Osorio: “Mika merecía ser rescatada del olvido”

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La argentina Mika Feldman tuvo una vida de novela: amiga de Cortázar, Alfonsina Storni y André Breton, ostentó el cargo militar de mayor rango en la Guerra Civil Española, tras hacerse cargo de un grupo de milicianos antifranquistas, a mediados de los años 30’. Testigo y partícipe de los hechos históricos más trascendentes del siglo XX en Europa –la guerra contra el fascismo, el ascenso del nazismo, las revueltas de Mayo del 68’ y la Guerra de Malvinas, entre otros-  dedicó su vida a formarse y defender sus convicciones, por fuera de los partidos y agrupaciones políticas. Muy pocos conocían su historia, hasta que la escritora Elsa Osorio se decidió a escribirla: tras 25 años de investigación, publica ‘Mika’ por Seix Barral.

Protagonista de una historia extraordinaria y dueña de una personalidad avasallante, Mika Feldman pudo haber sido, sin embargo, una de las grandes olvidadas de la Historia.

Nacida en la Argentina en 1902 y fallecida en París en 1992- fue la única mujer que estuvo al frente de un batallón republicano en la Guerra Civil Española, tras asumir el mando de una milicia del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) de Madrid.

La escritora Elsa Osorio descubrió su caso por boca de un colega suyo, en la década del 80’, y asumió el desafío de contarlo, dando forma a un apasionante relato de ficción cuya investigación y escritura le insumieron nada menos que veinticinco años.

Durante ese lapso, Osorio se dedicó a rastrear datos, fotos y testimonios de aquellos que habían conocido a Mika, testigo y partícipe de algunos de los capítulos más significativos del siglo. Mika vivió los años 20’ entre la Patagonia argentina y Francia, y fueron los años de su formación;  la guerra contra el franquismo en España, el ascenso del fascismo y luego del nazismo en la Italia y la Alemania de la década del 30’, incluso las revueltas de Mayo del 68’ y la guerra de Malvinas, en las que también se involucró.

Nacida en una colonia judía de la provincia de Santa Fe apenas comenzado el siglo XX, la revolucionaria murió a los 90 años arropada por amigos ateos y bendecida por su empleada doméstica.
La lucha, que compartió con su marido Hipólito Etchebéhère y sus compañeros de militancia,  le insumió toda la vida: su patria eran las ideas, y confiaba en el poder de la revolución que nunca llegó.

En agosto del 36’, la vida la enfrentó a un desafío impensado: hacerse cargo de un grupo de 150 milicianos del POUM, que peleaban en la guerra contra el franquismo. Su capacidad de liderazgo, su arrojo y una sensibilidad que no menguó a pesar de las sucesivas pruebas a las que debió enfrentarse, la llevaron a ocupar ese lugar, para convertirse en la mujer con mayor rango militar durante la Guerra Civil. “Alguien tenía que mandar, y yo podía hacerlo”, escribió la miliciana. Su coraje, sin embargo, no la salvaría de la persecución estalinista desatada contra el POUM.

¿Cuál fue la mayor dificultad a la que se enfrentó la investigación?
Creo que me costó entender que nunca llegaría a saber todo, por momentos me pesaba demasiado cierto delirio de misión. El deseo de conocer tanto como pudiera me llevó a rastrear archivos de  España, Francia y Estados Unidos, a traducir documentos de idiomas que no manejo, a entrevistar a decenas de personas. Después comprendí que no debía conocer absolutamente todo, que había aspectos que sólo escribiendo llegaría a comprender.

¿Cómo definiría el objetivo que orientó este proceso?
Mi intención fue dotar de ‘carnadura’ a un personaje histórico, meterme en la piel de Mika para transmitir sus deseos, su fuerza, su vocación de lucha. La movilizaba la certeza de que un mundo más justo era posible, y que podía defenderse esta idea pensando en los demás. Creo que tanto ella como sus compañeros y su marido tenían la capacidad y la coherencia de luchar poniendo el cuerpo porque sus objetivos políticos y sus ideas trascendían sus padecimientos y las dificultades que tuvieran que enfrentar.  Quise narrar también, el costado más humano de la guerra.

De haber sido un personaje de ficción, probablemente Mika hubiera resultado inverosímil…
Claro, una revolucionaria de un coraje temerario, y una coherencia sin fisuras, fue además amiga de Storni, de Cortázar, de André Breton. Su coherencia me conmovió. Sin embargo, como soy narradora y no historiadora, me permití ciertas licencias literarias que aportan algo de color a todo aquello que ocurrió de verdad: la elección de los personajes y las situaciones responden a necesidades de la narrativa. El hecho de meterme por primera vez con un personaje real me produjo un placer inenarrable, y en ciertos aspectos también me condicionó. Yo era consciente de que, más allá de esas elecciones, no podía inventar lo que se me ocurriese, había un hilo de sucesos verídicos y testimonios que debía respetar. Narro su aventura revolucionaria, desde los orígenes en la Patagonia argentina, hasta las batallas de la guerra civil, pasando por el París de los años 30, el Berlín de los años anteriores al nazismo, y las revoluciones estudiantiles del año 1968, entre otros episodios.

