Morocco Fantasia

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Con los años, alrededor de cuarenta, el estadounidense Al Di Meola pasó de ser el explosivo guitarrista de jazz rock de los 70, miembro una de las primeras y más recordadas formaciones de la superbanda Return to Forever (con Chick Corea en teclados, Stanley Clarke en bajo y Lenny White en batería), al artista global que es hoy, con particular énfasis en lo que podría llamarse música mediterránea, entendiendo por tal la que acontece al sur del norte, en Europa, y al norte del sur, en África.

Su participación en el Mawazine Festival 2009, en Rabat, Marruecos, es el ejemplo más claro. Allí, donde se registró este álbum en vivo, Di Meola llegó a un clímax multiétnico de notable precisión y belleza sobrecogedora. Morocco Fantasia es la conjunción de los italianos Peo Alfonsi (guitarra) y Fausto Beccalossi (acordeón); el húngaro Péter Kaszás (batería); el cubano Víctor Miranda (bajo); el estadounidense de origen latino Gumbi Ortiz (percusión), y los marroquíes Said Chraibi (oud), Tarik Ben Ali (percusión) y Abdellah Meri (violín).

Y si bien por momentos arremete con cataratas de notas jazzrockeras, los sonidos que más se escuchan son los que empezó a descubrir, tocar y perfeccionar a partir del trío que compartió en los años 80 con el español Paco de Lucía y el inglés John McLaughlin, que pasearon su trío de guitarras virtuosas por todo el mundo y dejaron tres discos memorables: Friday Night in San Francisco; Passion, Grace & Fire, y The Guitar Trio. De esa reunión histórica Di Meola adoptó los sonidos y los modos de la guitarra flamenca, que hoy es uno los recursos que más utiliza.

No lo hace solamente en sus temas de espíritu andaluz, como Misterio o Encore, sino también en pasajes de la única composición del disco que no le pertenece: el Doble Concierto, de Astor Piazzolla, originalmente para bandoneón, guitarra y cuerdas, donde brilla también el acordeón de Beccalossi. No así en Michelangelo’s 7th Child, con sonidos que por momentos parecen ilustrar el sur de Italia (de donde, no casualmente, proviene la familia de origen del guitarrista) ni en Gumbiero, donde asoma claramente la herencia latinoamericana, con un gran trabajo de Ortiz en congas y de Miranda en bajo.

El bellísimo Turquoise, en cambio, está más emparentado con Rite of Strings, su trabajo junto al bajista Stanley Clarke y al violinista Jean Luc Ponty, aunque aquí con un acordeón levemente piazzolleano y su guitarra por momentos ciento por ciento gitana. Egyptian Danza, que cierra el disco, y donde se lucen los músicos locales, es un tema de raíces árabes de gran virtuosismo, que levanta al público marroquí y deja al oyente del disco con ganas de más música.

 

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