Pedro Bekinschtein: la biología del cerebro

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Bekinschtein es biólogo, doctor de la Universidad de Buenos Aires, especialista en neurociencias y autor del libro 100% cerebro, (Ediciones B).  En esta entrevista con Revista Cabal responde algunas cuestiones centrales referentes a la memoria y las razones por las que nos construimos como sujetos en virtud del relato que hacemos de nuestra propia historia.

“Neurocientífico en estado lisérgico estacionario. Soy doctor de esos que no curan. Estudio la memoria esperando que un accidente de laboratorio me transforme en superhéroe o en villano. No tengo hijos ni planto árboles, pero escribí '100% Cerebro.” Así se define Pedro Bekinschtein, que en su nuevo libro (Ediciones B) aporta algunas claves sobre cómo funcionan los mecanismos que activan pensamientos, emociones y recuerdos y definen, en última instancia, la toma de decisiones que hace una persona, y su mirada del mundo.

-¿Cuáles son los descubrimientos recientes más impactantes, en relación al tema de la memoria? 
- Son varios, pero voy a elegir solo dos. El primero tiene que ver con los experimentos de un científico argentino que se llama Rodrigo Quian Quiroga y su equipo que describieron, en el cerebro humano, unas neuronas a las que denominaron “células de concepto”. Estas neuronas se encuentran en el hipocampo, una estructura muy importante para la memoria de eventos y hechos que aprendemos durante nuestra vida. Hace varios años, ellos encontraron, por ejemplo, una neurona que respondía –se activaba eléctricamente- cuando al sujeto experimental se le mostraba una foto de Jennifer Aniston, la actriz de la serie “Friends”. Lo interesante es que esta neurona se activaba también ante la lectura del nombre de la actriz o cuando escuchaba el nombre. Concluyeron que se trataba de una neurona que respondía al concepto de “Jennifer Aniston”. También encontraron las neuronas de Diego Maradona, Darth Vader e inclusive alguna que responden a lugares famosos. Hace poco, los científicos demostraron que estas células “aprenden”, es decir, una célula de concepto puede asociarse a otra célula de concepto y activarse frente a un estímulo con el que antes no se activaba.
   El otro descubrimiento que me apasiona es el que tiene que ver con los mecanismos del olvido. En particular la idea de que el olvido no es solo un proceso de decaimiento pasivo de la memoria, sino que todo el tiempo estamos activamente tratando de borrar recuerdos. El investigador Michael Anderson describió dos procesos activos de olvido, uno voluntario y el otro involuntario. Ambos mecanismos involucran la activación de regiones frontales del cerebro que son las mismas que utilizamos para suprimir y frenar acciones que no queremos hacer. De esta manera, el olvido ocurriría por procesos similares a los que usamos para inhibir nuestros impulsos.

-¿Cuál es la función biológica del proceso por el cual recordamos ciertos hechos y no otros? Si la memoria tuviera una función predictiva, ¿por qué se recuerdan mejor las vivencias que nos han impactado desde el punto de vista emocional y no aquellas que serían más relevantes en términos de supervivencia?
-La memoria es un proceso dinámico. La información que se adquiere durante una experiencia no se fija inmediatamente en el cerebro, sino que atraviesa un período en el que se puede modificar. Además, la recuperación de la memoria almacenada también la transforma. Por lo tanto existen muchos momentos en los que la memoria puede modificar tanto su fuerza como su contenido de manera de ser más “útil” al momento de predecir lo que ocurrirá en el futuro. Biológicamente, los hechos que nos han impactado emocionalmente, deberían ser importantes para la supervivencia, tanto si fueron buenos como malos. Los buenos para repetirlos y los malos para evitarlos. Lo que ocurre es que a veces las experiencias pueden ser traumáticas y la memoria se transforma en algo patológico al desencadenarse procesos que involucran altos niveles de estrés y pueden causar ansiedad o depresión. Las emociones son lo que llamamos “moduladores” de la memoria, y regulan la fuerza con la que se almacenará un recuerdo o la efectividad con la que se recuperará la memoria cuando recordemos un evento.

