Un cooperativista en la legislatura porteña

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Una conversación a fondo con el dirigente que en diciembre asumirá su banca como diputado de la Ciudad. Las propuestas que el cooperativismo piensa llevar al ámbito legislativo para mejorar el funcionamiento de la ciudad.

Se siente orgulloso y contento de poder representar al movimiento cooperativo en la legislatura porteña, un nuevo y sustancial reto en la vasta trayectoria que ha desarrollado como militante y dirigente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos -entidad en la que actualmente se desempeña en el cargo de gerente general- y que incluye también el haber sido presidente, desde julio de 2009 hasta febrero de 2011, de la Confederación Cooperativa Argentina (Cooperar).

Edgardo Form, quien asumirá su rol de diputado de la Capital en nombre del Nuevo Encuentro, continuará de este modo con una práctica, a esta altura casi una tradición, que, con antecedentes en las diputaciones nacionales de Floreal Gorini hace una década y la de Carlos Heller en el presente, expresa la decisión política del cooperativismo de crédito de actuar en los espacios de decisión institucional con el fin de hacer oír su voz y aportar su rica experiencia a las distintas propuestas y voluntades que pujan por construir una sociedad más equitativa y solidaria. Form formó parte de las listas del bloque Nuevo Encuentro, como miembro del Partido Solidario.

En una charla franca y distendida realizada en su oficina después de la segunda vuelta electoral en el distrito capitalino, el flamante legislador habló con Cabal Digital de la tarea que se le presenta por delante y qué significa actuar en un ámbito de esa naturaleza. Este diálogo se mantuvo días antes de las elecciones primarias del 14 de agosto, en las que el presidenta Cristina Fernández de Kirchner logró una contundente victoria  

¿Qué significa en lo personal para usted haber obtenido esta diputación?

Cuando el Instituto en el 2008 festejó su primer medio siglo de vida le pusimos al libro conmemorativo y a la declaración que dimos a conocer celebrando el hecho: 50 años de ideas e ideales. De esas cinco décadas, una parte importante tuve el honor de vivirla personalmente -ingresé al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos el 16 de enero de 1970- y al lado de dirigentes de enorme valía como fueron, en primer lugar Floreal Gorini, nuestro gran maestro, Jacobo Laks, Meyer Dubrovsky, Tobías Fainberg o David Naishtat, dirigentes de una enorme lucidez y capacidad de analizar la realidad, de interpretarla. Y, por supuesto, al lado también de Carlos Heller, que es el heredero de aquella pléyade de hombres brillantes, de una gran formación, tanto en el aspecto doctrinario como en su capacidad de gestión empresarial.

De manera que al cabo de todo ese tiempo, llegar ahora a la legislatura porteña es una enorme satisfacción y un tremendo desafío. Y para el movimiento es un logro muy relevante porque, en rigor, el Instituto acuñó desde hace tiempo un concepto que visualiza al cooperativismo como una herramienta de  transformación social. Eso es lo que nosotros creemos corresponde a su esencia. No solo se trata de una empresa o de uno de los tantos segmentos que forman el movimiento social. Es, sobre todo, un instrumento que combina los rasgos propios de un movimiento social con la gestión empresarial. Y que, mientras demuestra la existencia de formas de organizar la economía mucho más creativas y justas que las que propone el capitalismo tradicional, contribuye a la batalla cultural, a la lucha por difundir ideas que ayuden a formar ciudadanos con concepciones y conductas más democráticas. Ciudadanos que acepten las reglas de juego propias de la democracia, el debate, la construcción del consenso, el hecho del respeto por las minorías y la valoración de la diversidad como una riqueza. 

¿En el cooperativismo mundial de otros tiempos se hablaba sin embargo de neutralidad política y religiosa?

