Cómo convivir en vacaciones

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Muchas veces las vacaciones implican una forma diferente de convivencia con la pareja o los hijos, o incluso con los padres o los suegros que llegan para compartir unos días en familia. Esto puede ser motivo de alegría o generar fricciones impensadas que pueden terminar con discusiones o peleas. Cómo anticiparse, apostar a una convivencia armoniosa y no lamentarse a la vuelta.  Opina un especialista.

    Durante los largos meses de trabajo, las vacaciones se hacen desear como un oasis de descanso que espera al final del año laboral. Sin embargo, muy pocos anticipan los altos grados de estrés que pueden provocar los cambios de rutina y las convivencias obligadas con amigos, pareja, hijos, suegros o mascotas. No está de más anticiparse a los probables chaparrones emocionales capaces de aguar el veraneo y pensar en cómo hacer frente a los días o semanas, compartidas.

   Las vacaciones pueden transcurrir en la casa familiar, en algún otro sitio alquilado para pasar el verano e incluso en algún hotel, y muchas veces traen aparejadas situaciones que se escapan de control en el plano de los vínculos. Es por eso que el tiempo compartido con los hijos, la pareja, los hijos políticos o incluso familiares a quienes el resto del año se ve esporádicamente, requerirá de mayor tolerancia y capacidad de adaptación.

   En las familias ampliadas suele ocurrir que los matrimonios deben aprender a pasar más tiempo con los hijos de sus parejas. También es frecuente que los hijos de uno u otro se aparezcan con sus novios o parejas, quienes además suelen llegar con expectativas y hábitos propios. Estas situaciones no siempre son fáciles de sobrellevar, sobre todo si antes no se han acordado ciertas condiciones que permitan que cada uno sienta que se respetan sus necesidades y su espacio.

  “Las vacaciones pueden ser ese paraíso que vende la publicidad, lleno de palmeras, arenas blancas, sol y cuerpos sin imperfecciones... o no. Generalmente  no lo son. El mayor problema con las vacaciones son las expectativas que, como las fantasías, suelen no corresponderse con la realidad”, explica Leonardo Perelis, licenciado en psicología y especialista en temas de salud mental.“Unas buenas vacaciones requieren planificación: es necesario evaluar las expectativas, necesidades, con sentido de la realidad. Y para que salgan bien, la cuota de honestidad en la charla es fundamental. ¿Qué desea cada miembro de la familia? ¿Aquello que desea cada uno coincide con las expectativas y deseos de los demás? ¿Y el lugar elegido para las vacaciones, es el adecuado? ¿Quién se encargará de la comida y la limpieza? ¿Quién le da órdenes a quien?. Ahí radica el valor de la conversación previa, para reconocer las expectativas propias y ajenas, e intentar hacerlas funcionar.”

Los matrimonios pueden sentirse invadidos por el aluvión de familiares presentes (está probado que la mayoría de los divorcios se producen después de períodos de vacaciones). Los hijos muchas veces duplican sus demandas o esperan mayor libertad –y dinero- que durante el resto del año. Ante una rutina cambiante, el diálogo, la flexibilidad y la actitud positiva son las herramientas que pueden salvar al grupo de terminar participando de una auténtica batalla campal.

   Es importante que cada integrante tenga la posibilidad de pasar tiempo solo, y respetar sus tiempos y sus deseos, sin molestar al resto. La asertividad –que se define como la capacidad de poder expresar lo que se desea o espera del otro evitando los polos opuestos de la pasividad y la agresión- es fundamental para que cada uno pueda comunicarse sin reclamar o culpar a los demás de lo que le disgusta o le falta.
  Si los hijos o parientes se vuelven demasiado demandantes o caprichosos, no está de más recordarles que el tiempo de descanso es para todos. Los padres tienen el mismo derecho que los hijos de pasarla bien y descansar, y aclararlo con amabilidad, antes de que surjan los conflictos, puede servir para que cada uno auto regule sus impulsos y demandas.

      “Sin dudas, con los hijos, la puesta de límites honestos, es siempre la mejor solución - explica Perelis. “Retomando lo dicho, tener algún plan previo, intentar establecer cantidad de salidas por semana y cantidad de dinero disponible, cantidad de invitaciones posibles, y todo aquello que pueda anticiparse, servirá. Lo fundamental es conversarlo.”

Somos mucho más que dos
    Si bien puede ser cierto que el tiempo de ocio lima asperezas muchas veces preexistentes, también ocurre muchas veces lo contrario: las disonancias se profundizan y salen a la luz las contradicciones de los vínculos.

