Menos, pero todavía más

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Rubén Vázquez desalienta en su editorial los pronósticos apocalípticos y habla de un crecimiento más lento pero seguro en el país.

Existe una sensación clara al viajar en un automóvil por una ruta recta a unos 120 kilómetros por hora. La hemos experimentado todos. Al llegar a un pueblo y bajar la velocidad a 70 kilómetros por hora lo que sentimos de inmediato es que estamos casi parados. Ni que hablar si se pasa a 40 kilómetros por hora. Y, sin embargo, seguimos andando. “Eppur si muove”, podríamos decir con Galileo. No nos hemos detenido. Este es un buen ejemplo para aplicar en respuesta a quienes hoy, ante cierta desaceleración del crecimiento económico, sostienen que el país está paralizado o al borde de un hipotético derrumbe. O sea, menos, pero todavía más.

En rigor, los que hacen esos pronósticos apocalípticos desean que eso suceda y fomentan el clima de desánimo con el fin de que la profecía se cumpla. Pero la realidad no les da la razón ni se muestra próximo al colapso. La desaceleración de la economía se ha producido en lo fundamental por la caída en la producción del sector automotriz y esto está relacionado con los problemas que enfrenta Brasil en el sector. Ya se sabía que la intensa crisis europea no dejaría de provocar algún coletazo sobre los países de nuestro continente. Pero los mismos representantes de la industria anunciaron aquí que en los próximos meses esa caída se remontará.

Este sector tiene fuerte influencia, tracción, sobre los números que componen el estimador mensual industrial de crecimiento o decrecimiento. Y hay que decir que, en los nueve de los doce sectores que integran ese estimador, se ha seguido creciendo. Por  eso, no se puede decir que el país está frente a una situación de parálisis, al contrario, se sigue creciendo, aunque en forma más lenta. Coyuntura que además se nota porque se viene de años en la economía de crecimiento récord. Qué decir, por otra parte, si se compara este cuadro con lo que ocurre en muchos del Primer Mundo en los que la economía retrocede y se desmorona y los índices de desocupación son altísimos.

  
Nuestro sector, el de las tarjetas de crédito, que mide con mucha proximidad los montos de consumo en el mercado es también un buen ejemplo de lo que ocurre en la economía. Desde hace ocho años, este sector tuvo un alto grado de expansión, de características exponenciales. Esta actividad, que registra el consumo de millones de personas, refleja la capacidad de adquirir de la sociedad. O sea que si a la gente le va bien, a los emisores y administradores de las marcas también, porque eso se trasunta en los niveles de compra. Hasta los últimos estudios, la cantidad de tarjetas en circulación y los volúmenes de consumo seguían siendo altos.

Los consumos tienen ciclos que son casi iguales a través de los años, son períodos de meses en que suben y bajan, de modo que si se comparan esos ciclos año por año, se notan siempre curvas similares, picos de consumo y etapas de baja. Son variaciones de carácter estacional. Diciembre es un mes de alto consumo por las fiestas, de la misma manera que los meses donde se celebran fechas que son objeto de culto como el día del padre, la madre y otros. Pues bien, comparando mayo de 2012 contra mayor del 2011, con la debida actualización que debe hacerse de acuerdo con los Índices de Precios al Consumidor, los parámetros de consumo eran similares. Faltan aún los que deben evaluar julio que podrían descender, aunque está por verse porque con los feriados y las vacaciones de invierno el consumo se incrementa. Pero, en todo caso, no se observan números que puedan alarmar. Y, como decíamos, si la gente consume es porque la economía marcha. Puede ser que con menos vigor, pero marcha. En junio, como venimos diciendo ese consumo aumentó debido al pago de aguinaldo y el incremento de salarios por los acuerdos en convenciones paritarias.

