Crítica de cine: Me casé con un boludo



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Me casé con un boludo. (Argentina, 2016). Dirección: Juan Taratuto. Guion: Pablo Solarz. Fotografía: Julián Apezteguía. Música: Darío Eskenazi. Dirección de Arte: Vera Aricó. Intérpretes: Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, Norman Briski, Gerardo Romano, Marcelo Subiotto, María Alche, Alan Sabbagh, Analía Couceyro. Duración: 100 minutos.

Después de aquel extraordinario éxito de taquilla que tuvo en 2008 Un novio para mi mujer (1 millón, 400 mil espectadores, la película más vista de ese año), era extraño que los productores de ese suceso, entre ellos Adrián Suar, no intentaran volver a probar otro proyecto con el mismo team de entonces: el director Juan Taratuto, el guionista Pablo Solarz y el dúo protagónico formado por Valeria Bertuccelli y Adrián Suar. Y lo hicieron con una propuesta que, aunque más despareja en su estructura general y guion que la anterior, alcanza los condimentos necesarios para satisfacer a un público que busca un entretenimiento sin muchas complicaciones o va detrás del culto a ciertas figuras populares. Me casé con un boludo es una comedia romántica, con pasajes de buen humor y cuyo tema no deja de ser interesante, aunque, por la forma en que es tratado, no consigue -mejor dicho: no pretende- ahondar en algunas de las situaciones planteadas, procedimiento que le hubiera proporcionado resultados más contundentes.

      Un actor muy egocéntrico y amigo de crear fábulas en torno a su carrera (Fabián Brando, a cargo de Suar) debe filmar con una actriz de poca monta (Florencia Córmick, encarnada por la Bertuccelli), que llega a los sets gracias a la ventaja que le proporciona ser la amante del director de la película. En medio del rodaje, el actor y la actriz comienzan a atraerse mutuamente y llega un momento en que el romance que se inicia poniendo en peligro el proyecto. Brando se enamora perdidamente de Florencia y pronto se casan, pero después del flash inicial ella va descubriendo que de lo que realmente se prendó antes de casarse fue del personaje que hacía su actual marido en la historia que actuaban, pero que, en la relación de todos los días, él es un verdadero energúmeno o, como mejor lo dice el título de la película, un boludo. El intérprete se entera de esta opinión de su mujer, en una escucha furtiva que hace de una confesión de ella a sus amigas, y se desespera. Y para solucionar el problema acude al guionista de la película que hizo antes con su mujer cara que le arme una suerte de menú con distintos comportamientos que le permitan reconquistarla. En ese juego de la verdad y la mentira, la pareja entrará en una zona de conflicto que es la alimenta el desarrollo del último tramo del film y en el que, a pesar de ciertos disparates o a favor de ellos, se logran algunas de sus secuencias más frescas.

      Algunos pasajes en el desarrollo del largometraje son logrados y provocan risa legítima, pero en otros es como si la trama se quisiera asegurar al máximo la adhesión del público y recurre a toda clase de elementos innecesarios para su desarrollo, como son los cameos con estrellas reconocidas del ambiente (entre ellas aparecen Griselda Siciliani y Vicentico, cónyuges en la vida real de los dos protagonistas y varios de los galanes que trabajan con el productor), que tienen el evidente propósito de provocar el guiño cómplice de ciertos espectadores más acostumbrados a los programas de chismes o las telenovelas en televisión que a los temas que merecen más reflexión. De cualquier manera, hay desde el punto de vista narrativo y técnico un trabajo esmerado, que juega bien con lo que debe ser una estructura de comedia más o menos ortodoxa. En las actuaciones, la que más brilla por sus condiciones de comediante es Valeria Bertuccelli, que es igualmente apta para lo histriónico que para lo emocional. Aunque a menudo, la dirección la obliga a la multiplicación fatigosa de mohines. Suar repite su rutina y se mueve con mayor comodidad cuando puede hacer ese personaje entre simpático y torpe al que nos tiene acostumbrados, pero muestra su total debilidad cuando debe mostrar verdadera fibra actoral. Sus seguidores encontrarán, sin embargo, suficientes motivos de regocijo en su trabajo para renovar su pacto de adhesión con él, que es fuerte sin duda. En otros papeles cumplen con toda profesionalidad Norman Briski y Gerardo Romano. Y de manera desvaída el grupo de amigos que giran en torno al personaje de Valeria Bertuccelli.        

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