Es verdad, pero eso fue luego modificado. Esos términos se consagraron en el estatuto  fundacional de los Pioneros de la Cooperativa de Rochdale con el fin de evitar que los conglomerados políticos que actuaban en 1844 en Inglaterra, los conservadores y laboristas de entonces, interfirieran en el armado de la conformación societaria. Se apeló al concepto de neutralidad política y religiosa para respetar el primer principio de la cooperación, que es el de puertas abiertas. Es decir, para asegurar la no discriminación por motivos ideológicos, étnicos, religiosos. Pero, después se vio que el concepto de neutralidad no servía a la hora de defender los intereses de los asociados. En este campo no se puede ser neutral. Y se empezó a hablar de independencia y autonomía, vocablos que terminaron por consagrarse. Ahora, junto al concepto de herramienta de transformación social, del que hablaba antes, desde hace varios años fue empezando a crecer también en el ámbito cooperativo internacional la idea de lo que se ha definido como incidencia política. O sea, la posibilidad de que las cooperativas a través de sus instancias gremiales, representativas, federaciones o confederaciones, pudieran incidir en la defensa de los intereses del movimiento, en la promoción de determinados marcos legales, normativos, en fin, en la búsqueda de las reivindicaciones específicas del sector.

¿Cuándo ocurrió eso?

Recuerdo que como miembro del IMFC fui convocado a un encuentro de la Alianza Cooperativa Internacional realizado en la oficina de la ACI Américas que funciona en San José de Costa Rica. Fue allá por el 2002 ó 2003 y en ese lugar se reunió a un equipo de trabajo integrado por figuras del cooperativismo de varios países del continente con la idea, justamente, de elaborar un manual de incidencias de las cooperativas. Fui parte de ese  proceso de elaboración. Y ese hecho lo asocio con la experiencia que venimos transitando las cooperativas del IMFC. Nosotros hemos sido siempre muy propositivos. El Instituto ha elaborado varias veces, en momentos singulares de la historia del país, propuestas de cambio, de transformación muy concretas. Una de las más recientes fue la  propuesta que lanzamos en febrero del 2002 en el marco de la peor crisis que vivió la Argentina y que se llamó Para refundar la Nación y enfrentar la emergencia. Después, esa propuesta fue modificada y actualizada. La versión más reciente es del año 2008. Y en algún momento dado dijimos: no basta emitir documentos propositivos para modificar el contexto económico, para promover la economía solidaria, para mejorar un conjunto de aspectos que hacen a la calidad de vida de la sociedad. Hay que procurar también que nuestra gente, nuestros dirigentes, nuestros referentes ocupen lugares en donde se toman las grandes decisiones, los ámbitos legislativos, ejecutivos, es decir, los distintos poderes de la República.

¿Y de qué manera se instrumentó esa voluntad?

Para lograr ese objetivo hacía falta constituir una fuerza política propia. Y entonces se decidió formar el partido Solidario, iniciativa que tomamos un conjunto de dirigentes del movimiento cooperativo que, sin vulnerar las normas o principios de la cooperación, permitiera acceder a los espacios del poder político a las personas que tenemos la doble condición de ser ciudadanos y cooperativistas a la vez. Esto abrió en una primera etapa el camino al ingreso a la Cámara de Diputados de la Nación  de Carlos Heller, quien está desarrollando una labor formidable, con proyectos que no son testimoniales sino que apuntan a cuestiones de fondo, pendientes desde que recuperamos la democracia en 1983, como es el caso de la ley de servicios financieros para el desarrollo económico y social y la propia ley para la reforma orgánica del Banco Central.

Cuando se presentó la oportunidad de disputar un espacio en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fuimos conscientes de que se abría otra posibilidad de actuar esta vez en la Legislatura porteña. Y ahí, los compañeros del Partido Solidario y quienes integran la Alianza del Nuevo Encuentro acordaron que yo formara parte de la lista. La voluntad ciudadana con el 6,5 por ciento de votos emitidos a favor de la lista que respaldaba a Daniel Filmus y Carlos Tomada para jefe y vicejefe de gobierno hicieron el resto, permitiendo que la lista 606 de Nuevo Encuentro consagrara a dos legisladores: Gabriela Cerruti, que renovó su banca, y quien ahora es entrevistado. De manera tal que, en lo personal, es un motivo de orgullo y un enorme desafío, porque la intención es seguir trabajando en el Instituto Movilizador en la función con la cual se me ha honrado, que es la gerencia general, pero habrá que dedicarle todo el tiempo necesario a la tarea legislativa. Mi expectativa en el cargo legislativo –la vida corroborará si es así o no- es presentar proyectos que salgan al encuentro de las necesidades de la ciudadanía, sobre todo de los sectores más postergados de la Capital Federal.

¿Qué zonas son las más perjudicadas de la ciudad?

