Crítica de cine: El otro lado del éxito



Entretenimientos

El otro lado del éxito (En el original: Clouds of Sils María, Francia/Suiza/Alemania, 2014). Dirección y guión: Olivier Assayas. Fotografía: Yorick Le Saux. Intérpretes: Juliette Binoche, Kristen Stewart, Chloë Grace Moretz, Lars Eidinger, Johnny Flynn, Angela Winkler. Duración: 124 minutos.

Cinesta francés de importante producción (entre otros títulos mencionemos Carlos, Las horas del verano, Los destinos sentimentales, Remonlover, Irma Vep, etc.) y especial sensibilidad, Olivier Assayas es un artista que tiene detrás una larga tradición de la que no reniega: haber sido antes crítico de la mítica revista Cahiers de Cinéma y amigo de muchos de los grandes exponentes de la nouvelle vague, entre otros de François Truffaut. El otro lado del éxito (Nubes de Sils María sería su traducción del inglés reemplazada por ese otro título híbrido) es la historia de una gran actriz de teatro y cine que, atravesando los cuarenta años y sin el esplendor de su belleza juvenil, debe afrontar otra etapa de su carrera con toda la carga que eso significa como conflicto con la edad, cierta pérdida de los primeros planos absolutos en la notoriedad, competencia con las jóvenes figuras que no tienen consideración y otras angustias.

      Como en una obra de teatro donde los diálogos deben ser muy burilados, Assayas se toma el tiempo necesario para que la palabra vaya construyendo los perfiles psicológicos y las tensiones indispensables, cuidando con refinamiento y mucha inteligencia no caer en los climas graves. La película comienza cuando la actriz (María Enders), junto a su asistente Valentine (Kristen Stewart) viajan en un tren para asistir a un homenaje al consagrado dramaturgo Wilhelm Melchior, quien  descubrió a María cuando apenas tenía 18 años y la hizo representar el papel de una joven en su obra La serpiente de Maloja. Poco antes de llegar el tren a destino se entera de que el dramaturgo ha fallecido (después sabrá que se ha suicidado debido a que padecía una enfermedad incurable) y participa en lo que de un reconocimiento en vida se convierte en homenaje póstumo. Allí, mientras espera su turno para hablar, se entrevista con un joven director que desea hacer la misma obra que ella hizo en el papel de la joven, pero ahora actuando en el rol de una cuarentona que muere de amor por ella.

     En su interior comienza a gestarse una fuerte resistencia a aceptar el papel por lo que ratifica, precisamente, sobre el paso del tiempo, pero no solo eso, también por algunas implicancias de orden afectivo que aparecerán con el avance del film. La viuda de Melchior la invita junto a su asistente a pasar unos días en su cabaña en la región de Sils María (distrito de Maloja) donde su marido se suicidó. Allí tendrá tiempo para reflexionar sobre si acepta la propuesta teatral del joven director y al hacerlo comienza el ensayo del texto ayudada por su asistente, en un juego de espejos que transparenta que, entre ellas, ocurre algo similar a lo que cuenta la pieza del autor fallecido. Estos pasajes de lectura constituyen uno de los duelos actorales más intensos de la película y demuestra hasta qué punto excelso Juliette Binoche es una de las mejores actrices de la actualidad. Pero hay que destacar que la joven Kristen Stewart pulsea con ella en un sorprendente nivel de igualdad.

        Lo demás para subrayar en la película es su impresionante belleza visual y sonora. Los paisajes de Sils María deben ser de los más bellos del mundo. Y es particularmente notable cuando se refleja ese maravilloso fenómeno natural que son las nubes que vienen de Italia desplazándose entre las montañas en el pasaje de Maloja, en una suerte de ondulación caprichosa que las hacen parecer al deslizamiento de una víbora. Ese fenómeno había sido ya filmado hace cien años en un documental por el geólogo y cineasta Arnold Franck. Mientras la cámara va captando esa extraordinaria visión, Assayas va pasando la música del largo de Xerxes (“Ombra mai fu) de Hendel y entonces es imposible que la emoción no invada al espectador como una súbita e inefable sensación de estar frente a algo verdaderamente sublime.

Notas relacionadas