Desde luego, hay que estar atentos a los probables efectos que pueda seguir produciendo la tremenda crisis financiera y económica que se da en Europa y el relativo estancamiento de la economía norteamericana, pero hay que evitar los criterios fatalistas respecto a ese tema. De hecho, algunos de esos efectos ya se han producido y el crecimiento no se ha detenido, aunque sea menor. Y, obviamente, el gobierno sigue apostando a defender el trabajo en el mercado interno y ha tomado medidas acertadas en ese sentido, porque es necesario proteger el trabajo de los argentinos. El movimiento cooperativo lo dijo siempre: ningún país creció de afuera para adentro, siempre se creció de adentro para afuera. Consignas que nuestro movimiento ha acuñado en distintos tiempo han demostrado la coherencia en esta posición: “El dinero en manos de los argentinos”, “Vivir con lo nuestro”.Y no es por una actitud xenófoba, sino porque debe ser así. Ningún país que se rifa o no desarrolla los recursos para vivir de lo propio tiene un buen destino como nación. Eso lo sabemos bien aquí.

El culto a lo extranjero lleva a veces al papelón. La solicitada de Starbucks pidiendo perdón a sus clientes  porque sus vasitos eran argentinos y no importados es casi patética, sobre todo pensando que en este país podemos hacer vasitos del color y tamaño que se quiera. Es un concepto malo: si en verdad acá se pueden elaborar ciertos productos y con calidad, por qué traerlos de afuera, si esto genera además trabajo para los argentinos. Otra cosa es la integración y su busca de complementariedad que, por supuesto, es una necesidad estratégica y de sobrevivencia. En ese aspecto hay que celebrar que esa integración sudamericana, aunque todavía en pañales, va dando pasos hacia un perfil de consolidación, como lo demuestra la trascendente incorporación de Venezuela al Mercosur, un país importantísimo por ser una de las principales potencias petroleras y con un PBI de gran relevancia.

Hoy toma mucha vigencia lo que dijo Hugo Chávez en algún momento: acá la nueva lucha contra el colonialismo, la nueva liberación de nuestros países, pasa por la constitución del Banco del Sur y el oleoducto del Norte a Sur. Recuerdo que cuando sostuvo aquello hubo voces que salieron a tachar esa meta de imaginería tropical, de megaproyecto dictatorial destinado a dejar al líder bolivariano en la historia. Y uno se preguntaba, y se lo sigue preguntando: ¿pero cómo, el gasoducto de Siberia a Europa es más cortito, ese está bien y el nuestro no sirve? El viaje de la presidenta a Bolivia apunta en el mismo sentido, a aumentar los esfuerzos para paliar este desfasaje que se ha producido en el presupuesto por la necesidad de importación de energía eléctrica.

Ya se sabe que es más fácil destruir que construir. La YPF que conocimos en otra época la destruyeron. Por suerte se recuperó y junto con la empresa también la decisión de controlar, de regular ese mercado donde históricamente las siete grandes firmas petroleras del mundo han generado toda clase de devastaciones y rapiñas, incluyendo para eso las guerras en cualquier geografía. Y siguen generándolas porque en definitiva todo lo que está pasando en Medio Oriente se hace con el objetivo de tener el control de las fuentes de energía en el planeta. Bueno, acá se adoptó una resolución que fue acompañada por todo el país: la de recuperar el poder soberano sobre la empresa y desde allí retomar con otro criterio el camino.

Alguien podrá decir: pero faltan cosas por hacer. Sin duda. En el campo específico de la tarjeta de crédito hay aspectos que mejorar. Y sobre eso hablaremos en próximos editoriales. Y en otras zonas de la economía también. Pero eso no significa no reconocer el extraordinario salto que dio el país en estos últimos años ni aceptar las agorerías de quienes despedazaron la nación en otros tiempos y sueñan con recuperar espacios políticos para volver a las andadas, a los negocios que favorecieron a minúsculos y acaudalados segmentos económicos y sociales del país y hundir en el abismo a las grandes mayorías. Eso no debería volver a pasar nunca.