- ¿Por qué los recuerdos se modifican a través del tiempo? ¿Qué papel juega la subjetividad en ese registro?
-Los recuerdos se modifican a través del tiempo por al menos dos razones. La primera tiene que ver con el hecho de que cada vez que recordamos un evento, la memoria de ese evento, se desarma y se vuelve a armar, y en ese proceso se agrega nueva información que tiene que ver con lo que a uno de pasa en el presente. Es decir, la memoria tiene más que ver con lo que te ocurre en el presente que con lo que te ocurrió en el pasado. Y esto es así, porque la evocación de la memoria ocurre en el presente, en el que estás en una situación diferente a la que estabas cuando ocurrió el aprendizaje. Y acá es donde entra lo que vos llamás “subjetividad”, porque cada uno le irá agregando a esa memoria aspectos que tienen que ver con la historia y la experiencia individual. En resumen, ante la pregunta de si cuando recordás un evento, recordás la experiencia original o la foto que viste posteriormente, la respuesta es que la memoria es más parecida a la foto. Uno se queda con la última copia que evocó.
   El otro motivo por el que la memoria se modifica es que mucha información desaparece en el olvido. En el cerebro, muchos recuerdos van perdiendo detalle y se colapsan con otros parecidos. Uno, en general no recuerda cada una de las veces que fue en colectivo al trabajo, sino un recuerdo general de “ir en colectivo al trabajo” en el que están colapsados todas las experiencias que se parecen entre sí. El olvido es una de las maneras de generar conceptos abstractos, si no existiera, cada experiencia sería única e irrepetible, como le pasaba a Funes el memorioso en el relato de Borges. El olvido es una capacidad esencial del ser humano, pero es normalmente tomado como un aspecto malo del cerebro. En mi visión, recordar es olvidar y olvidar es recordar.

-¿Se puede modificar la forma de pensar de una persona, o se trata de patrones  o dinámicas más o menos fijos/as estructurados en el origen de la vida de cada uno?
-Nuestro comportamiento proviene de una mezcla entre lo que está determinado por los genes que heredamos de nuestros progenitores y nuestra experiencia durante la vida. Es decir, los genes nos predisponen a ciertos comportamientos, pero no los determinan. Si lo pensás, las personas culpan a los genes por su comportamiento cuando dicen “y qué querés que haga, mi viejo hacía la misma boludez de olvidarse de sacar la basura”, o por el contrario a su experiencia en sociedad si dicen “y qué querés que haga, a mí me criaron para mojar la milanesa en café con leche”, por ejemplo. No obstante, el cerebro es un órgano capaz de cambiar de acuerdo a la experiencia y esta capacidad se denomina “plasticidad”. La plasticidad depende de muchos factores, algunos conocidos y otros no. Lo que sí sabemos es que a medida que uno se va haciendo más viejo, el cerebro se hace menos plástico y es más difícil cambiar. Y el máximo de plasticidad está en los primeros años de vida cuando se van formando los circuitos que tienen mucho que ver con el comportamiento social.

- ¿Cómo se mide -si es que es posible- el rendimiento cerebral? ¿El cerebro como órgano funciona en todas las personas de manera parecida?
-Depende de a qué uno se refiera con “rendimiento cerebral”. Existen numerosos tests cognitivos que miden diferentes funciones del cerebro, como por ejemplo la memoria, la atención o la toma de decisiones. Las personas pueden fallar en unas pruebas y no en otras, por eso es muy difícil hablar de un índice general de rendimiento cerebral, pero sí del rendimiento en distintas funciones cognitivas. En principio el cerebro funciona de manera similar a grandes rasgos en todas las personas. No obstante, sabemos que existen diferencias tanto individuales como en diferentes subgrupos de seres humanos. Por ejemplo, existen diferencias entre hombres y mujeres en algunas funciones cognitivas y en cómo ciertas estructuras están conectadas. La pregunta es si esas diferencias son innatas o se desarrollan durante el crecimiento en la interacción con el entorno social. Otro ejemplo es el del lenguaje, normalmente localizado en el hemisferio izquierdo del cerebro para la mayoría de los seres humanos. Existe una tribu en Turquía que se comunica mediante un lenguaje de silbidos en los que el lenguaje no está lateralizado, es decir, no se procesa solo en un hemisferio, sino que se activan los dos hemisferios cerebrales.