El Sur de la ciudad sigue estando postergado y hay en toda esa zona una innumerable cantidad de necesidades insatisfechas. O sea que hay una verdadera brecha entre el Norte y el Sur. Durante la campaña nosotros recorrimos muchos barrios emblemáticos del Sur porteño: Boca, Barracas, Villa Soldati. Y hay mucho por hacer. En ese sentido, procuraremos impulsar en el ámbito legislativo iniciativas que salgan al encuentro de esos requerimientos. Sabemos que esto tiene sus limitaciones, porque nuestro bloque está integrado por tres legisladores, Delia Bisutti, Gabriela Cerruti y yo. En definitiva es un bloque minoritario, dentro de un cuerpo que cuenta con 60 diputados en total. Lo cual no obsta para que demos fuerza a todos aquellos proyectos que busquen soluciones a los problemas y necesidades de la gente. En ese aspecto, procuraremos la negociación con otros bloques afines, con los que tengamos mayor sintonía en cuanto a ideas, para tratar de lograr el respaldo necesario para cada iniciativa. Pero aun en el caso de no lograr éxito con tales o cuales propuestas, igualmente vamos a tratar de dejar marcado un rumbo para que nuestra labor no pase inadvertida y para hacer también cierta docencia cívica.

¿Y qué propuestas de fondo trataría de impulsar además de las preocupaciones por temas y necesidades puntuales?

Desde el punto de vista de las propuestas de fondo, y por eso hemos acompañado desde Nuevo Encuentro la fórmula de Filmus y Tomada, consideramos que tiene que haber un Estado presente y activo, en primer lugar porque no se puede ejercitar los derechos sin un Estado que garantice ese ejercicio de los derechos. Nosotros tenemos en la Constitución Nacional el artículo 14 bis, que habla de esos derechos. La Constitución porteña, que es muy moderna, data del año 1996, también contempla esos derechos.

Uno de sus primeros artículos habla de la democracia participativa y luego consagra una serie de derechos. En un artículo menciona además que la ciudad de Buenos Aires reconoce el derecho a una vivienda digna y un hábitat adecuado. Para acceder a esto tiene que haber un Estado porteño que asegure que la ciudadanía tenga esos goces y esos derechos, y como eso todo lo demás. Y el otro gran tema que nos parece de vital importancia es que la ciudad no puede ir a contramano de la marcha general de la República. Si bien hay que preservar la autonomía y hay una tradición histórica de búsqueda y de defensa de la autonomía, también es necesario que la ciudad, que es la capital de la Nación, se inserte plenamente en su marcha, aunque su gobierno no sea de signo necesariamente idéntico al del gobierno nacional. Tiene que haber una corriente de coincidencias, de adhesiones, de ayudas recíprocas, y lo que está ocurriendo es que bajo el gobierno de Macri la ciudad ha sido un enclave de la derecha más conservadora, más recalcitrante de la política contemporánea. Entonces hay una contradicción que hace muy difícil la convivencia armoniosa, lo cual no impide hacer esfuerzos para que esa sintonía, esa sincronización, sin afectar la autonomía, se produzca.

¿Cómo evalúa los resultados de las elecciones después de haber terminado la segunda vuelta?

Está a la vista que el resultado de las elecciones en Buenos Aires merece un análisis profundo y pormenorizado. Y a  eso nos hemos abocado con distintos compañeros de  Nuevo Encuentro, sacando conclusiones que en algunos casos ya han sido publicadas en diversos medios. En primer término creemos que no corresponde descalificar a los ciudadanos porteños por la elección que hicieron al ratificar a Mauricio Macri por cuatro años más en la jefatura de la ciudad.

Hay seguramente un núcleo duro dentro de ese voto, con un componente ideológico muy fuerte, que respalda al jefe de gobierno por lo que él simboliza como expresión más contumaz de la derecha. Algunos suelen llamar a este sector nueva derecha, aunque muchos coincidimos en que de nuevo tampoco tiene nada porque sigue siendo la vieja manifestación de esa vertiente del pensamiento. Tal vez mejor maquillada, porque ha procurado utilizar formas novedosas para seducir al electorado, pero es una corriente que en la práctica no ha hecho más que ratificar aquello que recordaba Bobbio en el sentido de que todo lo que es derecha apunta a favorecer a los sectores concentrados y de privilegio, mientras la izquierda intenta democratizar la riqueza, democratizar el poder, democratizar inclusive la palabra.

