Ser padres hoy

Actualidad

La importancia insoslayable del rol paterno debería asentarse, idealmente, sobre las bases de un modelo de masculinidad capaz de brindar, con actitudes, palabras y acciones, un marco de contención, y una referencia conductual y emocional. Hoy los padres se muestran más involucrados con la crianza de sus hijos, y eso tiene sus ventajas. El riesgo, sin embargo, es que el mayor acercamiento obedezca a una transformación “cosmética”, antes que real.  

Más presentes, participativos y sensibles. Así parecen ser muchos padres de la nueva generación -por estos días es muchísimo más frecuente que unas décadas atrás ver padres cambiando pañales o bañando a sus hijos, participando de reuniones escolares o actividades recreativas, incluso haciendo la adaptación al jardín-. La profesionalización de las mujeres, la necesidad de las parejas actuales de compartir responsabilidades del hogar y la voluntad de ser parte de la crianza de los hijos, son algunos de los factores que han colaborado en los últimos años a crear las condiciones para superar aquella figura temperamental y lejana, que pudo haber sido alguna vez el padre tradicional, para alcanzar modelos superadores. Por eso se habla de la Nueva Paternidad.


Sin embargo, hay quienes sostienen que esa nueva imagen se reduce a una transformación cosmética: si más allá o más acá de esa mayor ¨cercanía”, el padre no es capaz de ejercer su rol de manera comprometida y persistente, y poner límites, sin renunciar a la inevitable asimetría generacional, los hijos quedan desamparados, tanto o más de lo que estaban antes, con padres muchas veces distantes e inflexibles.
El desafío parece ser combinar un mayor nivel de involucramiento en la crianza, con la suficiente autoridad como para marcar y sostener los límites, acompañando a los hijos y proveyéndoles reglas claras y contención emocional.


Está claro que los padres de hoy no se conforman con ser exclusivamente proveedores de bienes materiales, como alguna vez lo fueron, ni se resignan a ser excluidos de la crianza; muchos de ellos expresan y ejercen su deseo de involucrarse más. Esta resignificación del rol paterno, es la que en mayor o menor medida, va apareciendo en gran parte de las familias occidentales, en el mundo de hoy. Sin embargo, acarrea un riesgo, para  muchos padres: el de convertirse en ‘amigos’ de los hijos, algo que según los especialistas conviene evitar.


Si de aquellos padres inaccesibles, rígidos, que generaban acatamiento temeroso en los hijos, se pasara a un  tipo de vínculo desdibujado, o sin límites precisos –advierten los profesionales- los hijos perderían –o crecerían desconociendo- los modelos de paternidad y de masculinidad que precisan. ¿Pero cómo zanjar ese riesgo, y encontrar el punto justo?

Sergio Sinay, especialista en vínculos entrevistado por Revista Cabal, descree de la llamada “Nueva Paternidad”, y pone en duda que ésta responda a un cambio profundo. Hay aspectos valorables, en este proceso: la voluntad de profundizar la franqueza de la comunicación y una mayor cercanía con los hijos, sin embargo esto debe venir acompañado de un compromiso real con la crianza y sus pasajes más incómodos. Los padres deben servir como referentes, marco y modelo para el crecimiento.


“Hasta acá (la Nueva Paternidad) es una transformación pendiente define Sinay. “Porque no se ha producido más que en aspectos epidérmicos y en temas que resultan en cierto modo cómodos, como llevar un poco más a los chicos al colegio o jugar un poco más con ellos. Cuando vemos la flojedad o ausencia de límites en chicos y adolescentes, con sus consecuencias en cuestiones de conducta, salud, vínculos, etcétera, comprobamos que hay funciones esenciales que siguen vacantes. Demasiados padres han confundido involucrarse en la crianza con ‘hacerse amigo’ de los hijos, es decir han optado por retroceder a la adolescencia en lugar de asumirse como adultos referentes, guías y orientadores. Esto no tiene nada que ver con ser ‘ídolo’ del hijo, sino con ser el que lo introduce con amor y con firmeza en la realidad. El ‘Nuevo padre’ es, por ahora más un argumento oportunista de marketing que una realidad extendida en la vida de los hijos”, explica.


_ ¿Qué efectos positivos tiene o tendría sobre los hijos la mayor cercanía de padres más comprometidos?
_ El padre es quien corta el cordón umbilical invisible, un cordón umbilical emocional, que liga a los hijos con la madre. Ese cordón es nutricio en los primeros años, pero se hace disfuncional más tarde porque impide la maduración emocional de los hijos, que quedan dependientes de lo femenino (y así lo serán como adultos, aunque sus funciones sociales los hagan parecer autónomos) y porque, además, ancla a la mujer en una única función, la maternidad, con lo que se empobrecen los demás aspectos de lo femenino. Cortar ese cordón es algo que se hace a lo largo del proceso de crianza, con presencia, con experiencias compartidas, con provisión de instrumentos existenciales (no con simple provisión material y económica), con el sostén de límites y normas orientadoras, con la transmisión, a través de actitudes, de un modelo masculino que trascienda las cuatro P (producir, proteger, proveer, demostrar poder).  Los padres comprometidos aprenden, a su vez, a priorizar, son aquellos que entre los mandatos sociales o laborales y las necesidades de los hijos, atienden primero a éstas (porque son estratégicas y tienen que ver con el enriquecimiento de la existencia) antes que a las otras (que a la larga demuestran ser siempre coyunturales y episódicas). Esto conlleva tomar decisiones, hacer elecciones, arriesgar, resignar, trabajar. Trabajar de padres. Y significa responder a una responsabilidad asumida al crear el vínculo (ya sea biológicamente o por vía de la adopción). Hijos con padres así son luego personas con valores firmes, con personalidad segura, son personas más empáticas, con autoestima y mejor capacidad de comunicarse y de crear vínculos virtuosos.


