Rumbo a Londres 2012: Atletas con historia

Deportes

Dueños de una trayectoria singular, cinco representantes locales comparten sus esperanzas, temores y retos de cara a la máxima cita deportiva. Espíritu amateur y políticas a largo plazo.

Sueños argentinos

En los ratos libres de la Villa Olímpica, ese territorio internacional parcelado por las ilusiones de miles de deportistas, Jennifer Dahlgren, argentina, acreedora del récord sudamericano de lanzamiento de martillo, se relajará leyendo. De ser posible será un libro de Shakespeare, su escritor favorito, casi como un guiño al cielo que la cubrirá en esos días, a orillas del río Támesis, en Londres, la ciudad de los Juegos Olímpicos 2012.
Jennifer estudió literatura inglesa en la Universidad de Georgia. A diferencia de muchos atletas que eligen una carrera relacionada con los deportes, ella se inclinó por las letras. Porque, al cabo, es probable que no sea el deporte lo que le espere para el resto de su vida. Es una posibilidad factible, quién sabe. «A mí me gusta enseñar –cuenta Jennifer–, me gusta la literatura, la literatura mezclada con la historia, la historia del autor, el momento en que se escribió una historia. Por eso decidí estudiar literatura».

Dahlgren no viaja sin libros. La lectura le sirve para recuperarse entre entrenamientos. A su biblioteca hay que agregar otro inglés: Charles Dickens, el hombre que contó los años de la Revolución Industrial. «Cada vez que leo una obra de Shakespeare quedo shockeada, su forma de escribir me encanta. Te hace pensar, te hace analizar los juegos de palabras. Es único», dice Jennifer que, de todos modos, no aterrizará en Londres con el objetivo de leer sino con el de buscar un lugar en la final de lanzamiento de martillo femenino, lo que equivale a estar entre las 12 mejores de los Juegos. Si consigue esa primera meta, intentará llegar a estar entre las 8 primeras para traerse a Buenos Aires un diploma olímpico.
A sus 28 años, será la tercera oportunidad para Jennifer, que ya participó de Atenas 2004 y Beijing 2008. Es decir que llegará a la Villa de la ciudad inglesa con una mochila llena de experiencia. «En comparación a hace cuatro años soy otra atleta –dice–, evolucioné mucho y crecí mucho». Por eso, esta vez, no buscará sólo acumular una aventura olímpica sino conseguir un buen resultado.
Dahlgren tuvo una formación de nómade. Nunca pasó más de 5 años en un mismo lugar. Apenas nació, sus padres Irene y Roberto se mudaron a San Pablo, Brasil, y un tiempo después llegó a Houston, Estados Unidos, el país en donde vivió, en total, 16 años, aunque en distintas ciudades y con intervalos.

Todo resultó parte de su aprendizaje. «Fue como un desarraigo constante –dice–, pero ahora entiendo que el mundo no tiene fronteras cuando uno está en busca de un sueño».

En Estados Unidos jugó fútbol, básquet y sóftbol. Hizo natación y tenis. También se inició en atletismo. Su madre, Irene Fitzner, fue una de las grandes velocistas argentinas, llegó hasta cuartos de final de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. Al regreso de la familia a Buenos Aires, Jenny acompañó al CENARD a su hermana, Sabrina, que se entrenaba con Andrés Chiaradía. Tenía 14 años cuando Chiaradía la introdujo en el lanzamiento de martillo: «Si bien tengo un talento natural y me gustó, fui mejorando y participando de los torneos más importantes. Me hice amigos y se hizo una bola de nieve para que me enganchara más».
La bola de nieve la llevó otra vez a Estados Unidos. En 2004, consiguió una beca completa de la Universidad de Georgia, para la que además compitió en lanzamiento de martillo. Ahí fue, también, donde se enamoró de Shakespeare. El 12 de mayo de 2008 se recibió. Al día siguiente, se tomó un avión a la Argentina. «Fue la primera vez que pude elegir dónde quería vivir, qué quería hacer, en qué lugar quería estar». Ese lugar se llama Buenos Aires.

