Un barrio que funciona a energía solar, en Salta

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Hace catorce años, un proyecto de la Universidad Católica de Salta (UCASAL) junto a la Municipalidad de Rosario de Lerma marcó un estándar en innovación, contención social y responsabilidad ambiental. Como resultado de esa iniciativa se erigió, a través de un proyecto de autoconstrucción, un barrio de 60 casas ecológicas totalmente autosustentables, a través de la energía solar, para trabajadores de la industria del tabaco, desempleados gran parte del año. Hoy el proyecto es casi un “museo”: fue un éxito pero sigue sin replicarse. Vale la pena conocerlo.

La idea surgió en 1996, desde la cátedra de Materiales y Técnicas Regionales de la Facultad de Arquitectura. El objetivo, era planificar viviendas ecológicas capitalizando las características geográficas y sociales de Salta. También se pensó como una solución a varios problemas de aquel contexto. Por un lado el mayor uso de maquinarias, el descenso del precio del tabaco y la reforma del Estado había hecho que muchas personas quedaran desocupadas (en 1997 la tasa era del 18 %) y migraran a los alrededores de Salta sin mejor suerte: esta era una forma de frenar el éxodo rural. Por otro, la mayoría de los trabajadores del tabaco, por el carácter estacional (e informal) de su trabajo y el bajo salario, no accedían a planes habitacionales y se encontraban en situación de pobreza.

Se trabajó, además, con el resto de la comunidad para hacerla partícipe del emprendimiento y estrechar el vínculo con el nuevo barrio.

Las viviendas se construyeron con bloques de adobe y 10% de cemento, para combatir el desgaste por la humedad. Cada vecino de la pequeña aldea ecológica armó los bloques de adobe y con sus propias manos levantó la casa.

Cada una tiene 102 metros cuadrados, más un espacio exterior para una huerta, un gallinero y árboles frutales (el terreno es de 20mts. x 40 mts.), y cuenta con estar-comedor, cocina, lavadero, baño, dos dormitorios, invernadero y galería.

Para que fueran autosuficientes desde el punto de vista energético se les colocaron dos paneles solares en el techo: uno produce energía eléctrica (fotovoltaica) para los artefactos electrónicos y las luces de la casa, el otro le provee agua caliente.

En una de las caras de la vivienda hay un ventanal de seis metros de ancho. Debajo de la ventana, en el interior, el piso es de laja negra. Los rayos de sol producen un efecto invernadero y hacen que la casa esté calefaccionada en pleno invierno, sin necesidad de estufas.

En una de las paredes externas hay dos puertas falsas: no comunican con el interior, sino a una construcción de piedra pintada de negro  que forma parte de la pared. Es el sistema de calefacción y refrigeración que se activa cuando cae la noche.

En invierno, las puertas se dejan abiertas de día para que el sol caliente la piedra. De noche, se cierran para que el calor ingrese por los orificios a las habitaciones. En verano es el sistema inverso: se cierran de día. De noche se abren y la diferencia de temperatura produce una corriente de aire capaz de disminuir hasta cinco grados la temperatura ambiente en el interior.

Otra de las características de las casas ecológicas es el tratamiento de los residuos. Los papeles, cartones y botellas sirven para alimentar el fuego de un horno de barro. Como cuentan con una cámara aislante, se puede aprovechar la incineración de residuos para cocinar, sin peligro de contaminar la comida. La basura orgánica, a su vez, se apila y se convierte en alimento para las lombrices californianas que se crían detrás de las casas para producir el abono llamado compost.

Los compostajes sirven para fertilizar la tierra de la huerta donde se producen frutas y verduras para su subsistencia. Y a la vez, son un producto que se comercializa en los meses de desempleo.

“Desde el punto de vista estético la vivienda fue resuelta en planta baja, con una cubierta a tres aguas y una importante galería. Esta se vive como espacio de transición entre el exterior y el interior y también forma parte de la identidad cultural de las antiguas viviendas rurales de los valles”, explicó a Cabal Digital la arquitecta Gabriela Polliotto, responsable del proyecto junto a su colega en la facultad, el ingeniero Fernando Galíndez.

El proyecto fue ganador de varios galardones, entre ellos fue finalista del premio a las Mejores prácticas en vivienda social en Latinoamérica, en el Congreso Iberoamericano de Arquitectura, en Lima, Perú, 2004.

Constituyó, además un verdadero ejemplo de trabajo en red: la UCASAL  (docentes y alumnos) realizó el desarrollo de la investigación y el proyecto, la dirección y administración de la obra y la capacitación técnica de los beneficiarios; la Municipalidad de Rosario de Lerma generó el marco Político– Administrativo y aportó maquinarias, equipos y áridos; el Instituto Provincial de Desarrollo Urbano y Vivienda financió los terrenos y materiales para la construcción de las viviendas, la empresa Massalin Particulares (tabacalera) donó una camioneta y 180 árboles frutales y los beneficiarios, finalmente, pusieron manos a la obra.

“Hubo muchas historias. Un caso emblemático fue el de una mamá sola (peón rural) que junto a sus 10 hijos y ayudada también por los vecinos, pudo construir su casa. Otro caso fue el de un beneficiario que trabajaba en el tabaco y además era albañil, que construyó su casa y ayudó a su vecina (empleada doméstica) que era una mamá sola con varios hijos”, recordó Galíndez.

El sistema resulta, según los expertos, sumamente económico. Estiman que hoy el metro cuadrado está valuado en 560 pesos frente a los cerca de  2400 pesos de una construcción tradicional (el ahorro es en materiales y mano de obra). En aquel entonces –época del 1 a 1 - cada vivienda costó 13.200 dólares.

Esta iniciativa podría replicarse a gran escala si se lograra la decisión política de algún gobierno de llevarlo adelante. Algo que, desde aquel 1998 en que comenzó a volverse realidad, aún no se ha logrado.

Contacto para más información: ecosol@ucasal.net