Entrevista a Rubén Szuchmacher

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Rubén Szuchmacher cuenta en un diálogo mantenido con Revista Cabal como fue su experiencia de dirigir la obra Todas las cosas del mundo, que de jueves a domingo se ofrece en el teatro Payró. La pieza viene teniendo buena repercusión en el público y la crítica. Y el director, además de expresar alegría porque ese hecho, trata de exponer las razones por las cuáles cree que el espectáculo impacta tanto a quienes lo ven.  

La mesa que ocupa Rubén Szuchmacher, en el Café La Barra, ubicada en San Martín y Córdoba, es la que usaba históricamente el recordado director teatral Jaime Kogan. Allí recibía a los amigos y periodistas que lo visitaban al Teatro Payró, ubicado enfrente, a unos treinta metros de ese bar y confitería. Es como un ritual o quizás una cábala. Rubén se encuentra al frente de esa sala desde el año pasado y hace pocos días estrenó la obra Todas las cosas del mundo, de Diego Manso. Se lo ve muy contento, casi exultante. No es para menos, la pieza ha tenido, y con justicia, una muy buena repercusión en el público. Y las primeras críticas han reaccionado con elogios compactos. “Es raro estar dirigiendo este teatro, que primero fue Los Independientes, bajo la conducción de Onofre Lovero, y luego Payró, piloteado desde l968 por Jaime Kogan. Hay como un hilo secreto que nos une a los tres como directores, además de la pasión por la escena: cada uno hizo su propia versión de Galileo Galilei, de Bertolt Brecht”, comenta. Tal vez sea ese hilo el que nos acerca a la mesa.

     Más allá de su calidad estética, Todas las cosas del mundo es un proyecto audaz y nada común en el circuito no comercial del teatro: dar la pieza cuatro veces a la semana, de jueves a domingo. “Esa apuesta apunta a una idea de reprofesionalización de la actividad del teatro independiente –dice nuestro entrevistado-, cada vez más reducida a trabajos que se dan una vez y a lo sumo dos en la semana. Y al mismo tiempo, es una suerte de lanzamiento personal en el Payró. Hubo ya algunos espectáculos el año pasado, pero éste es el que viene a poner en marcha la nueva etapa del teatro. Sería como un equivalente de lo que fue Viet-Rock para Jaime Kogan. Hago esa analogía porque no puedo dejar de pensar que estoy trabajando en el teatro que fue de dos maestros como Onofre Lovero y Jaime Kogan.”

   Respecto de cómo sale la gente del espectáculo, Szuchmacher responde: “Lo hace realmente entusiasmada, sea público amigo o no amigo. La mayoría de las personas que han venido a verlo manifiesta una adhesión clara a la propuesta y dice cosas como que es un shock de teatro. Días atrás, un director de las nuevas promociones me dijo que era un espectáculo diferente y le contesté que constituía el mejor elogio que me podía hacer, porque que un joven le diga a un veterano como yo que logró eso es un verdadero halago. Lo que pasa es que vivimos un momento crítico donde todos los teatros han tenido una reducción fuerte de espectadores, incluso en las salas comerciales que, salvo en algunos ejemplos exitosos, no se llenan. Y pienso que teniendo en cuenta ese contexto venimos teniendo una buena performance. Y esperamos, finalmente, que llegue todo el público que tendría que venir a ver la propuesta.”

   “Creo que en este momento Buenos Aires es una sociedad muy rara –añade-. Hay una gran retracción en los bolsillos y todos sabemos que el teatro es lo primero que se quita de los presupuestos. Los espectadores que no ganan sueldos muy altos –no hablemos ya de los que no tienen un sueldo- sienten tener que pagar una entrada de teatro. La localidad en nuestro caso está a 300 pesos, pero hay entradas también de 200 y 150 pesos. A la larga si se quiere, el precio sale barato, porque siempre hay promociones de aquí y de allá. Hay entradas de 300 para personas generosas que quieran pagar. Y los distintos precios que no significan ubicaciones diferentes sino diversas opciones para estudiantes, jubilados, etc. Hay coincidencia en que el espectáculo sorprende, que te saca de cierta modorra. Y eso sucede en mi opinión porque la obra, el trabajo de los actores y la escenografía son impresionantes. Quise hacer un espectáculo que no fuera minusválido”. Vale decir, aunque por razones obvias Szuchmacher no lo diga, todo eso impresiona porque los componentes del espectáculo han sido potenciados con absoluta eficacia por una excelente dirección teatral.

