Entrevista al humorista Adrián Stoppelman

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En una charla distendida y amena, como son todas las que se realizan con él, el humorista Adrián Stoppelman, muy conocido por sus intervenciones radiales y sus espectáculos unipersonales, le contó a Revista Cabal detalles de su nuevo trabajo en escena y su vuelta al aire en febrero en otra emisora luego de que Radio Continental prescindiera de sus servicios en enero pasado.  

El primer día de febrero, los cultores del humor radial recibieron una buena noticia: Adrián Stoppelman volvió al éter en Radio Argentina AM 570, con una columna que va de lunes a jueves en el programa El don de la palabra, que conduce Miguel López Vázquez. Las intervenciones del conocido humorista, actor y autor tienen lugar en las mañanas de esos días un poco después de las 10 horas. El hecho, sin hacer olvidar el desagradable despido que Stoppelman sufrió a comienzos de enero de este año en Radio Continental –junto a Víctor Hugo Morales, de cuyo programa La mañana formaba parte, y a otros periodistas –, contrabalanceó en parte la sensación que tenía mucha gente de que no oiría por un rato la voz del comediante en las emisoras de aire. No del teatro, donde ya se sabía que, desde el 1º de enero de 2016, había comenzado un show humorístico denominado Pasan cosas raras, que todos los viernes a las 21 horas se ofrece en la sala John Lennon del Complejo La Plaza.

      Stoppelman ya había hecho este show en 2014 y 2015, pero con otro formato y contenido. La aparición de nuevos hechos políticos en la actualidad argentina le ha dado al espectáculo un giro que el público que va a verlo, claramente identificado con la mirada del humorista, comparte. El comediante no oculta los temas sobre los cuales descarga el filo de su sarcasmo y de hecho los anuncia en su Facebook al hacer publicidad de su trabajo. “Hago humor de actualidad –afirma-. Cada viernes de función es distinta. Me refiero a todo lo que pasa en la semana y si se puede agregar algo de lo que pasó las semanas anteriores también. Lo que tiene un riesgo muy grande, es un trabajo sin red. Corres el peligro de que el nuevo chiste de cada semana pueda no funcionar, hay que estar testeándolo a cada minuto. No es lo mismo que tener una obra con un libreto fijo al que se le van haciendo pequeños ajustes. Acá, casi el cincuenta por ciento del contenido puede cambiar en el término de siete días. Eso agrega un factor de inseguridad, de sorpresa, que tiene su atractivo –genera mucha adrenalina-, pero a la vez te hace caminar sobre un límite incierto. Por fortuna, hasta ahora ha funcionado muy bien, a sala llena en enero, y hay gente que, por esas modificaciones, ha venido a ver el espectáculo dos y tres veces. En enero tuve el empuje de la indignación de la gente por lo que pasó en Continental. Veremos qué ocurre en febrero.”

     “Creo que la propuesta vale la pena –continúa-, no solo por lo que decimos, también porque hacemos catarsis pública. Tanto yo como los espectadores. Y éstos se han vuelto muy activos. Encontré la vuelta para hacer que los espectadores se tornen más participativos, recorran un camino donde puedan descargar un poco de la angustia y la tensión que han acumulado en estos dos meses últimos. Y se rían, claro. Creo que ellos encuentran un lugar donde verifican que existen también pares, personas que pasan por lo mismo. Y eso es realmente reconfortante, porque la sensación frente al aluvión de medidas negativas, era al principio de estupor y de desamparo, como de cierta soledad ante la desgracia. Y hay muchos que sufren con igual intensidad este momento. Además la gente sabe que el humor provoca catarsis. Ya lo probaban los griegos, hace muchos siglos y sigue siéndolo mismo. Hay además muy buena onda con el público. Si hay algo positivo que provocó toda esa porquería del despido en la radio es haber podido comprobar el cariño que me proporciona la gente. Es una sensación hermosa poder recibir todo ese afecto.”

 Pasan cosas raras también realizó una función en enero en Residencias Cooperativas, de Chapaldmalal. Y en febrero, Stoppelman presentará un espectáculo que se llamará de otra manera: Gente de m… “. "Lo vamos a hacer con Bibiana Tonelier –comenta- para analizar cómo se llegó a esta realidad que estamos viviendo en estos días.  El espectáculo se hará en Buenos Aires en el café Monserrat. La propuesta es resistir con humor. Viste cuando se dice: si no te reís te tenés que matar. Bueno, es eso. Por otra parte, creo que el show tiene efectividad porque puedo trabajar con una libertad que  un periodista no tiene y puedo decir cosas de una manera que a un profesional de la prensa le resultaría imposible adoptar. Y eso lo hago interpretando el sentimiento de la gente, porque yo soy igual al que está del otro lado, nada más que me toca la función de divertirlo, de hacerlo reír. Y me encanta poder hacerlo. Si pudiera, creo que haría esto todos los días, por lo menos hasta que me aburra, si eso ocurre alguna vez.”