Más de 100 deportistas representarán a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Londres, que se desarrollarán entre el 27 de julio y el 12 de agosto, con 204 países en competición, y 35 disciplinas que repartirán 4.700 medallas. La delegación tendrá desde la experiencia del ciclista Walter Pérez, ganador de una medalla de oro en Beijing 2008, hasta la juventud de Braian Toledo, dueño del récord sudamericano en lanzamiento de jabalina y una de las esperanzas en atletismo para el país. Braian, que a los 18 años vive en Marcos Paz junto con su mamá Rosa y sus dos hermanos, salió al mundo a partir de los Juegos Evita. Los técnicos de la Secretaría de Deporte detectaron su talento y, desde entonces, con una beca, comenzó a entrenarse en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo, el CENARD. Braian ganó la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur 2010, y obtuvo el bronce en los Panamericanos de Guadalajara 2011. Ahora va por su primera experiencia olímpica en mayores.

Entre los deportes de equipo, esta vez, no estará la selección de fútbol. Sí, en cambio, será una nueva oportunidad para el básquet –oro en Atenas, bronce en Beijing– y para el hockey de Las Leonas –plata en Sydney, bronce en Atenas y Beijing–. Precisamente Luciana Aymar, símbolo del hockey femenino, fue elegida para llevar la bandera argentina durante la ceremonia de inauguración en Londres, lo cual constituye una prueba elocuente de los logros de la disciplina, al tiempo que un reconocimiento a la trayectoria de Lucha, quien se despide del Seleccionado en este juego olímpico. Además, retornará el hockey masculino después de la ausencia en suelo chino y será el debut de los hombres del handball. Los Gladiadores –bautizados así durante el Mundial de Suecia– clasificaron para Londres envueltos en épica y angustia. El 24 de octubre de 2011 derrotaron a Brasil 26 a 23 en el estadio San Rafael de Guadalajara, ganaron el oro panamericano y el primer pasaje olímpico en la historia del handball argentino.
«Lo de Brasil fue la frutilla del postre –dice Andrés Kogovsek, 38 años, capitán del equipo–. Yo sabía que era mi última carta porque por edad, lógicamente, era muy lejano pensar en los próximos Juegos Olímpicos. Fue la emoción más grande que tuve. Una película de 30 años de deportes se me pasó por la cabeza. Porque de los momentos malos no me puede enseñar nada nadie. Entonces cuando te viene lo bueno recordás las derrotas y disfrutas de las victorias».

Es curioso el caso del handball. Se trata del deporte más jugado en los colegios argentinos. Nadie que haya pasado por una escuela de este país pudo haber sido ajeno. Sin embargo, eso nunca se trasladó al alto rendimiento. Hasta ahora. «De los que estamos en la Selección la mayoría juega o jugó afuera. Esa inmigración fue fundamental para el cambio. Y el buen laburo que se hizo durante muchos años», dice Kogovsek. «Haber llegado a los Juegos no fue sólo 4 años de proceso sino un trabajo de décadas».

Andrés, como todos, jugó al handball en el colegio. Vivía en Villa Ballester y sus padres, ambos eslovenos, decidieron mandarlo a una escuela alemana. El físico no lo ayudaba: no era muy alto y eso le daba cierta desventaja. Hasta que pegó el estirón y su cuerpo entró en línea. A los 8 años comenzó a jugar en SAG Ballester, el club donde se formó como jugador, su casa. «Siempre fui un jugador de lucha, pero me fui perfeccionando con el tiempo», cuenta Andrés, que se inició como lateral y continuó como extremo. A los 15 años, cuando lo convocaron para la categoría de cadetes, comenzó su camino en la Selección argentina. «Cuando te ponés la celeste y blanca pesa, es una cosa seria», dice. «Ahí fue cuando me dije: la vida por esto».

Vivir para contarlo

Andrés estudió periodismo deportivo. Mientras crecía en el handball, un deporte amateur en el país, trabajó con su padre hasta que surgió la chance de jugar en España. Estuvo 5 años en el Balonmano Antequera. En esa ciudad de la provincia de Málaga nació uno de sus dos hijos. «Fue lo más grande que viví deportivamente en un club. La Sociedad es mi casa, lo es todo para mí, pero cuando me fui a España obtuve mi segunda casa», dice. El equipo estaba en el descenso y lograron ascender. Hasta jugaron una Copa del Rey. Cuando Andrés decidió regresar al país, en 2009, retiraron su camiseta. Un ídolo.
Kogovsek es líder en la Selección que dirige Eduardo Gallardo. La vieja guardia. Diego Simonet –22 años, central, Ivry de Francia– es el crack y la esperanza. Ambos son el Yin y el Yan de la selección. Uno por experiencia, el otro por juventud. Ese equilibrio expone una clave del equipo. «Para lograr algo en el deporte –dice Andrés– se necesitan de las 3 generaciones: de 20 a 24, de 24 a 30 y de 30 en adelante. Acá hay un mix. Con eso, más el buen trabajo del cuerpo técnico, el buen nivel de los jugadores, y el buen entrenamiento se llegó a los Juegos».

