Un tren imparable



Deportes

Ferro y los héroes de Timoteo Griguol.

Antes del ahora lejano descenso de River Plate, el fútbol argentino reproducía un modelo muy extendido en diversas latitudes: los poderosos eran intocables y cada vez que se rompía esa norma, quedaba limitada a un capricho del azar, a un accidente de la naturaleza o al famoso "gatopardismo" del que hablaba Gramsci. Podía cambiar algo pero nada se alteraba sustancialmente.

Los mandatos eran muy claros y los llamados clubes grandes eran los que dirimían  todas las premiaciones: las selecciones se debían  integrar con jugadores de los principales equipos y las tendencias en materia de juego, eran propiedad exclusiva de ese grupo de privilegiados, de esa elite. Si hasta las gestas heroicas de algún Huracán, o de algún entusiasta grupo de Estudiantes - por citar solo dos ejemplos precedentes- siempre fueron vituperadas como meras eventualidades.

Sin embargo, el comienzo de la década del 80’ no solo mostró renovadas esperanzas de cambios a nivel político con la recuperación de la democracia, también fue el territorio necesario de cambios culturales, sociales y deportivos que estaban sojuzgados por los años del terror.

De allí que en la patria futbolera, el principio de este decenio tuvo dos acontecimientos que marcaron un punto de inflexión en el fútbol vernáculo: el destello brillante, enceguecedor y fugaz de aquel joven Maradona y el nacimiento y la consolidación de una nueva estirpe, de una nueva identidad en el deporte más popular de los argentinos.

De la mano de una institución centenaria nacida a la vera del Ferrocarril, con todo un barrio de clase media que latía a su ritmo en diversos deportes, pero fundamentalmente con un puñado de jugadores vestidos de agallas y humildad y un director técnico consustanciado con su propuesta, el Ferro de Timoteo Griguol, empezó a birlar ese pedestal acotado a unos pocos elegidos.

Lo que empezó siendo una casualidad, se fue transformando jornada tras jornada, campeonato tras campeonato, en una nueva realidad y el pánico escénico se trasladó a los poderosos de siempre. El "cuco", el miedo, el cuidado ya no pasaba por visitar a tal o cual equipo de los grandes, sino por tener enfrente al Ferro de Timoteo. Un equipo aguerrido y punzante donde cada individualidad, abonaba a un implacable esquema colectivo.

Por ello, la coyuntura actual no solo nos lleva a conmemorar las tres décadas ininterrumpidas de democracia, también nos permite recordar un ciclo que puso a la lógica "patas para arriba".

Las palabras del siempre laborioso Garré, la emoción en el alma de Palito Brandoni,  la  admiración de Cartucho Fernández, el empeño del Beto Marchesini, la consagración del Beto Márcico y el talante del gran Timoteo, son algunas de las postales de este homenaje a aquel equipazo  que tocó el cielo con las manos en  las finales ganadas contra  River en el año 1984.

Ferrocarril Oeste, un tren que cambió la Historia.