Diego Peretti y el oficio del actor

Entrevistas

El talentoso intérprete del psicoanalista de En Terapia y otros éxitos de televisión, teatro y cine, opina con lucidez sobre su oficio y afirma que para actuar bien, en general, hay que saber pensar. Se refiere también a sus maestros y a cómo es necesario apartarse de cierta atmósfera del ambiente que estupidiza la mente y no deja concentrarse en lo más importante, que es volcarse con pasión y responsabilidad a la profesión.  

Cuatro meses en la piel del psicoanalista Guillermo Montes, durante la filmación de la serie En Terapia, que se vió en 2012 por Canal 7, y dos años de trabajo con pacientes en la vida real como psiquiatra, hace ya bastante tiempo, le han dado a Diego Peretti un muy buen entrenamiento en la escucha del otro. Tal vez esa fuera una condición previa de su personalidad, pero es evidente que la práctica en su primera profesión –ya abandonada- y luego en la de actor la fueron afinando. Hoy, intenta ver qué hay de verdad en la opinión de su interlocutor, y después contesta con tranquilidad para acordar o disentir,  según sea su visión de lo que se trate. 

En el bar-heladería del barrio de Belgrano donde se cita con un periodista de Revista Cabal el ambiente es acogedor. Lo único inquietante son los tres relojes que, por encima del mostrador donde se sirven los pocillos de café que se llevan a las mesas, recuerdan la inexorabilidad del tiempo y la necesidad de no desaprovecharlo. Diego responde las preguntas y se da espacio también para saludar a los transeúntes que a través de la ventana lo saludan, pero sin desconcentrase jamás.

Un concepto con el que no coincide es que un actor puede ser intuición pura. Es verdad que la intuición existe, comenta pero añadiendo que la mayor parte de la experiencia del actor pasa por un hecho racional, pensado, basado en la experiencia y el trabajo. “A veces se utiliza con cierta facilidad esa palabra y hay que tener cuidado, porque argumentando así se corre el riesgo de creer que los actores son como animalitos que se mueven por pura intuición o genialidad arriba de un escenario. Y luego, debajo de él, en la vida diaria, pueden ser unos boludos que nadie entiende cómo hacen para actuar tan bien. Yo le pediría a cualquiera que me de un solo ejemplo de un actor al que la prensa califique como un gran intérprete y un intuitivo que después afuera parezca un pelotudo. Es raro que eso ocurra. Porque actuar, subirse a un escenario, acaso no sea muy difícil. En cambio, sí lo es parecer una persona frente a la cámara, opinar mientras estás actuando. Para eso hay que pensar con racionalidad. Es posible que el actor deje librado a la intuición su labor cuando le dicen: acción y al corte, pero antes ya opinó sobre el personaje, lo trabajó y elaboró en su cabeza. Muchos jóvenes oyen a los Rolling Stones o a los Redonditos de Ricota y dicen que son unos fenómenos, que son pura improvisación y espontaneidad, que les sale todo como quieren porque son unos genios. Claro, se olvidan de que ensayan horas y horas. Y que en esa preparación está el secreto de lo que después logran. Advierto sobre esas opiniones porque detrás de ellas suele haber como cierta desjerarquización del trabajo del artista. El noventa por ciento o más de los grandes actores que conozco logran su excelencia en base a trabajo y creación.”

Peretti sabe lo que es dedicarles horas y horas a formarse. Primero en su paso por la facultad donde se graduó como médico en la especialidad de psiquiatra. Más tarde vino su tránsito por la escuela de teatro de Raúl Serrano, donde estudió tres años, de 1986 a 1988. “El primer año lo hice con Carlos De Matteis, que ahora está en España y al que sigo vinculado –cuenta- y los dos restantes con Serrano. Me pareció bárbaro. No tenía ninguna experiencia teatral previa, salvo como espectador cuando a los 15 años iba con mi noviecita a ver obras como Convivencia o El gran deschave. Ella se sorprendía de lo que la llevaba a ver. Éramos dos chicos, pero no estaba la calificación de prohibida para menores de 18 años porque nadie de menos de 30 años iba a ver eso. Y recuerdo que desde el primer momento en que entré a la escuela de Raúl sentí una fascinación impresionante por la actuación. Él es un gran docente. Hace poco me metí en Internet y vi una clase suya de una hora y sigue teniendo la misma pasión e inteligencia que en aquellos años. Y no ha parado de investigar. Sus enseñanzas siguen funcionando en mí como un factor dinámico. Cuando estoy estancado en alguna escena o tengo dificultades para construir un personaje apelo a los recuerdos de sus clases para ver si me dan una solución. O me pregunto: ¿qué me diría Serrano frente a un problema así? Y han pasado como 25 años.”

Además de Serrano, Peretti reconoce a otro gran maestro teatral en su vida: Alberto Ure. A él lo conoció en canal 13 cuando fue a trabajar por primera vez en televisión en Zona de riesgo, un programa escrito por Jorge Maestro y que se dió en 1993. En esa obra hacía de un punga que en la cárcel aconsejaba al personaje de Lorenzo Quinteros, un incauto que había caído en las redes de unos estafadores, con quién tratar y con quién no. A ese canal lo llevó Maestro, quien lo había visto trabajar en la obra El pastor, de Orlando Leo, que se hizo en el Teatro del Pueblo, lugar donde Peretti debutó y actuó también en Angelito, Volver a la Habana y Bar Ada. Ure era en ese canal gerente de programación para actores. “Con él aprendí, sobre todo, a ver como en un espejo la dinámica psicológica del actor –relata-. Su método era totalmente contrario al de Raúl, es de esos maestros que desestructuran todo tu saber anterior y te meten en otra cosa. El comentaba que los actores expuestos en un escenario o en una situación frente a las cámaras se ven generalmente –aunque generalizar no sea lo correcto- al desafío de enfrentarse a esta dinámica si quieren atravesar cierta frontera o barrera, y poder decir algo o atrapar al espectador. Su docencia era agresiva, pero no dejaba de tener un lado tierno. Era sí intransigente con la boludez o con los que querían actuar como una forma de terapia o para sacarse los fantasmas de adentro. A esos los descuartizaba.”