Federico Molinari no fue a una guardería cuando era niño sino a un gimnasio. Nació en Rosario pero a los 4 años sus padres decidieron mudarse para trabajar como entrenadores de gimnasia en el Club Atlético San Jorge. Federico creció entre barras y anillas. Mientras sus papás hacían lo suyo, él se entretenía en el foso de caídas y pensaba en la adrenalina de saltar y dar vueltas por el aire. Hasta que lo que empezó como un juego, de pronto, se convirtió en una pasión. A los 8 años, tan pequeño, supo que quería dedicarse a la gimnasia artística, el deporte por el que representará a la Argentina en Londres.

Molinari no estará solo. En la rama femenina participará Valeria Pereyra, que será la atleta más joven de la delegación argentina. Tiene 16 años y la agenda marcada en el día y la hora del sueño: domingo 29 de julio a las 9.30. «Va a ser inexplicable estar en los Juegos Olímpicos, a cualquier deportista le gustaría estar ahí. Me gustaría aprovecharlo al máximo», dice Valeria, que comenzó a practicar gimnasia a los tres años en Vélez. Allí la conoció su actual entrenadora, Daniela Conde. «El deporte me atrapó apenas empecé –cuenta Valeria– pero al principio lo tomaba como juego. Hasta que Daniela entró en Vélez, cuando yo tenía 13 años, me explicó cómo era el alto rendimiento y me gustó la idea de trabajar con esa meta».
Para eso se necesitó esfuerzo. Valeria vive en Liniers y todos los días se toma el colectivo para, además de entrenarse, cursar cuarto año en la escuela secundaria que el CENARD inauguró en 2005. Y cuando sus amigas salen, ella debe irse a dormir. Lo requiere su cuerpo para una buena preparación. Lo entiende: «Soy adolescente y hay cosas que tengo que dejar. A los 16 años no es fácil porque estoy en una edad rebelde y cuesta mucho». Gracias a esos sacrificios, aprendió, llegó a Londres.

Federico también sabe de qué se trata el esfuerzo. Una vez que terminó la secundaria llegó a Buenos Aires para vivir en el hotel del CENARD. Quería seguir creciendo como atleta. Allí, con otros compañeros de sueños, se gestó la idea de convertirse en un deportista olímpico. Cuando creía que llegaría a Beijing 2008 una lesión en la rodilla lo dejó afuera. Pero se levantó. Y acá está: en Londres.

Antes de desembarcar en la ciudad olímpica, Valeria y Federico jugarán torneos preparatorios en Bélgica y Eslovenia, y un Panamericano en Colombia. Allí buscarán afinar los últimos detalles para arribar bien acomodados a Londres. Molinari se prepara para su fuerte, las anillas, con las que intentará llegar, en principio, al lote de los primeros 15. Ese sería un buen resultado aunque, por supuesto, tratará de estar lo más arriba posible. Pereyra también se puso un objetivo alto: quedar entre las 24 que tendrán un lugar en la final all around, la sumatoria de las cuatro especialidades: paralelas, viga, suelo y salto. Ella se entusiasma: «Con el entrenamiento que estamos realizando lo vamos a poder lograr».

Descubrir la pasión

Alguna vez hubo que vender pollos, otras vender rifas, no fue fácil para Germán Lauro construir su ilusión. Todo empezó en su natal Trenque Lauquen, cuando tenía 14 años. Unos amigos lo invitaron a sumarse a su grupo de atletismo. Germán venía de una familia fierrera, él mismo es un amante del automovilismo, pero se enganchó. Luego del primer año fue campeón mundial de infantiles en lanzamiento de bala. Y no paró más.

–¿Que te gustó de ese deporte?
–Es algo raro. Se compite con uno mismo, es una tarea de autosuperación, y tal vez sea lo que tiene de lindo. Porque ves día a día lo que sos capaz de hacer, entonces es lo que hace que sea un deporte que te atrape. Si querés ganar un récord o una medalla está en vos.
Después de terminar la secundaria, Germán viajó a Buenos Aires con una beca del CENARD y la posibilidad de estudiar para ser contador público, una carrera que aún tiene pendiente. El primer año en el centro de entrenamiento de Núñez le costó mucho. No por el lugar, sino por la ciudad. Venía de Trenque Lauquen, 50.000 habitantes, y pasó a una Buenos Aires de millones. Además los viajes le complicaron los estudios.

