La rueda de la maravilla

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La rueda de la maravilla. (Wonder Whell, Estados Unidos 2017). Guion y Dirección: Woody Allen. Fotografía: Vittorio Storaro. Producción: Erika Aronson y Edward Walson. Intérpretes: Kate Winslet, Justin Timberlake, Jim Belushi, Juno Temple, Jack Gore, David Krumholtz, Tony Sirico y otros. Duración: 101 minutos.

        En su largometraje número cuarenta y siete, el prolífico y siempre bien recibido –más allá de sus desniveles- Woody Allen, regresa a Nueva York en una película de época situada alrededor de los años cincuenta, pero en un lugar distinto al Manhattan de sus amores. Ese sitio es Coney Island, hoy una suerte de suburbio de la gran metrópoli norteamericana y que en los tiempos en que trascurre esta historia comenzaba a perder el atractivo popular que le ofrecía ser asiento de una infinidad de parques de diversiones y centros de entretenimiento para turistas. Toda la acción, además de la unidad en la que vive el matrimonio, tiene como escenario el Deno’s Wonder Wheel Amusement Park, el parque de diversiones más conocido y concurrido de Coney Island.

        En esa localidad, vive un matrimonio constituido por Ginny (Kate Winslet) y Humpty (Jim Belushi). Ella es una ex actriz frustrada y ahora camarera, que tiene un hijo de otro hombre que la dejó por haberle sido infiel. Es una mujer que está por cumplir 40 años y lleva consigo una fuerte carga de insatisfacción a esta altura de su unión conyugal. Él es un individuo rudo y con antecedentes de alcoholismo, que se desempeña como empleado del parque de diversiones y encargado del famoso juego llamado “la vuelta al mundo”. Se encontraron en sus vidas ambos en una situación de crisis –él había enviudado y ella había sido abandonada por su esposo- y en su momento se sirvieron de mutuo apoyo, pero esa etapa está lejos de aquel instante inicial y lo que predomina, sobre todo en ella, es el hastío, recargado por la preocupación de tener un chico de 12 años totalmente inadaptado y para peor aficionado a la piromanía.

        Pero las cosas se complican aún más. Con su habilidad para tejer enredos en la trama, Woody Allen acentúa la conflictividad de esas existencias con la aparición de dos personajes más, que con los tres restantes son los protagonistas casi absolutos del film: Carolina (Juno Temple) y Mickey (David Krumholtz). La primera es la hija de Humpty, quien separada de su marido, un mafioso italiano con el que se había casado a pesar de la oposición de su progenitor, regresa en busca de protección a la casa paterna. Protección demandada porque al separarse ha contado algunos chanchuyos del cónyuge, y ahora éste la persigue. Humpty, que en los primeros momentos se muestra muy enojado con ella, de inmediato se olvida de sus rencores y la recibe en sus brazos. El otro personaje es Mickey, un bañero o guardavidas de la playa cerca de la cual está enclavada Coney Island y proyecto de dramaturgo y poeta, y en especial un espíritu romántico, demasiado enamoradizo y amigo de las aventuras. El primer gran conflicto empieza cuando enamora a Ginny, que parece encontrar en ese idilio el elixir perfecto para salir de su frustración y tedio. El otro conflicto es que, luego, el bañero, se enamorará de Carolina. Y Ginny se enterará.

        Y así, en las idas y venidas de esta historia de encuentros y desencuentros, de amores deseados y fracasados, de choques con circunstancias que son siempre más fuertes que la voluntad de quienes intentan dominarlas o torcerlas, Woody Allen vuelve a ingresar a un terreno que no le es para nada ajeno y que domina a la perfección, en esta ocasión mediante una mezcla de géneros donde se entrelazan la comedia, la tragedia y el thriller, pero que, a diferencia de sus comedias más ligeras, aunque no menos inteligentes, tiene una dosis de amargura muy alta, sobre todo en el final. Con aspectos de la puesta que son bastante teatrales, y para los cuales el director aprovecha continuas alusiones a materiales dramáticos  –el bañero es un dramaturgo en potencia y quien narra los acontecimientos, y Ginny es una ex actriz-, algunos pasajes se tornan un poco ampulosos y carecen de la frescura de otros trabajos más felices. De todos modos, y aunque hay coincidencia en que no es los productos más perfeccionados de Allen, la película tiene momentos de mucha calidad, en especial en el rubro actoral, donde todos funcionan muy bien en sus papeles, pero Kate Winslet, como lo hace con frecuencia, ofrece una composición llena de intensidad y plena de detalles sutiles.

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