Crítica de teatro: Lisístrata o la rebelión de las mujeres



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Lisístrata o la rebelión de las mujeres. De Aristófanes. Director: Roberto Monzo. Dramaturgia: Florencia López Peluzzi, Antonella Piersanti, Roberto Monzo y Rodolfo Roca. Escenografía: Kenneth Orellana Gallardo. Intérpretes: Ivana Averta, Facundo Buggiano, Constanza Canónico, Nicolás Carto y gran elenco. Teatro Andamio 90, Paraná 660. Los sábados a las 20 horas.

Tal vez el mayor de los comediantes de la época clásica griega, Aristófanes escribió muchas obras de verdadero valor histórico, porque además de reflejar con humor los conflictos de la sociedad de su tiempo también transmitía distintos aspectos de la vida diaria. Sin duda, Lisístrata es la más divulgada de sus comedias. Su anécdota es conocida: las mujeres hartas de las penurias y sacrificios que impone la guerra del Peloponeso urden una estrategia para poner fin a los enfrentamientos bélicos. La idea rectora de ese plan se le ocurre a Lisístrata y en su consulta con otras mujeres logra imponerla: se someterá a los hombres, tanto del lado de Atenas como de Esparta, a una prolongada abstinencia sexual, poniendo como condición de su fin que se terminen las hostilidades entre bandos enemigos.

     El trabajo por lograr la unanimidad de apoyo de las mujeres es arduo y en las distintas vicisitudes por conseguir doblegar la voluntad de los hombres, Aristófanes consigue articular situaciones de gran comicidad y ácidamente críticas a las instituciones que provocan estas luchas absurdas y sangrientas. La obra se dio en muchísimas ocasiones en la Argentina, casi siempre en versiones muy cuidadas y con elencos muy afiatados en el trabajo escénico. Una de esas versiones, hace unos 20 años, se vio en el Teatro Andamio 90, que realizó un montaje con buena repercusión en la crítica y en el que intervendrían jóvenes alumnos de la escuela de la institución por entonces, como Claudio Tolcachir, Luciano Cáceres, Guillermo Parodi y muchos otros. Desde hace un tiempo, y en homenaje a 25 años de la fundación del teatro, y siguiendo una tradición de hacer obras con los alumnos de la escuela, se decidió exhumar aquella versión, aunque con algunas variantes.

     La principal es –además de los cambios introducidos en el texto- la intervención de un terceto familiar (padre, madre e hija) que asisten a ver el espectáculo y no pueden evitar comentar a cada rato distintos aspectos de la obra. Hay que decir que ese recurso provee a la versión de un aire fresco que no siempre alcanza la totalidad del elenco, muy juvenil y entusiasta, pero claramente desparejo.  En ese sentido, hay que decir que algunas secuencias del texto están jugadas con mucha gracias y otras bastante desaprovechadas, producto precisamente de los desniveles en la capacidad de actuación. En ese sentido, la versión de hace dos décadas parecía más redonda, más precisa en la marcación interpretativa. Al menos así lo indica la memoria, que como se sabe es frágil y con frecuencia falla.

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