Peretti agrega: “Sus enseñanzas me ayudaron mucho, sobre todo, cuando estoy perdido en la idiotez que provoca lo que hay alrededor de esta actividad. En la profesión del actor, si la podemos llamar así, te puede ocurrir por ejemplo que estás caminando por un hermoso paisaje y de repente ingresas a una zona de niebla donde hay voces que te hablan y te apartan de lo principal, transformándote en un estúpido. Y cuando esa niebla se va ya no reconoces ese paisaje hermoso que estabas viendo. Ure era un enemigo declarado de esa estupidez que te confunde y aparta de lo que es más importante en esta carrera.” 

¿Por qué puede ocurrir eso?, le preguntamos a Peretti. Contesta: “Esta es una profesión muy ligada a lo humano. Los actores interpretamos roles que nos ponen ante aspectos no siempre agradables de los seres humanos. Podemos encarnar a un asesino serial o un genocida. Y para poder actuarlos de un modo creíble debemos entenderlos, porque esas personas no son extraterrestres, son seres que se cruzan todos los días con nosotros en la calle. Videla o un violador de niños, por más que los repudiemos o detestemos, o los consideremos monstruos, no vienen de Marte. Son la encarnación de algo que existe en nuestra naturaleza humana. Y el arte funciona para mostrar eso, para exponer que eso está latente en nosotros y que bajo ciertas circunstancias puede desarrollarse. Nuestros presidentes, nuestros dictadores, nuestros funcionarios públicos, nuestros actores, todos nacen de la sociedad. Por eso digo que la del actor es una profesión muy humana, muestra todo lo que hay en la realidad y nos llama a reflexionar sobre ella. De ahí que no deje de ser peligrosa para ciertos intereses y haya quienes intenten atenuarla, adormecerla, estupidizarla, atacando un flanco muy débil del actor que es la vanidad. El actor decía Alberto Ure sirve como modelo y parodia de una época. Son los dos extremos, se lo tiene como referente o para la cargada. Por eso hay que estar muy centrado, porque es fácil bandearse. La plata, la exposición mediática, las opiniones que todo el mundo te requiere te pueden marear, hacerte caer en fantasías de poder que son totalmente ilusorias.”

Por eso, afirma, hay que seguir aprendiendo siempre, reflexionando sobre lo que aporta la propia experiencia y el contacto con actores que aman la profesión y saben lo que hacen. “Días atrás fuí a ver Cock y observé el trabajo de Jorge D’Elia, que tiene una verdad increíble. Es un personaje que entra tarde y que un actor inexperto trataría de hacerlo notar haciendo cosas llamativas –describe-. Él en cambio, se abandona a las necesidades del personaje y lo vivencia, está allí siempre presente y no desatiende nunca la escena. Y sus comentarios, aunque breves, son siempre efectivos. Eso es técnica más experiencia. Cuando el actor logra transmitir esa fuerza, esa convicción, la experiencia teatral se transforma en algo conmovedor. En Cock pasa eso, todas las actuaciones son muy buenas. Uno está cerca de la respiración del actor. Me ha pasado otras veces lo mismo con grandes actores, como Tato Pavlovsky en Potestad o Paso de dos, o con Alfredo Alcón en Final de partida, junto a Osvaldo Bonet. Cuando trabajé con Alfredo en  Muerte de un viajante le conté como me había gustado su labor en la pieza de Beckett”

2012 ha sido un año intenso de trabajo para Peretti. Además de En Terapia filmó una película con Lucía Puenzo basada en una novela de ella que se llama Wacolda. La obra trata sobre el encuentro de una familia con Joseph Mengele, que estuvo radicado en Bariloche en la década del sesenta, y cómo este pequeño contacto con un personaje tan perverso produce un efecto demoledor en esa familia. El film está en coproducción. También trabajó en otra película, esta vez de Juan Taratuto –con quien ya filmó No sos vos, soy yo y ¿Quién dice que es fácil?-, que se llama La reconstrucción. Es un drama, con Claudia Fontan y Alfredo Casero, donde él interpreta a un trabajador de los yacimientos petrolíferos de esa zona que es un gran solitario y al que las circunstancias lo llevan a ser el eje de una familia devastada. “Es una película que me parece dará que hablar. El guión es muy bueno y está muy bien filmada”, dice. En 2011 había filmado en España Cambio de planes, que se estrenó en 2012.

Entretanto, ya está estudiando el guión de la segunda parte de En Terapia, cuya filmación comenzará el 25 de febrero próximo. Y estudia la posibilidad de participar de una versión de la comedia francesa El placard, que se vió en cine, y que aquí iría en una versión teatral con Alejandro Awada, Osvaldo Santoro y él, bajo la dirección de Lía Jelín. Como se ve está muy solicitado, está pasando por un momento estupendo en su carrera. Se lo merece: es un actor con talento, responsable y que no se la cree. Sabe que en la vida, aún en las mejores instancias, siempre hay que yugarla. Que nada se regala.

                                                                                                              A.C.