-¿La toma de decisiones tiene una base biológica, o es un proceso en el que la psicología y la historia previa juegan un papel preponderante?
-Por supuesto que su base es biológica, porque la experiencia social y cultural lo que hace es modificar los procesos biológicos que ocurren en el cerebro. No existe una dualidad entre lo psicológico y lo biológico, dado que la mente es un producto del cerebro y sus conexiones, las experiencias que modifican nuestra manera de actuar y pensar van a modificar el procesamiento de la información en las neuronas de maneras que estamos empezando a comprender de a poco. La historia previa de una persona tiene influencia en cómo se toman las decisiones, pero también el estado en el momento de tomar una decisión. La negligencia infantil, la pobreza, las adicciones, las redes sociales y las nuevas tecnologías son algunos de los factores que pueden comprometer la toma de decisiones, recayendo en un sistema no consciente e intuitivo en oposición a uno racional que es más lento y consume más recursos cognitivos.

-¿Cómo se ve afectado un cerebro que soporta altos niveles de estrés?
-El estrés afecta el rendimiento cerebral de diferentes maneras. Depende de qué tipo de estrés estemos hablando, el papel que jugará va a ser diferente. Si hablamos de un estrés agudo, que ocurre durante un período de tiempo corto, puede aumentar o disminuir el rendimiento cognitivo dependiendo de su intensidad. Por ejemplo, se vio que para un test de atención visual, poco estrés es malo, pero mucho estrés también. Sin embargo, un nivel moderado de estrés incrementa la performance. Algo similar ocurre con la evocación de la memoria, estar muy relajado o muy estresado es peor que estar moderadamente alerta.
  El estrés crónico que se prolonga en el tiempo es otra historia mucho más complicada. En los adultos se sabe que el estrés crónico provoca cambios en el cerebro y afecta procesos como la atención, la memoria y la toma de decisiones. También se sabe que el estrés crónico disminuye la producción de nuevas neuronas en el hipocampo del cerebro adulto, y que esto afecta los mecanismos de la memoria.
  El estrés crónico durante la edad temprana tiene efectos profundos sobre el cerebro adulto. Los niños que crecen sin padres o están sometidos a violencia y abuso activan los mecanismos de estrés durante el desarrollo de las conexiones cerebrales. Es por eso que la configuración de las conexiones cerebrales se desarrolla para estar más preparado para responder a las amenazas y eso dificulta las interacciones sociales, predispone a comportamientos violentos, adicciones y compromete la toma de decisiones.

- En definitiva, ¿construimos la percepción que tenemos del mundo y de nosotros mismos?
-Efectivamente la realidad es una construcción del cerebro que llena los baches de nuestra percepción y nuestra memoria con información que resulta coherente con nuestra experiencia y nuestra historia. La memoria es la mentira más piadosa del cerebro, nuestros recuerdos están rellenados con información agregada que resulta coherente con la historia y útil para predecir lo que ocurrirá en el futuro. De hecho, existen fuertes evidencias que soportan la hipótesis de que la memoria está íntimamente relacionada con nuestra capacidad de imaginar el futuro y con nuestra imaginación en general. De esa forma, la memoria es nuestro pasado, pero es también nuestro presente y nuestro futuro, y todos van cambiando con nuestra experiencia de vida y las cosas que nos pasan a través del tiempo.
                                                                                                   
                                                                                                      Verónica Abdala