de la mujer en el mundo siguen en pie, persisten. A veces porque los problemas no tienen una solución en el marco de la ley, otras porque las leyes son ignoradas con la anuencia o la vista gorda de las autoridades que deberían garantizar su cumplimiento. Por eso, las Naciones Unidas plantean cada año consignas en torno a algunos de los problemas que aún hoy afectan a las mujeres. En el año 2011, sostenían como necesidad de medidas para facilitar su educación y su capacitación en ciencia y tecnología, como parte de una participación más potente en todas las esferas de la actual y compleja sociedad contemporánea.

Este año, 2013, el llamado central de las Naciones Unidas está dirigido a erradicar la violencia contra las mujeres, un mal que muestra cifras alarmante en una serie de países. El organismo mundial ha mandado a componer una canción denominada One Woman, interpretado por una gran cantidad de cantantes conocidos, con un mensaje claro y bello cuyo propósito es calar lo más hondo posible en el corazón de la gente y denunciar ese flagelo. Desde luego, esta no es la única llaga que corrompe el cuerpo de las sociedades contemporáneas con relación a las mujeres. Las legislaciones cambian de país en país, pero en muchos de ellos todavía están sin resolver temas como el embarazo indebido, la prostitución y los cautiverios forzados, etc. Estos asuntos no son nuevos. En el congreso de las mujeres socialistas de 1910 en Copenhague ya se denunciaba las redes de explotación sexual y “las mafias que trafican con carne humana.”

En la población mundial, los hombres son más que las mujeres. En la Argentina es al revés. En Cabal, nuestra cooperativa, refleja lo que pasa en el país: predomina el género femenino. Y eso nos llena de alegría, porque aportan a la convivencia un glamour que solo las mujeres pueden aportar. Pero claro, el de ellas no es un derecho a distintos objetivos que viene de la preeminencia numérica. Es un derecho humano que exige toda sociedad equitativa. Por eso bien decía Martí que las batallas de los pueblos son débiles cuando no cuentan con el corazón de las mujeres.