     Esa función de comunicar humor casi todos los días, ahora lo puede seguir cumpliendo en Radio Argentina, en donde Stoppelman confiesa que trabaja con toda libertad. “Esa fue mi primera condición, antes de hablar de plata o de cualquier otra cosa –relata- pregunté a quienes me convocaron: ¿puedo decir lo que quiero. Sí, por supuesto, me contestaron. Y allí acepté. Esa libertad para mí vale mucho, no tiene precio. Cuando perdí el trabajo en Continental, en las semanas de enero que siguieron al despido sentí mucho la ausencia de ese espacio. Por eso valoro lo que me han ofrecido ahora y en las condiciones en que lo han hecho. La radio exige otro lenguaje y otro tipo de chistes. A veces algunos chistes sirven para la radio y para el teatro, pero en general hay que pensar una estrategia para cada lugar específico. En lo que se parece un poco a la radio el espectáculo, ahora, es en el cambio casi continuo de los temas. El show anterior, después de setenta u ochenta funciones ya realizadas, se realizaba con más tranquilidad. Podías improvisar algo, pero sabías que tarde o temprano tenías un material que funcionaba muy bien y atrapaba a la gente. Acá me manejo más con intuición. A veces meto algo del show anterior, para que no sea todo política, pero cuando parece que dejé de referirme a la actualidad, ésta regresa envuelta en otra forma.”

      Adrián ha dicho alguna vez que lo que él hace no es stand-up, como suele denominárselo a veces, sino monólogos de humor. Afirma que empezó con estos espectáculos un poco por presión del mismo público que lo escuchaba en la radio y que, después de un tiempo de pensarlo, se decidió a llevar su humor al escenario. “Pero no soy un aventurero en el métier. Tengo mis años de trabajo en el teatro off. Empecé en San Telmo estrenando mis obras y como autor soy socio de Argentores. También fui actor. Y esta semana se estrenará mi debut en el cine. Tampoco soy Laurence Olivier, desde luego, pero sé actuar.” Respecto a cómo se financió, cuenta: “En mi primer espectáculo necesitaba tener cierta protección a nivel de producción, que me la proporcionó mi amigo el Chino Volpato. Ahora, en esta nueva etapa es todo en cogestión. Hacerlo de otro modo resultaría muy caro, se necesita gente, dinero y no da. Y habría que cobrar una entrada carísima y no se puede. Suficientes problemas tengo con las entradas para venderlas.”

      ¿Cómo es eso?, le preguntamos. “Tuvimos que implementar todo un sistema de ventas –explica-. Porque yo estoy en la sala John Lennon, propiedad de The Cavern Club, que es una parte dentro de La Plaza. Ellos han hecho un acuerdo con Platea.net, que es la tiquetera que vende. Pero Platea.net tiene a su vez un arreglo con la tarjeta 365 de Clarín y ésta da 2 x 1. Pero al artista le vienen dos personas y paga solo una. No es que Clarín paga el valor de esa entrada que falta. Y de ese modo yo les estoy subvencionando su publicidad. Así que decidimos hacerlo de otra manera e implementamos un sistema hogareño muy seguro. Y de hecho toda la gente que ha venido y ha llenado la sala lo ha comprado por esa vía. Se manda un mail a show@pasancosasraras.com.ar, se dice que se quiere pagar con tarjeta para tal función, con pago fácil o con CBU por transferencia y el sistema funciona aceitado. Te da una autonomía absoluta. Las tiqueteras tienen costos extras y te cobran a vos y al cliente y después tienen arreglos con una telefónica, a la que le otorgan un 20 por ciento de descuento. Y las telefónicas no te cubran ese porcentaje. ¿Por qué se los tengo que regalar yo esas empresas que ganan tanta plata? No es que no quiero que la gente venga y que solo deseo cobrar. Es que el artista en general, no yo solo, debe cobrar. Si esto es la Guerra de las Galaxias, son millones de dólares que circulan por este negocio y a las empresas no les significa mucho más que algunas latas de pochoclo, que es lo que en verdad quieren vender.”

     “Bueno, es como en el cine de los grandes shoppings”, le comentamos. “Es que en ese tipo de cines el verdadero negocio no es vender entradas sino pochoclo y Coca Cola. Pero allí se entiende, se justifica el 2 x 1. Pero para un artista que está en una sala mediana de setenta o cien lugares, que te metan de cien entradas la mitad por ese sistema te jode, porque uno tiene gastos que pagar, la sala cobra lo suyo. Hay un porcentaje. Y ni hablar en los próximos días. Con las tarifas eléctricas que van a tener los teatros subirá enormemente. Por eso hay que pelear duro para lograr que venga gente. Hasta ahora venía bien, veremos cómo sigue.”

      Respecto de su trabajo en la película El rey del Once, que se estrena el 11 de febrero, asegura estar muy contento. “Me llamaron para un papel, hice el casting, gustó y me tomaron. Es un papel chiquito, el de un carnicero kosher. Me gustó mucho el desafío. El trabajo me resultó además muy placentero, por cómo me trató el equipo y el director, Daniel Burman. Se laburó con una onda increíble. Algunos me habían comentado que hay muchas películas en las que se filma gritando todo el tiempo. Acá, el clima fue extraordinario. Es el primer largometraje en el que trabajo, antes solo hice algunos cortos y nada más.  Y me encantó, además de constituir una labor completamente distinta a la que hago en el teatro. Cuando actúo mi letra es una cosa, pero hacer el texto de otro es una experiencia distinta. Desde lo mental y emocional. Mi material vive en mí y puedo, si quiero, destruirlo o no. No pasa lo mismo con un texto ajeno.”