Diez años del Centro Cultural de la Cooperación

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Director del Centro Cultural de la Cooperación desde hace ocho años, el historiador y diputado nacional Juan Carlos Junio hace un sintético balance de cuáles han sido los caminos transitados y las metas cumplidas por la entidad en la reciente década.

¿Cuál sería un rasgo importante en estos diez años?
Nosotros tenemos la convicción que a lo largo de estos diez años recorrimos un camino que fue de búsqueda. Siendo éste un Centro Cultural tan multifacético y con objetivos políticos y culturales tan definidos  -seguramente no existe otro de esta naturaleza en el país- debíamos hacer una travesía para la cual no había fórmulas consagradas. Por lo tanto, y siempre con la idea de ser fieles al sentido fundacional del Centro, debimos avanzar en la articulación de planes que, en medio de las complejidades que plantea el funcionamiento de una entidad de estas características, fueran coherentes con esa meta. Y diría que en ese camino hubo algunos núcleos que nos propusimos y que tenían relación con las  definiciones liminares de Floreal Gorini, marcadas por una gran racionalidad, pero a la vez por un gran sueño, una gran intuición, que imponía esa búsqueda, esa experimentación a la que me refiero.


¿Cuáles fueron algunos de los objetivos que se trazaron desde el principio?
Uno fue la integración de un núcleo de juventud intelectual, compuesto tanto por los investigadores como los artistas. Porque para nosotros, en una visión que obviamente coincide con Gramsci, todos ellos son intelectuales. Si bien el nuestro no es un Centro propiamente de formación, puesto que los jóvenes se incorporan a él ya formados en la universidad, el desafío que tuvimos, sin embargo, fue el de brindarle a ellos un atributo de formación adicional, que estuviera relacionado con algunas cuestiones específicas que no se dictan en la universidad o que tienen que ver con el arte. Y, sobre todo, que se ligaran conceptualmente con la política. Hoy sentimos, que ese objetivo, de tener un núcleo de juventud con una clara identidad de Centro Cultural cooperativo, progresista y de izquierda y fuertemente idóneo desde el punto de su saber científico y profesional   –o sea que genera teoría, pensamiento y acción-, y ambas cosas unidas con las luchas, los debates y disputas de la política, ha sido cumplido.


¿Les llevó mucho tiempo consolidar ese camino crítico?
Si nos llevó unos años y finalmente creo que lo encontramos. Fuimos aprendiendo a mejorar la calidad de las investigaciones. Hoy tenemos casi trescientos investigadores y hemos logrado que ellos trabajen en la elaboración de temáticas que tengan que ver con el Centro Cultural, no solo con las inquietudes individuales, porque al principio los aportes eran como un mosaico que no se correspondía exactamente con nuestras búsquedas estratégicas de época. Las propuestas día a día fueron más exigentes y mejoraron su nivel. A eso contribuyó la creación de un Comité  Académico integrado por nuestros propios investigadores y algunos científicos más avezados, que supervisa, ayuda y controla los trabajos.


¿Por qué es importante la identidad?
La identidad era y es la cuestión central, porque si eso no se logra lo nuestro sería un centro de cultura al que concurre gente progresista y de izquierda y genera una producción y nada más. Pero nuestro objetivo era que, además de generar esa producción, tuviera una fuerte identidad y desde ella pudiera actuar en la sociedad, en sus debates, en sus movimientos sociales, en la elaboración de aportes teóricos e intervenciones en los medios para opinar sobre los grandes temas del momento. Y este horizonte, al que se llega con conciencia y pasión, lo fuimos también logrando, en la medida que la juventud sintió que éste es un lugar distinto, donde hay una búsqueda muy auténtica de un proyecto político cultural.


¿En qué medida ayudó a este proceso la realidad de los últimos años?
El proceso argentino y continental, con su intensa atmósfera de politización, en especial en el último lustro, contribuyó de manera especial a este proceso, porque permitió a la cultura salir de una situación un poco tabicada en la que estaba y penetrar en el centro mismo de la política como categoría de acción transformadora. Eso favoreció y en el Centro se tradujo en un verdadero salto cualitativo.


¿Y cómo ha sido la llegada a la sociedad?
Bueno, esa ha sido otra de nuestras preocupaciones. También en eso se creció mucho en términos cuantitativos. Durante este año alrededor de 120.000 personas concurrieron al Centro Cultural. Hay una gran actividad en lo artístico y lo relacionado a las ciencias sociales que ha ido creciendo, tanto en el desarrollo de distintos y nuevos eventos, como en su presencia en los medios. Desde luego lo artístico ha sido, dentro de estas actividades, el gran emergente. También el Centro se ha convertido para muchos artistas e intelectuales en un lugar de referencia apetecido y en ese aspecto se progresó en forma notable. Cada vez hay más propuestas de distintos artistas, consagrados o no, para estar en su programación. Y el Centro sigue siendo caja de resonancia de lo que ocurre en el mundo. Hay un gran movimiento internacional, en especial de América Latina, producto, como es obvio, de nuestras definiciones políticas ligada a la integración. Y desde la cultura se puede hacer mucho para ese objetivo.


¿Y qué hay para el futuro?
En este momento, estamos discutiendo sobre los desafíos para el porvenir, pero con una mirada positiva. Porque sentimos que estamos en una fase donde existen muchos objetivos ya cumplidos. Pero el aniversario nos ubicó ante la siguiente reflexión: habiendo ya logrado lo que conseguimos y disfrutando de un prestigio que no teníamos hace diez años atrás, ¿cómo seguimos? Este es un país distinto al que existía hace una década. El Centro nació como parte de una cultura de resistencia a la ofensiva neoliberal, y por eso se acuñó aquella expresión sobre la “batalla cultural”. Era una época en que hasta algunos sectores de izquierda habían bajado sus banderas y se adecuaban a las propuestas del sistema. Era otra etapa del país. Hoy, con los objetivos fundacionales encauzados, sentimos la necesidad de discutir cómo abordamos esta nueva etapa, a fin de ser cada vez más creativos y potentes y dar respuestas cada vez mejores a los imperativos de este tiempo y a los desafíos de la vida social.