Mejores perspectivas

«Estuve casi 8 años en el CENARD, fue una etapa muy linda», dice Germán, que regresó en 2009 a Trenque Lauquen, donde se entrena con Carlos Llera. Lauro participó en Beijing 2008, y ahora tendrá su segunda oportunidad en los Juegos Olímpicos de Londres, donde buscará llegar a la final. «Lo tomamos como un empujón anímico muy grande, pero también es una presión que hay que saber manejar. Nos ayudó a ganar confianza en el pelotón de arriba y saber que se puede estar ahí en la final. Sabemos que podemos llegar a ese nivel», dice Germán, que además cuenta con 4 años de experiencia en relación con Beijing. «Los Juegos no se pueden comparar con ningún torneo. Para nosotros es algo espectacular, ahí están los mejores deportistas del mundo. Tipos que ves en la televisión y, de pronto, los tenés al lado»

Germán Lauro sabe que el lanzamiento de bala no tiene una tradición muy fuerte en el país. «En el fútbol podés mirar para atrás, o en el hockey, pero en este caso no tenés tanto para ver. El récord nacional que yo batí era del 70». Hoy está 12º en el ranking mundial. Aunque esa no es la posición argentina en el ámbito internacional. «Porque cuando yo me retire –explica– vuelve todo para atrás. Por eso hay que generar políticas para que lleguen otros. Hoy domina Estados Unidos, dentro de los primeros diez del ranking hay 5 de ese país».

Así como tenía que organizar rifas y vender pollos con su grupo de atletismo, las cosas fueron cambiando para Germán a medida que su nombre se instaló. Aunque todavía, dice, es difícil. La cuestión, eso sí, mejoró con la implementación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), una sociedad conformada por la Secretaría de Deportes de la Nación y el Comité Olímpico Argentino, para gestionar el apoyo económico a los atletas con financiamiento de un impuesto de un 1% a la telefonía celular.

«Se nota el cambio con el ENARD –dice Lauro– pero lo que falta todavía son políticas. Se mejoró en la parte financiera pero las políticas deportivas no han cambiado. Igualmente esto no es de un año para el otro. Se necesitan muchísimos años, hay que esperar. Hoy se ven mejores perspectivas, se les da chance a muchos que no tenían posibilidad de competir afuera. Esto facilita, pero sólo por poner plata no se va a crear una política. Hay que pensar bien el desarrollo y la generación de deportistas, hay que descubrirlos, que es lo más difícil». Federico Molinari también tuvo que organizar rifas para viajar. Y en San Jorge, la ciudad que lo adoptó, llegaron a organizar una vaquita para que pudiera financiarse un viaje. Todos los atletas amateur tienen esas historias de dificultades económicas. Jennifer Dahlgren cuenta que muchas veces tuvo que pedirles dinero a sus padres. «El banco de papá y mamá –señala– fue una de las cosas más grandes que tuve. Me han comprado boletos de avión, martillos, zapatillas para lanzar, de todo, siempre fueron mis grandes admiradores». Ambos creen que el ENARD trajo alivio en ese sentido. Y estos serán los primeros Juegos Olímpicos con el ente –aprobado por el Congreso en 2009– en funcionamiento.

«Ha habido una gran mejora. Al principio tardó un poco porque no se sabía cómo se iban a otorgar las becas. Hasta que se organizó y la plata comenzó a llegarle a los atletas cuando más la necesitan», explica Dahlgren. «Mis primeros años –dice Molinari– fueron muy duros. Cada vez que viajaba juntaba plata para pagarme todo, así que más que disfrutar lo sufría. Después de 2009, con el ENARD, eso cambió. Fue un desahogo y se vio en los resultados».
Federico, que se entrena con su padre y el ruso Vladimir Markarian, vivió los peores años del ceNARD. «Cuando llegué estaba devastado, viejo, abandonado», recuerda. Eso fue transformándose. «El aporte del ENARD se sintió enseguida, aunque para que haya un cambio en serio no alcanza con tres años. Porque yo empecé hace 24 y por más financiamiento que tenga ya no cambia mi formación», dice el gimnasta, que remarca su orgullo por representar a la Argentina en el deporte que lo encontró de chico en un club de San Jorge.