Tanto Mika como Hippo y sus amigos argentinos tenían una formación integral…
Sí, todo ese grupo de militantes internacionalistas tenían una formación muy completa: sabían de política pero también de arte, de literatura, de pintura. Eran gente muy formada, y muy curiosa, eso los define desde el principio.

En su visión, ¿qué puede aportar la literatura al conocimiento de la Historia?
Yo creo que muchísimo: el acercamiento a los personajes históricos que se puede hacer desde la narrativa, permiten al autor y a los lectores identificarse con aspectos de estas personas de las que, de otro modo conoceríamos desde un punto de vista más plano, el que suelen aportar los ensayos o artículos técnicos. Me atreví a contar a Mika desde sus acciones más evidentes pero también a partir de sus temores, sus intuiciones, sus deseos como mujer y esto porque estoy convencida de que el acercamiento literario al personaje, en definitiva nos acerca a más verdades. Hacer literatura es mentir bien la verdad, como decía Borges.

¿Cuando presentó hace unos años su novela “A veinte años Luz”, basada en la historia de una chica apropiada durante la última dictadura, el escritor Osvaldo Bayer sostuvo que esa obra inauguraba “la enorme avenida de la literatura de la memoria que en el futuro va a ocupar nuestras calles, nuestras librerías y las bibliotecas de nuestros hijos”. ¿Cree que con “Mika” continúa esa línea de recuperación de la memoria colectiva?
Sí por supuesto, esta vez a partir de un personaje real. Mika pudo haber sido una gran olvidada de la historia, debido a que no se alistó en ninguna estructura política. Fue anarquista, comunista, del Partido comunista obrero, de grupos de oposición anti estalinista, combatió en el POUM, pero no perteneció de manera definitiva a ningún partido ni agrupación política. Tal vez por eso nadie ha reivindicado su vida como legado; no es azaroso que haya sido un escritor quien me contó esta historia, ni haya sido yo, otra escritora, quién la tomó. Es la literatura, finalmente, y no la Historia, la que rescata su vida del olvido.

Es llamativo que Mika no resignara en la guerra su condición femenina, sino que ejerciera el poder a partir de ciertas características que podríamos llamar de género.Exactamente, como mujer ejerció el poder de una manera particular, en un sentido horizontal diría, no de arriba hacia abajo, lo que suele caracterizar a las estructuras jerárquicas militares. Ella cuidaba a sus soldados, por momentos como una madre: los alimentaba, les daba medicación, sin resignar por eso su capacidad de mando. Fue respetada por los hombres e incluso deseada, porque además era bella. Una mujer que se había implicado con la guerra, al punto de que su columna se convirtió en temeraria. Diría que es ante la admiración y la sorpresa que me produjo su historia que intenté responder las preguntas que estructuran el libro: ¿Qué te llevó a entregarte íntegramente a esa guerra, Mika?¿Qué situación, qué hecho, qué batalla te hicieron capitana? Mika fue una mujer como pocas, que tenía claras sus ideas, fortaleza para defenderlas y pelear por ellas y la capacidad de llevar a los otros a la acción.   

Sobre la autora

Elsa Osorio nació en Buenos Aires en 1952. Es autora de los libros de cuentos “Ritos Privados” y “Reina mugre”, y de la biografía novelada “Beatriz Guido: Mentir la verdad”. Publicó el ensayo “Las malas lenguas” y las novelas “Cielo de Tango” y “A veinte años, Luz”, que fue editada en todo el mundo. La novela fue finalista del prestigioso Premio Fémina (Francia) y obtuvo el Premio Amnesty International. En el 2007 Lezzione di tango obtuvo el premio de Bibliotecas de Italia, a la mejor novela extranjera y en el 2009, en Lombardía, el Premio Acerbi. Del  2007 al 2010 participó de encuentros y salones, como el de Saint Malo, “ Etonnants Voyageurs”, el Festival Internacional  de Literatura de Berlín, el  Salón del Libro de París, el salón del libro de Gijón, el Festival de la Palabra en puerto Rico, la feria del libro de Medellin, la feria de Frankfurt. En 2009 pasó un mes en Berlín, en el marco del proyecto LiteraturRaum. En 2009 publicó Callejón con salida, que fue distinguido en 2010 con el Premio Roma a la literatura extranjera. "Mika", publicada en 2012 en Argentina, Italia, España y Francia, es su última novela.