Cuando a las 11 de la mañana los bostezos se contagian de un alumno a otro, el docente sabe que algo está fallando. «Es aburrido», «no entiendo nada», «¿y esto para qué me va a servir?», suelen esgrimir los chicos cuando les preguntan por la falta de motivación en el aula. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo recuperar o construir su interés? Algunos dibujantes sugieren salir de la lámina con caballos blancos y próceres encendidos y buscarle otra vuelta a las fórmulas matemáticas. Esos contenidos, aseguran, pueden llegar a través de la historieta.
Distintos especialistas consultados por Acción coinciden en señalar que las viñetas y el relato secuencial captan rápidamente la atención de los chicos. Además, destacan que no hay límites a las materias que pueden beneficiarse con la llegada del cómic a los pupitres. Las asignaturas que lo aprovechan con más facilidad son historia y literatura, pero también pueden tomarse otros temas, como la física, la biología, la matemática y, por supuesto, las artísticas, como plástica.
César Carrizo es historietista y docente. También es cofundador de la Fundación Artística Dibutopia (http://dibutopia.org), una agrupación tucumana que se dedica a ayudar a los maestros a llevar el noveno arte a las aulas para potenciar el interés de los chicos. «La historieta abre vastas posibilidades pedagógicas», asegura, «para los docentes puede ser ese resorte que a veces necesitamos para lograr un interés generalizado en los alumnos».
Como saben quienes diariamente se paran frente a un montón de rostros somnolientos para dar clases, no siempre es sencillo llevar la teoría pedagógica a la práctica. «No hay nada escrito sobre la historieta en el aula, de modo que siempre charlamos con los profesores acerca de qué resultados obtuvieron».
En la enseñanza de la historia –el foco de la mayoría de los esfuerzos para vincular el cómic con el aula– apelar a las viñetas puede servir para presentarle al alumno escenarios que suelen ser dejados de lado por las láminas escolares. ¿Alcanza para entender el cruce de los Andes con una imagen de San Martín a caballo? Seguramente no. Su grupo llevó la experiencia por otras provincias y también por América latina.

José Hugo Goicoechea es profesor de Historia en la Universidad Nacional de Rosario. Pero su acción no se limita a la academia. Busca nuevos modos de llevar contenidos distintivos a los alumnos de los niveles medios. Uno de los métodos es la colección Aquí Mismo, cuyo segundo tomo saldrá a la calle antes de fin de año. En la serie, publicada por la editorial nicoleña Loco Rabia, colabora con dibujantes y guionistas para construir libros que naveguen a dos aguas: con textos rigurosos y a la vez relatos «historietizados» de la historia.
Para Goicoechea, además, las viñetas pueden servir para desacartonar las ideas en torno a la misma tarea de historiadores e investigadores en general. «Contra el estilo de vitrina de anticuario, textos y largas cronologías políticas frías y sin vida, la historieta nos da la posibilidad de re-cuestionar, desde el arte y las miradas del presente, las representaciones del pasado», analiza. De pronto, añade, el texto del manual escolar se vuelve atractivo sin necesidad de aligerar la densidad e intensidad de sus contenidos.
Ambos especialistas coinciden en afirmar que la historieta permite romper con moldes preestablecidos y ubica al alumno en la posición de debatir y analizar su propio conocimiento.
¿Sirve cualquier historieta? Aunque desde Dibutopia producen material propio pensado específicamente para el aula, aseguran que no hace falta restringir los contenidos. «Sugerimos muchos autores», destaca Carrizo, «Quino, Carlos Giménez, Art Spiegelman, Enrique Breccia» y sigue la lista. Al cabo, como cualquier disciplina (artística o científica), la historieta es un modo de ver y reconstruir el mundo. ¿Por qué no aprovecharla?
 

Andrés Valenzuela

Reproducción Acción Digital Nº 1094
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