“El tiempo en pareja en las vacaciones es radicalmente diferente al del resto del año. Las vacaciones son un gran test de la relación”, clarifica el especialista. “¿Cómo estamos? ¿Cómo nos llevamos durante tantas horas juntos? ¿Tenemos tema de conversación? ¿Disfrutamos del otro? ¿Conocemos realmente a quien es nuestra pareja? Las expectativas en las vacaciones suelen ser el factor desencadenante de muchos frustraciones. Se pueden planificar miles de cosas, pero jamás lo que se va a sentir. Lo mejor, hacerse cargo de lo que uno siente, identificarlo, y no andar echando culpas.”

Cuando las vacaciones se comparten con amigos –ya sea en la adolescencia o en la adultez- también es fundamental estar atentos al estilo de vida de cada uno para encontrar puntos de acuerdo y minimizar, hasta donde sea posible, diferencias capaces de entorpecer los vínculos. Está claro que no es lo mismo encontrarse de vez en cuando a cenar que partir a un viaje común o compartir el mismo espacio para dormir y pasar unos días o semanas.

El hecho de que cada uno tenga una tarea específica de la que ocuparse –compras, mapas, asados, limpieza, administración de los gastos, etc-, previamente acordada, puede servir para delimitar las obligaciones y responsabilidades, evitando que se superpongan los quehaceres. Luego se tratará de que cada uno respete lo acordado y de cruzar los dedos para que el tiempo de descanso y disfrute no se convierta en otra cosa.

A continuación, algunos consejos prácticos para lograr la armonía grupal y disfrutar de un auténtico descanso:

El dinero
   Lo más aconsejable es prever un presupuesto estimativo y ponerse de acuerdo antes de empezar el veraneo en cuánto gastará cada uno y a qué se destinarán estos gastos. De este modo, aunque puedan surgir extras o imprevistos, serán menos las situaciones de tensión que puedan surgir por caprichos o gastos excesivos no calculados.

La limpieza y el orden:
   Si, por ejemplo, el hombre no disfruta de hacer las compras y prefiere ocuparse de los asados o viceversa, eso puede combinarse antes de partir. Puede acordarse intercambiar roles o rutinas del año para que cada uno descanse de aquello que “siempre le tocó hacer”.

El diálogo y la colaboración grupal
   Es fundamental que cada uno pueda expresar lo que necesita o tiene ganas de hacer sin que el resto se sienta ofendido o atacado. Para eso, conviene intentar expresar de manera asertiva gustos o preferencias y también ser tolerante con las necesidades y deseos del resto. No todos deben hacer todo al mismo tiempo: mientras unos prefieran ir a la playa, otros pueden querer seguir durmiendo y sumarse más tarde al programa, por ejemplo. La flexibilidad es importante para que los hijos no sientan que no pueden decidir y los padres no sientan que sus planes se ven arruinados por la negativa de los adolescentes o los mayores, que pueden precisar cosas distintas o tener actitudes más introspectivas. Las actividades que pueden compartirse entre todos –las comidas, un juego de cartas, un paseo etc- pueden planificarse mientras se reserva otro margen de tiempo para que cada uno haga lo que prefiera de manera individual.

Evitar actitudes invasivas y respetar tiempos en soledad
   Reservar espacios de intimidad de las parejas y también de cada uno de los integrantes de la familia. La necesidad de pasar tiempo solos no debe ser interpretada como desinterés. Es importante para reducir la ansiedad y el estrés que suele provocar el hecho de estar interactuando o conversando de manera incesante con otros.
  Del mismo modo, si algunos miembros de la familia están conectados todo el día a sus respectivos dispositivos electrónicos y eso molesta a otros, puede negociarse que durante las comidas, o a partir de determinado horario los celulares y tablets se silencien o desconecten para que todos puedan sentirse integrados.
  Para las parejas, es fundamental reservarse momentos de intimidad, sin amigos ni hijos merodeando alrededor: caminatas, paseos, cenas románticas o un par de horas diarias de descanso juntos pueden ayudar, y mucho, a una convivencia armoniosa.

No dramatizar
   Finalmente, si surge algún problema, lo mejor es encararlo con actitud positiva y teniendo en cuenta que aunque algo pueda irse de las manos, probablemente nadie haya tenido malas intenciones. Mantener una comunicación fluida y respetar los intereses de todos, acordar en lo posible las rutinas y límites y consensuar actividades placenteras deben ser los principios que convendrá retomar en esos casos para recuperar la armonía.


¿Atravesaste alguna vez situaciones complicadas durante los veraneos? ¿Ponés en práctica algún truco para sobrellevar la convivencia con tu pareja o familia?