Está entonces ese núcleo duro. También hay un sector que votó a favor de Macri porque no concuerda con las políticas del gobierno nacional. Sin formar parte del grupo anterior, se integra dentro de un segmento que ha recibido una fuerte influencia mediática que, entre otras cosas, ha ido inoculando, no ya una actitud reflexiva, racional en su oposición al gobierno nacional, sino que ha sembrado en su espíritu un verdadero sentimiento de odio. El odio no es racional, es como decimos una sensación, un sentimiento frente al cual suelen fracasar los intentos por tratar de persuadir con un discurso racional, sistematizado y apoyado en las buenas argumentaciones. Porque, así como se dice que “el amor es más fuerte", lo mismo vale para el odio, que requiere para ser superado de un período algo más largo que el de una campaña electoral. 

O sea, estas elecciones en la ciudad demostrarían que los medios hegemónicos siguen teniendo una intensa influencia en el espíritu de la gente.

Me parece que esa influencia sigue existiendo. Quienes están más politizados, siguen atentamente la lectura de los diarios, ven los programas de televisión especializados en materia política, son en definitiva una proporción todavía minoritaria de la sociedad. Programas como los de Tinelli o los de formato afín son los que continúan teniendo más rating. No aquellos donde se trata de analizar con más profundidad los temas, aun desde la óptica de la derecha, como podría ser los de Mariano Grondona o Joaquín Morales Solá.

Del Sel y Macri cerraron sus campañas con Susana Giménez.

Que es un programa de alto rating. Es evidente que estos dos candidatos han trabajado sobre un terreno abonado. Durante muchísimos años se hizo desde los medios masivos de comunicación e incluso los circuitos informales una prédica contraria a la política, una descalificación de ella. Se definió a la política como sinónimo de corrupción y una práctica mala por naturaleza. Y al político como un vago, un personaje inmoral que se aprovecha de los recursos que aportan los contribuyentes  para su propio provecho. Entonces, cuando aparece alguien que muestra un buen pasar, hace reír y pasar gratos momentos a la gente, dice no estar contaminado por ese virus tóxico que es la política, y además distribuye, a la manera de un pastor, ondas de paz y amor y promesas de bienestar, resurge en el imaginario colectivo ese sentimiento antipolítico que abonó aquella prédica previa. Y más de una persona se deja seducir por ese discurso tan falsamente aséptico. Digo falsamente aséptico, porque mucha de esta gente que viene de la farándula –hablo de Miguel del Sel como de Susana Giménez- aparentan no tener ideología, pero hay claramente detrás de ellos un pensamiento ideológico: que es el de privilegiar el factor individual por encima de la participación social, de los proyectos, de las ideas, y eso va en perjuicio de la calidad de la democracia, la daña. En el caso de Del Sel creo que en su triunfo, además de aquel factor que comentaba, influyó el trabajo de la derecha peronista, cuya estructura tiene todavía incidencia en algunos sectores.

¿Qué piensa de la actitud de quienes habiéndose presentado como candidatos opositores a Macri, como los de Proyecto Sur, en la segunda vuelta optaron por dejar en libertad de acción a sus votantes?

Desde nuestra óptica es un error porque ha terminado favoreciendo al macrismo, a la derecha. El haber dejado en libertad a sus votantes, sobre todo por parte del principal referente de Proyecto Sur, fue una señal para que sufragaran contra el gobierno nacional, habida cuenta de su hostilidad hacia el modelo que encarna la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Y qué cuadro ve hasta octubre?

No podemos dejar de tener en cuenta el papel que habrán de jugar los medios hegemónicos en ese lapso, que a través de sus tapas, de sus editoriales, de sus notas de fondo, seguirán poniendo la mira –como lo hicieron durante la campaña electoral en la ciudad- en la erosión sistemática de la figura presidencial. Todo esto con la finalidad de restarle confiabilidad o credibilidad y lograr, en la medida de lo posible y de los deseos de esa oposición dispersa pero que tiene su punto de concentración en los medios hegemónicos, que se llegue a una segunda vuelta electoral. Tarea esta que no parece fácil, dada la fuerte popularidad y apoyo en la población que demuestra la presidenta.  

Ahora, dejar asentada la influencia de los medios hegemónicos está bien, pero se debería suponer que hay también otros elementos para analizar en lo que ha ocurrido en la ciudad, ¿no le parece?