_Los padres profundamente involucrados emocionalmente parecen ser, en ese sentido, minoría. ¿Cómo sería, de producirse, el cambio efectivamente positivo?
_ Involucrarse es dar al hijo un lugar real en la propia vida (tiempo, escucha, presencia, atención, límites, normas, experiencias y vivencias compartidas). Involucrarse significa a veces mucho trabajo, dolor, desconcierto, persistencia, conflicto, no sólo ser un papá que se revuelca en el pasto con el hijo, que juega al fútbol con él, que lo besa o que, cuando el hijo es mayor, comparte una copa de vino. Eso luce muy lindo en los avisos, pero la vida real espera que los padres trabajen de padres y no que jueguen a serlo. Por supuesto, cuando el trabajo se hace, además es muy gozoso revolcarse en el césped, jugar al fútbol o compartir un vino,  pero esto es el postre y no el plato principal de la paternidad. Mientras el plato principal falte en la mesa de la crianza, seguiremos viviendo en una sociedad con hambre de padre y empacho de madre.


_ ¿Y por qué cree que cuesta tanto a los hombres encarnar un modelo emocional más sensible y expresivo? ¿La sensibilidad se asocia a menos-masculinidad?
_ Efectivamente. Demasiadas generaciones de hombres marcados por un modelo de macho productor, proveedor, protector y potente resultaron finalmente generaciones de analfabetos emocionales. Eso no se cambia de un día para el otro, ni con la simple voluntad ni con discursos ni con publicidad oportunista en el Día del Padre. Requiere un profundo trabajo de concientización, explorar el propio mundo emocional (lo que no siempre es cómodo), recontratar roles y funciones con las mujeres, tener el coraje espiritual de salirse de los mandatos y, lo más difícil, descubrir un modelo emocional propio del varón, que no sea una simple imitación de la emocionalidad femenina. Las emociones no tienen sexo, todas las personas venimos al mundo equipadas con las mismas emociones, pero sí se expresan de manera diferente en cada sexo. Por ahora seguimos conociendo cómo se manifiesta la emocionalidad femenina, pero no la masculina. No se trata de llorar más, de cocinar, de usar un lenguaje tierno o de tener buena mano para la jardinería. Un hombre puede ser sensible sin pasar por esas cosas, pero tiene que expresarlo de una manera propia y masculina. Esta es una enorme y crucial asignatura pendiente de los varones. No basta con decir “Yo soy un tipo muy sensible” o contar que lloré cuando mi equipo se fue al descenso o salió campeón, o cuando mi hijo me presentó a su primera novia, o cuando mi hija menstruó. Todo eso está bien, pero es la epidermis. A la emocionalidad profunda hay que descender en una tarea comprometida y persistente. Por ahora, más allá de lo cosmético, sigue prevaleciendo en nuestra cultura una masculinidad tóxica que es hegemónica en la política, en los negocios, en el deporte, en el sexo y en la vida social. La importancia insoslayable del rol debería asentarse, idealmente, sobre las bases de un modelo de masculinidad capaz de brindar, con sus actitudes, palabras y acciones, una referencia acerca de la emocionalidad, las necesidades verdaderas y las posibilidades reales de un varón. Eso aportaría a los varones modelos y referencias, y a las hijas mujeres les daría mayor valoración y, también, referencias de una masculinidad igualitaria, compasiva, empática y solidaria. Para que realmente haya un cambio, se debe estar en el día a día de la crianza, estando más presentes en la salud, tomando iniciativas no económicas respecto de los hijos, hablando con ellos de temas no escolares, interesándose por cómo se sienten, por su vida afectiva y por cuáles son sus temores y esperanzas.

 

Biografía de Sergio Sinay

Sergio Sinay es escritor, psicólogo y periodista. Reconocido especialista y consultor en vínculos humanos. Sus áreas de exploración incluyen las relaciones de pareja, la psicología del varón, los lazos entre padres e hijos y las relaciones interpersonales en sus múltiples formas y alcances. Tuvo una intensa formación y práctica en Gestalt y autoasistencia psicológica. Sus seminarios y conferencias son habituales en Argentina, México, Chile, Uruguay y España, donde colabora con diversos e importantes medios e instituciones. Es autor de libros como, Sanar la Pareja,  La vida plena,  El riesgo de vivir, Elogio de la responsabilidad, Vivir de a dos, Esta noche no querida,  La felicidad como elección, entre otros.

Página oficial:  www.sergiosinay.com