Entrevista a Galo Mora

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Antropólogo, músico y en la actualidad relevante protagonista político de la actualidad ecuatoriana, Galo Mora Witt es uno de los intelectuales más reconocidos de su país, además de un muy afilado expositor. En los días que estuvo en Buenos Aires para dar una conferencia sobre lo que está ocurriendo en Ecuador, en el Centro Cultural de la Cooperación, Revista Cabal tuvo la oportunidad de dialogar con él e informarse, a través de su palabra, de algunos aspectos del profundo proceso de cambios que se vive en su patria. 

Durante el mes de junio, el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini organizó un ciclo de conferencias sobre La Patria Grande en la que intervinieron importantes personalidades políticas de América Latina, entre ellas Galo Mora Witt, secretario ejecutivo del movimiento Alianza País y asesor del presidente ecuatoriano Rafael Correa. El visitante, además de antropólogo, músico y hombre de la cultura de su país, ha desempeñado un estratégico rol dentro de la confluencia de fuerzas que apoyan el proceso de transformación político y social de Ecuador. Y es además un conferencista florido e inteligente, capaz de seducir con las mejores armas dialécticas a cualquier audiencia que se le ponga a mano, como ocurrió con la que escuchó la charla que dio en el mencionado Centro Cultural y que se denominó: “La trascendencia del triunfo de Rafael Correa en el porvenir de América Latina”. Durante los días de su estadía en Buenos Aires, la Revista Cabal tuvo la oportunidad de asistir a un diálogo que este intelectual mantuvo con el politólogo Atilio Borón para el PLED (Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales) y luego de conversar separadamente con él sobre los distintos y ricos desafíos que enfrenta la llamada Revolución Ciudadana que encabeza en su país el presidente Correa. Lo que sigue es una síntesis de ambos intercambios.


¿Qué factores diría usted han incidido decisivamente para que Ecuador haya podido experimentar en estos años una transformación tan profunda?
La transformación que se ha logrado en mi país durante estos seis años de gobierno del presidente Rafael Correa tiene que ver, en gran parte, con el impacto emocional que genera en los ecuatorianos el haber recobrado la posibilidad de soñar. De saber añadiría que esta gestión ha dado respuesta y satisfacción a muchas de las demandas que históricamente sostenían los sectores postergados, excluidos, olvidados, y hasta humillados diría para usar una expresión dostoievkiana, de nuestra patria. Humillados sí, porque lo que se hizo en mi país durante el tiempo del neoliberalismo fue un despojo basado en el oprobio y el desprecio del pueblo por parte del capital financiero trasnacional. Creo que lo más importante que sucedió fue haber recobrado esa certeza de que había una posibilidad real de transformar el país. Se había instalado en Ecuador, como en otros países del continente, la idea determinista de que lo que había como realidad era lo que debía ser y que no se podía cambiar. Se demostró con la acción gubernamental que no era cierto que estábamos predestinados al fracaso y que se podía lograr un auténtico Estado de bienestar popular, en el que recogiera lo mejor de la tradición en los Estados de bienestar en asuntos como inversión, salud, educación, vivienda, vialidad, etc. Creo que ese es tal vez el elemento aglutinador en lo político que hizo posible que esta transformación fuera acompañada por millares y millares de personas.


Eso quedó patente en la última elección del 17 de febrero pasado con la ratificación de un apoyo diríamos abrumador a la gestión de Rafael Correa.
Fue la contestación extraordinaria de un pueblo que al fin encontró respuestas a sus demandas. Siete presidentes habían pasado por Ecuador en diez años. El “que se vayan todos” de la Argentina fue adoptado de una manera franca y brutal al mismo tiempo. Ya no se aguantaba a nadie. Y nos hicieron creer que era un país ingobernable. Claro que era ingobernable, porque de por medio estaba la traición, el soborno y la oferta electoral basada en la mentira. La gente se cansó de oír a políticos que decían “voy a gobernar para el pueblo” y hacían todo lo contrario.


Esto que usted describe es un verdadero cambio cultural. ¿Cuál es la importancia que le asigna y de qué manera es posible mantenerlo en el tiempo?
Recordemos lo que decía Antonio Gramsci en La crítica de las costumbres: ese es el tema que con más profundidad debe abordarse porque es el que cala en las generaciones para siempre. Me atrevería a decir incluso que esa profundidad debe ir más allá del cambio cultural y convertirse en un cambio civilizatorio. Que es la de darle al hombre de esta sociedad la oportunidad de abrir tanto los ojos como el corazón a una nueva y verdadera moral, a otro compromiso con la existencia. No diría la que puede convertirlo en el hombre nuevo que soñó como utopía el Che, porque sabemos las inmensas dificultades que hay que atravesar para llegar a ese ideal, pero sí la que le confiere una voluntad fundamental de cambio, de ser distinto, más solidario y fraterno. Y eso, que parece común en las relaciones individuales, extendido a la masa poblacional puede hacer irreversible una transformación. Hoy el ejemplo más claro de cambio cultural que podemos dar es el de los ecuatorianos que discuten de política con un fervor que antes parecía perdido, gracias, entre otros factores, a la condición didáctica de Rafael Correa, que todos los sábados dedica tres horas y media a cuatro horas a explicar que pasó esa semana en el país. Y la gente conversa y comenta todo eso. Y la política ya no es una mala palabra. Ahí está el cambio cultural fundamental, en volver a tener esperanza y discutir en cada barrio o parroquia los temas políticos, que eso es, a final de cuentas, la manera de construir un poder popular, allí, en la base social. Y eso creo que lo hemos logrado. Pero quedan pendientes ahora sí, ya como un tema cultural asociado al cambio civilizatorio, otras transformaciones de mayor profundidad.