Valeria Pereyra, su colega en la disciplina, siente lo mismo y sueña con que la gimnasia tenga más difusión en el país. Aunque ahora está enfocada sólo en su preparación para el debut olímpico. Como Dahlgren, que además de entrenarse ya imagina los días en la Villa Olímpica: «Es una experiencia única. No sólo porque te cruzás con atletas a nivel internacional, sino también con los argentinos. A mí me sorprendió Manu Ginóbili, un tipo normal, muy humilde, inteligente y cálido, y es una megaestrella. Disfrutás mucho hablando con gente así».

Germán Lauro competirá en Londres el 3 de agosto por la mañana. «Es una satisfacción muy grande estar en los Juegos Olímpicos –dice–. Son muchos años de trabajo que se ven reflejados en ese momento. Uno se acuerda de todo lo que tuvo que sufrir para estar ahí».
Andrés Kugovsek espera que el handball pueda ubicarse entre los ocho mejores de los Juegos: «Pasaría a ser el logro más importante de una selección de ese deporte en la historia». Pero también sabe que vivirá una experiencia personal única. A diferencia del resto, que compite en disciplinas individuales, en su caso no estará solo: irá a Londres como parte de un equipo. «Ser capitán y que te elijan los jugadores te carga de responsabilidad. Pero el apoyo de mis compañeros y la confianza me hacen más fácil el trabajo», dice Andrés. «Todo esto es un sueño para mí, lo agradezco todas las noches».
Es el anhelo de todos los atletas, cada cuatro años, cuando se enciende la llama olímpica, el fuego de la ilusión, tan vigente –aunque sin tragedia– como las obras de Shakespeare que, tal vez, lea Jennifer Dahlgren en su rincón de Londres.
                                                                                              Alejandro Wall

Detrás de las medallas

Claudio Morresi está a un costado de la pista del CENARD. Braian Toledo se prepara para lanzar. Es el Gran Prix Sudamericano. Aquel día, el chico de Marcos Paz rompió su récord con una marca de 79,73 metros y se llevó la medalla de oro en lanzamiento de jabalina. Morresi, secretario de Deportes de la Nación mira el movimiento del juvenil como si estuviera hipnotizado. Toledo es una de las esperanzas del atletismo argentino en Londres. Es la historia del deportista que sale desde abajo hasta llegar al triunfo; el chico que pasó del deporte social al alto rendimiento. «Braian pudo lograrlo –dice Morresi–. Hay otros que no lo consiguieron pero igual el Estado los acompañó. Hay cientos y cientos que tal vez no puedan concretar su sueño, pero es tan valedero como los que llegaron». Braian es un símbolo.
–¿Cuál es la expectativa para los Juegos?
–Nosotros aprendimos a dividir en dos. Estamos satisfechos de haber cumplido nuestra función de herramienta del pueblo argentino para que sus atletas puedan desarrollarse y potenciar sus capacidades. Hubo una preparación, viajes, compra de equipamiento, becas que desde hace ya un par de años reciben nuestros deportistas. En eso nos sentimos obligados. En cuanto a resultados, van a ser juegos difíciles y complicados, donde EE.UU. y China seguirán arrasando, y donde Europa, por ser el lugar donde se compite, va a tener una cierta ventaja. Así, vemos un ascenso importante en muchas disciplinas que antes no tenían nivel sudamericano y hoy van a tener un crecimiento. Ojalá eso se transforme en medalla.
–¿Nunca se evaluó la política deportiva a partir de las medallas?
–No, tiene que ver con darle la posibilidad a todo argentino de que pueda entrenarse en alguna disciplina, viva donde viva y tenga la condición social que tenga. En este tiempo se han creado muchos lugares para desarrollarse. Eso viene creciendo y hace que haya más gente practicando deportes y más probabilidades de detectar figuras potenciales. Pero nosotros hemos aprendido que la tabla de medallas no es sinónimo de desarrollo de un país.
–¿La implementación del ENARD ya se siente?
–Se está viendo y se va a potenciar mucho más. Es la unión de la Secretaria con el COA. Y eso hace que se tenga un instrumento administrativo más veloz y rápido dentro de lo que es la administración del Estado. Estamos viendo el progreso de muchos deportistas y el crecimiento de muchas disciplinas.
–¿Y el financiamiento aumentó?
–Sin dudas. Cuando comenzamos en el 2003 había 26 millones de pesos de presupuesto para el deporte argentino. Néstor Kirchner lo fue aumentando año tras año, y Cristina lo mismo. Y se le dio institucionalidad a través de la ley de los Juegos Evita, la ley de Clubes y la ley del ENARD. Hasta hoy se aumentó un 1.200% el presupuesto, lo que quiere decir que estamos cerca de los 340 millones de pesos. Eso es contundente.