  “Salvo en el caso de ciertos creadores de este país, que consiguen un subsidio de alguna entidad internacional, como el festival de Berlín, Viena o Bruselas, es difícil obtener el dinero para hacer un espectáculo sin merma –continúa el director de Todas las cosas del mundo-. Por eso, el resto de los trabajos tienen algo de los minusválidos. Con los subsidios que otorgan el Instituto de Teatro o Proteatro no se logra hacer gran cosa. Por eso en este trabajo yo puse dinero propio, de mis ahorros. Tenía ganas de hacer un espectáculo con todo, como lo hice cada vez que estuve en el circuito independiente. En esta propuesta tiré toda la carne al asador.”

      La obra de Diego Manso dura dos horas y quince. Le preguntamos si no cree que la pieza comienza a robustecerse luego de la primera mitad. Responde: “Ese reparo tiene que ver con la pobreza con que se maneja cierto teatro argentino, que ha acostumbrado a la gente a situaciones únicas. La primera parte del texto dura 1 hora y 20 minutos. Todo el mundo piensa: va a concluir acá. Con la llegada de la madre de la ‘niña foca’ debería concluir la pieza, se supone. Y, sin embargo, a partir de ahí empiezan a pasar otras cosas. El teatro de Manso arma trama tras trama y cuando se cree que ya no pasa nada, aparecen en la misma página cinco cosas diferentes. ¿En cuantas obras pasan tantas cosas? El teatro argentino se ha habituado a trabajar con situaciones pequeñas. Diego escribe desde una abundante lectura literaria, desde el cine, es una persona que se nota que sabe de teatro y estudió actuación de joven. Lo cierto es que su contacto literario tiene que ver con la propia literatura. Tiene el fervor de la escritura.”

   La preparación de la obra le llevó a Szuchmacher y su grupo ocho meses de ensayos. “Ni siquiera los dos meses de un teatro oficial nos hubieran servido –explica-. Es un texto literario muy complejo y de situaciones, hay que trabajarlo mucho. No es que los actores puedan demorarse en una parte, hay que trabajar réplica a réplica. Nunca trabajé tanto un espectáculo. Hay mucha información en el texto que los actores deben resolver y es lo que hace que el espectador esté atento.  Y ellos actúan toda esa información, no hay momentos no significativos. Y eso requería mucho trabajo. La obra en su estructura es una respuesta al teatro que se hace en los teatros independientes: teatro corto, de pocos personajes. Pocas situaciones, climáticas, con actores que no actúan, de pobre poética. Y es un texto a la vez político.”

     Entre los proyectos que tiene a futuro, Rubén Szuchmacher ha recibido dos propuestas que lo halagan mucho, dada su larga y fuerte afinidad con la música y la ópera, es la régie de Cosi fan tutte, de Mozart en el Teatro Argentino de La Plata en septiembre próximo, y la de Tri Sestri, ópera del compositor húngaro Péter Eötvös, basada en Las Tres hermanas de Chéjov. Esta última se hará en el Teatro Colón el año próximo, en la temporada oficial. “Es una partitura muy interesante y que trabaja con una importante orquestación y paleta expresiva”, dice. El director del Complejo Teatral de Buenos Aires le ofreció también la dirección de Madre Coraje, de Bertolt Brecht. En cuanto al Teatro ElKafka, que sigue dirigiendo, dice que se ciñe al método de una obra por semana, un poco al estilo de la programación de los teatros independientes de la actualidad. Y que en ese contexto funciona más o menos bien, pero nada extraordinario. “La realidad del teatro nos está costando –explica- porque la inflación se morfó todos los subsidios, más allá de que éstos fueron aumentados. La inflación corrió mucho más que todo. Hoy no sabemos cuánto vale el dinero, no sabemos si es poco o mucho lo que tenemos. No sabemos cuánto vale nada.”
                                                                                              A.C.