Sin duda, también es cierto que hay que revisar los códigos de comunicación desde proyectos como el nuestro, y el propio proyecto del oficialismo, porque además una determinada forma de transmitir conceptos, valores, categorías pueden ser comprensibles y aceptables para un determinado segmento de la sociedad pero no así para otros sectores sociales, que tienen otros códigos, que tienen otras formas de recibir la comunicación. En un encuentro que se llevó a cabo después de la segunda vuelta en el Club Español y donde estuvieron todos los miembros del gabinete, buena parte de la conducción en la Capital del Frente para la Victoria, Filmus y Tomada entre ellos, y también los referentes de la listas de adhesión que participaron en las elecciones, concretamente la que encabeza Aníbal Ibarra y la que encabezan Martín Sabatella y Carlos Heller, se habló de esto. Fue el lunes 1º de agosto y tuve la ocasión de participar también de ese encuentro. En ese ámbito se señalaron los desafíos que existen de acá a las elecciones de octubre y la necesidad de escuchar mucho a la sociedad, de tener en cuenta sus distintas demandas.

Creo que hay que prestar especial atención a ciertos requerimientos porque hay temas como la seguridad, en primer término, cuestiones en el caso de la ciudad que afectan y preocupan como la higiene, la limpieza, el tránsito, el ordenamiento vehicular, bueno, todo eso requiere soluciones locales y que deben ser articuladas con la Nación y la provincia de Buenos Aires. Hay que ver si hemos sido capaces, sobre todo los candidatos principales, de elaborar propuestas y reflexiones en sintonía con la predisposición de los destinatarios de los mensajes, de decodificarlos adecuadamente, de comprenderlos y, mucho más, de compartirlos, para luego traducir esa identidad de objetivos en el voto concreto. Hay que escuchar mucho a la gente. Tal vez pensar que no puede haber un único mensaje para el complejo universo de destinatarios, quizás hay que encontrar formas más didácticas, más sencillas.

El neoliberalismo tiene la característica, y lo demostró sobre todo en la década del noventa a través de los comunicadores que predicaban a favor de la privatización de los servicios públicos, de llevar sus mensajes a la supersimplificación, de manera que con pocas palabras y con algunas imágenes impactan fuertemente, en primer lugar en la esfera afectiva, y a través de esta vía llegan después a la mente. Acaso, desde nuestro lugar, desde el lugar de los que queremos cambios y avanzar más en la dirección en la que estamos yendo, que vamos por más nunca menos, tenemos un discurso que está todavía muy cargado de ideología, que está muy estructurado y que no todos alcanzan a comprender. Se trata de encontrar las formas de que las personas se identifiquen con nuestros valores.

¿No cree también que hubo algo de sagacidad en los comunicadores de Macri que lograron captar el estado de ánimo de la gente?

Sí, creo que esos comunicadores aprovecharon el estado de mejoría del país para usarlo en su beneficio. La consigna utilizada por el macrismo: “Estamos bien, vamos bien” usufructuó esa mejoría  en su provecho. Pero, la Capital no es un territorio aislado del país.  Entonces, no es que “vamos bien” porque Macri diseñó la macroeconomía con un sentido eficaz o eficiente. Estamos bien porque el país va en el rumbo adecuado, porque se tomaron medidas anticíclicas, porque hay un Estado presente y activo.

El problema es que el ciudadano y la ciudadana no entendieron que ese “vamos bien” depende de un contexto general. Y esa es la comprensión que hay que lograr, con la pretensión de que esa situación no solo continúe sino que sea cada vez más sólida. En este sentido, algo que dijo Filmus es conceptualmente muy importante, pero no todos lo comprendieron: que aun aquellos que les va bien, por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires, les va a ir mejor si a todos les va bien. Es decir, si se mejora la calidad de vida de los que viven en la zona Sur de la Capital o si se urbanizan todas las villas que hay en la ciudad o en zonas lindantes con el conurbano bonaerense, a todos nos va a ir mucho mejor, porque va a haber menos marginalidad, menos delincuencia y mejores condiciones para una convivencia armónica entre los vecinos. Esto es lo que posiblemente no se supo transmitir bien. De ahí la necesidad de optimizar la comunicación en esta y las siguientes etapas. Y esto nos corresponde a todos, porque como dijo Amado Boudou en el Club Español para cumplir estas tareas se necesita un armado pluralista.