The Disaster Artist: Obra maestra.

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The Disaster Artist: Obra maestra. (The Disaster Artist, Estados Unidos, 2007). Dirección: James Franco. Guion: Scott Neustadler y Michael H. Weber, basado en un texto de Greg Sestero y Tom Bissell. Intérpretes: James Franco, Dave Franco, Alison Brie, Seth Rogen, Eliza Coupe, Zac Efron, Ari Graynor, Josh Hutchderson. Duración: 104 minutos.  

Las historias de películas malas que con el tiempo se vuelven objetos de culto de un público que se divierte a mares con esos trabajos fallidos y convierte a su devoción en un rasgo de pertenencia grupal, suele darse con frecuencia en los Estados Unidos, donde filmar, si se tiene el dinero necesario, no es difícil. No filmar bien, sino filmar, nada más. El caso del realizador, productor y guionista Ed Wood y sus obras (Glen o Glenda, Plan 9 del espacio exterior) es un caso paradigmático que se cita con frecuencia y que alcanzó gran difusión, al punto que se lo ha declarado el peor director norteamericano de todos los tiempos. Hay toda una corriente de espectadores fanáticos de ese cine, que se renueva de manera permanente, y que sigue sus viejas películas. A ese público, pero también a los interesados en enterarse que hizo o deshizo ese director, se dirigió la película Ed Wood (1994), de Tim Burton y protagonizada por Johnny Depp, que refleja la vida de ese personaje de la cinematografía bizarra.

En estos días, y con el estreno en Buenos Aires de The Disaster Artist, dirigida por James Franco, se reactualiza el tema con el caso del director Tommy Wisseau, creador de una película llamada The Room, que se estrenó en 2003 y duró dos semanas en cartel, pero que, luego, redescubierta por los buscadores de perlas falladas en el mercado cinematográfico, ha logrado convocar en estos días a nuevos espectadores de los Estados Unidos en salas que la proyectan durante las trasnoches. Y, como en ese país, todo puede convertirse en un negocio ya se organizan tours desde Europa para ver la película en Los Ángeles, hay juegos de computadora que replican el film y se ha escrito un libro que cuenta la historia de su rodaje, escrita por Greg Testero, uno de sus protagonistas, mientras Wisseau no se cansa de trajinar por los set televisivos para contestar preguntas. Y en 2017, como no podía ser de otro modo, se filmó una película, que es la dirigida e interpretada en el papel central por James Franco, un actor de larga y fructífera carrera, que también es guionista y director. Film que, desde luego, trata con ironía el fenómeno.

La película cuenta como se conocieron Tommy Wisseau y Greg Testero, los dos principales impulsores de The Room, y cómo fue el proceso del rodaje y estreno de la película, que culminó en un verdadero desastre porque, contrariamente a los propósitos de su director de conmover al público con una historia que tenía bastante de autobiográfica, terminó haciendo desternillar de risa a los pocos asistentes que concurrían a sus funciones y en pocos días se convirtió en un fracaso estrepitoso. Resulta que Wisseau, según datos que han trascendido de su biografía personal, sería un polaco que se fue de su país en la época en que existía el bloque soviético en Europa oriental y se afincó en Francia, de donde, luego de pasar por algunas situaciones delicadas, se trasladó a la bahía de San Francisco en donde se radicó. Y más tarde pasó de allí a New Orleans. Con un aspecto exterior extraño, una mezcla de Jack Palance y apache de película western, este hombre se cruza con Greg Testero, un adolescente con deseos de ser una gran estrella, en un taller de actuación. Y se hacen amigos.

Juntos se radicarán luego en Los Ángeles con la finalidad de hacer una carrera en el mundo del cine, el teatro o la televisión. Ante el fracaso de sus distintos intentos, Wisseau, que por alguna razón nunca develada tiene una cuenta bancaria abultada que le respalda sus espaldas, decide hacer su propia película y ponerse como protagonista, acompañado en el papel secundario más importante por Greg. Así es que comienzan a filmarla y se calcula que, al final de rodaje, todo ese juego le costó a Wisseau unos 6 millones de dólares, de los cuales recuperó, por recaudación en las funciones que duró el largometraje, apenas un total de 1800 dólares. Los pasajes del rodaje y sus escenas –casi calcadas de lo que fue la película original, como lo prueban algunas secuencias pasadas casi junto a los créditos finales- tienen momentos desopilantes, porque es imposible pensar cómo se pudo hacer tan mal un film que, con una cuota más pequeña de locura, no hubiera llegado a ser ese mamarracho que fue. En el epílogo de la historia, Wisseau, que una y otra vez ha rechazado todas las sugerencias o críticas, se retira llorando de la sala al ver que todos los espectadores, incluidos quienes han trabajado en el film, se ríen a carcajadas, pero muy pronto se deja convencer que si los presentes aplauden a rabiar es porque se divirtieron mucho y sube al escenario y les agradece a todos que hayan disfrutado de su “comedia”.

Es difícil que los espectadores argentinos hayan visto alguna vez The room, pero es cierto que la visión de The Disaster Artist mueve al deseo de conseguirla porque, según dicen los que vieron ese film y por lo poco que se muestra del original en este largometraje de Franco, expone un nivel de absurdo tan pronunciado que, con frecuencia, se parece a aspectos del tan mentado y promocionado sueño americano, esa quimera que pregona que proponerse algo es siempre poder lograrlo y que ha dejado en el camino un tendal infinito de víctimas y seres desilusionados o resentidos que no entienden por qué han fracasado en la sociedad que los estimula a triunfar y luego los aplasta. Junto a estas reflexiones, la película ofrece también al espectador interesado en las buenas interpretaciones algunas actuaciones muy atractivas, en especial la de James Franco que, además de dirigir con soltura, logra una composición del extravagante personaje de Wisseau llena de detalles y envidiable coherencia.

 

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