Crítica de teatro: Bildungsroman



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Bildungsroman. Escrita y dirigida por Cecilia Propato. Actriz: Marina Cohen. Diseño escenográfico: Cecilia Propato. Diseño de iluminación: Sergio Cucchiara. Vestuario: Marina Cohen. Asistencia de dirección: German Marteau. Teatro del Abasto. Duración: 45 minutos.

Una jefa de vigilancia del régimen nazi, en Birkenau, Alemania, allá por los años cuarenta del siglo pasado, se refugia en un baño para practicar el discurso que le dirigirá a su médico de toda la vida y a su amante, un jerarca de la SS, que la ha embarazado y, aunque no se dice, con seguridad no repara en su responsabilidad porque es casado y no puede hacer peligrar su carrera. María, así se llama esta carcelera, que es victimaria de decenas de mujeres encerradas en la prisión, se siente a la vez víctima. Y luego de hacer este simulacro de discurso, con claras adhesiones al nazismo, se provoca con una aguja de tejer un aborto. En la segunda parte de este monólogo, la mujer parecería estar siendo juzgada por un tribunal y, a pesar de reiterar su amor a Hitler, expresa su estupor por lo que está pasando, porque, según le reprocha a sus camaradas, nadie le enseñó que, además del comunismo y los judíos, también el amor era riesgoso. Esa podría ser la síntesis aproximada de lo que cuenta este monólogo.

   Más allá de esta descripción posible –tal vez haya algún matiz más que se nos escapa-,  lo difícil para analizar ese texto, perteneciente a la autora Cecilia Propato, es poder adivinar qué objetivos dramáticos subyacen detrás del mero relato que se expone en esa trama, cuyo registro es, a todas luces, realista. En principio porque hay problema en conciliar ese rasgo de omnipotencia y crueldad que el personaje desarrolla en el primer tramo del monólogo con la supuesta ingenuidad de quien pide comprensión a un régimen que, como ella sabe por propia experiencia, no tiene compasión por nadie, ni siquiera por los propios. ¿Qué descubre esa mujer? ¿La torrencialidad del amor que rompe todos los diques de la vida? Pero, ¿nunca siente miedo esa mujer de lo que le pueden hacer los otros, sus pares? ¿Puede vivir en tal estado de exaltación sin intervalos de duda? Son preguntas que se acumulan tras la visión del espectáculo en busca de otras alternativas que hubieran podido hacer más atractivo ese conflicto, menos obvio.

    Los dramaturgos son libres de abordar cualquier tema para abordar la infinita problemática de la condición humana, pero qué cosas nos dice a nosotros argentinos de hoy –salvo las lejanas reminiscencias que la atmósfera carcelaria puede traernos de los ominosos tiempos de la dictadura- un asunto de tal naturaleza. Es difícil, como decimos, averiguarlo, precisarlo. Por lo demás, la actuación de la actriz Mariana Cohen se juega por un estereotipo de alemana dura y brutal que ya ha sido bastante visto, sobre todo en la filmografía europea. No hay ni un momento en que se pueda creer que, detrás de su composición, haya una mujer inquieta de haber cometido un error grave ante su grupo de pertenencia.  

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