Crítica de teatro: Lovenmusik



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Lovenmusik. Espectáculo musical con libro de Alfred Uhry y partituras de Kurt Weill. Versión de Ricardo Hornos y Pablo Kompel. Con Elena Roger, Esteban Meloni, Diego Mariani, Luciano Bassi, Ana Fontán, Rosana Laudani, Belén Pasqualini, Néstor Sánchez y Mariano Taccagni. Diseño de escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Gonzalo Córdoba. Vestuario: Ana Markarian. Dirección musical: Gerardo Gardelin. Dirección general: Jonathan Butterell. Complejo La Plaza.

 La relación amorosa entre la cantante popular Lotte Lenya y el gran músico Kurt Weill, ambos alemanes, es bien conocida, aunque tal vez no en todos sus detalles, por todos aquellos que han seguido de alguna manera la historia de las obras que Bertolt Brecht hizo con ese compositor y con ella en el rol de vocalista en distintos años de la primera mitad del siglo pasado, más exactamente entre finales de la década de los veinte y comienzos de los treinta. Brecht y Weill trabajaron juntos en obras como La ópera de tres centavos, Mahagonny, Happy End y otras. Perseguidos por el nazismo, que rechazaba desde las entrañas ese teatro revulsivo y revolucionario, ambos debieron huir de Alemania. Weill en 1933, se fue primero a París y luego a Nueva York, donde continuó su carrera con una producción prolífica que incluyó música para Broadway y también para Hollywood, además de oratorios y piezas para ballet. A Nueva York lo siguió Lotte Lenya, que siguió con él hasta la muerte del compositor en 1950 y se dedicó en gran parte a mantener la memoria de su obra.

     Este espectáculo, que está inspirado en la correspondencia entre la cantante y el músico, se estrenó en el Manhattan Theater Club en 2007, con la dirección de Harold Prince. La versión que se ve en uno de los teatros del complejo La Plaza está basada en el mismo texto de Alfred Uhry, que se montó en Estados Unidos. Ese libro refleja los distintos pasajes de la relación, desde que se conocieron en 1924 -Lotte Lenya era por ese entonces una empleada doméstica y aspirante a cantante- y se enamoraron de inmediato, hasta que Weill murió en 1950, pasando antes por otras vicisitudes, entre las que figuran el casamiento y algunas separaciones que, no obstante, nunca rompieron definitivamente el vínculo entre ellos. Weill, como se sabe, fue un músico de gran talento, uno de los mayores de su generación en Alemania junto a Paul Hindemith y Ernst Krenek. Y si bien incluyó entre sus especialidades la música instrumental para concierto, en lo fundamental compuso para el teatro cantado, donde brilló como pocos. Para su fortuna, tuvo un encuentro sumamente fructífero con ese poeta y dramaturgo excepcional que fue Brecht, con quien en los últimos años de su vida se alejó un poco, pero habiendo dejado antes un trabajo en colaboración que está entre lo mejor de la escena musical de todos los tiempos.

      La versión argentina de Lovenmusik tiene como principal atractivo la participación de la exquisita cantante y actriz argentina Elena Roger, cuyo talento la ha convertido en una figura internacional recibida en distintos espectáculos con mucho fervor por el público. En esta obra su trabajo descuella muy por encima de todos los demás, si bien sus acompañantes en los restantes papeles de relieve no desentonan y tampoco el elenco más general. El canto de Roger es de una afinación exacta y de una especial dulzura, virtudes que complementa con su alta dosis de buen histrionismo, que le sirve muy bien para componer a Lotte Lenya. Esteban Meloni como Weill tiene un desempeño eficaz, si bien no demasiado subyugante. Y Diego Mariani, cuyo fuerte no es el canto pero que no tiene fragmentos comprometidos, da bien la figura de Brecht, aunque el libro lo obliga a una pintura un poco gruesa del genial autor. La dirección es muy afiatada y la música de Weill muy bien interpretada por los cinco instrumentistas en escena. La escenografía es escueta, apoyándose, sobre todo, en telones y fondos transparentes sobre los cuales trabaja muy bien la luz de Gonzalo Córdoba. Y el vestuario excelente.

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