¿Por ejemplo?
Por ejemplo en la educación. En la educación no se siente la transformación sino pasados veinte años. Ese es un problema difícil que hay que afrontar. Porque son esas generaciones formadas bajo un nuevo signo educativo las que más tarde pueden llegar a demostrar hasta qué punto, hasta dónde caló esta transformación. Hay un caso en la  historia de Ecuador que lo prueba con claridad. La gran operación transformadora en lo cultural que encaró nuestro ex presidente y gran líder republicano, Eloy Alfaro, se sintió recién casi veinte años después de su muerte. Este patriota y militar fue asesinado en 1911 y los frutos de su acción comenzaron a palparse en la década del 30. No es que nosotros tengamos tanto tiempo para esperar, necesitamos actuar hoy, pero no hay dudas que las evidencias del cambio se observan después.


En otras décadas, algunos sectores de la izquierda se ilusionaban con que ese cambio cultural se producía como un efecto inmediato posterior a la toma del poder. Las cosas demostraron ser más complejas.
Al mismo tiempo, esa izquierda tenía, en sus mayores niveles de comprensión, miradas muy lúcidas. Cuando a Lenin le preguntaron qué era el socialismo, respondió: “El poder  más la electrificación del país”. Eso sigue siendo una propuesta real para alguno de nuestros países. Nosotros, en Ecuador, recién en el 2016 podremos conquistar ese objetivo. Lenin murió en 1924 y casi cien años después de su muerte, Ecuador, ese país chiquito, podrá ser al fin autónomo en lo que se refiere a la condición eléctrica y al servicio eléctrico nacional. Entonces, creo que el hecho de que algunos sueños de la izquierda latinoamericana no hayan logrado varios de los resultados que proyectaban es, en alguna medida, hasta una fortuna, porque la mayoría de las veces esa izquierda era  copista, mimetizaba la realidad que vivía con la que había leído y quería que las cosas que buscaba concretar se parecieran más a las recetas de los libros que a lo que imponía la realidad que surgía ante sus ojos. Es verdad, en la izquierda hubo gente que fue muy ortodoxa. No debemos repetir ese error y es lícito criticarlo. Pero lo realmente grave en la historia de las causas populares es la traición. 


La historia enseña además que no se puede avanzar sin un proceso de ensayo y error. Si los líderes políticos no se equivocaran serían dioses.
Para la historia es también valido aquello que decía Antonio Machado: se hace camino al andar. No se puede pensar en un camino de rosas cuando hay que revertir doscientos años de ignominia.


¿Cuál es hoy la situación respecto del petróleo, una riqueza importante para Ecuador?
Ecuador exporta 530 mil barriles diarios de petróleo. Es el tercer exportador de América, luego de Venezuela y México. Y creo que exporta casi como Colombia. Argentina, de acuerdo con las proyecciones, será más fuerte todavía. Para el nivel del presupuesto nacional ecuatoriano los ingresos por petróleo llegaron a convertirse en el 62 por ciento de su monto, hoy es el 21 por ciento. Es un dato que demuestra con claridad el cambio de la matriz económica, la realización de una política que ha llevado a buscar otras fuentes de riqueza. Las compañías petroleras obtenían el 83 por ciento del valor de lo producido en concepto de regalías. Si el barril estaba 100 dólares, 17 eran para el Estado ecuatoriano y 83 para las compañías. El problema es que, además de esto, se había creado en el 2002 el Fondo de Estabilización, Inversión Social y Productiva y Reducción del Endeudamiento (FEIREP), que garantizaba que si el petróleo bajaba a menos de 20 dólares el barril el Estado debía pagarle a la compañía. Y que todos los recursos de ese Fondo de Estabilización se destinaban a pagarle a las compañías la deuda. Se llegó a aprobar una cláusula constitucional que prohibía la inversión social. El cuadro era de completa usurpación, de oprobio y saqueo institucionalizados. En 2005, luego del derrocamiento de Lucio Gutiérrez, el nuevo presidente, Alfredo Palacio, nombró ministró de Economía a Rafael Correa, que lo primero que hizo fue tirar abajo ese Fondo demostrando que, además, había aumentado artificialmente la deuda externa.


¿Y cómo fue la negociación posterior con las compañías?
El presidente Correa comenzó a negociar y dijo: desde ahora y hasta llegar al término de la negociación vamos a hacer lo contrario de lo que se hizo hasta ahora: el Estado va a recibir 99 por ciento de las regalías, las compañía uno. Y agregó: las empresas que acepten esa manera de negociar se quedan. Seis de las doce que había se fueron y otras seis se quedaron. Para las seis que se quedaron se estableció el siguiente rango: el 80 por ciento de las regalías para el Estado y 20 para ellas. Ahora, si estas compañías se quedaron es porque, aún con el nuevo porcentaje, siguen ganando plata, ya que no son instituciones filantrópicas. Hay que imaginarse entonces cuánto ganarían antes de que se fijase este acuerdo. Los intermediarios en este negocio, que se vieron afectados en forma directa por esta política, estuvieron luego entre los promotores del golpe de Estado que se intentó el 30 de septiembre de 2010, porque corazón no tienen pero bolsillo sí y grande. De modo que los dos efectos fundamentales que provocaron esta nueva política petrolera fueron: primero volcar los beneficios de la explotación del hidrocarburo en inversión social para el pueblo, lo segundo, bajar el impacto del petróleo en el presupuesto general del Estado.


Los años del ex presidente Lucio Gutiérrez fueron fatales para Ecuador.
Lucio Gutiérrez fue el mejor amigo de Estados Unidos, el que estableció una política destinada a favorecer siempre a la banca, al capital financiero trasnacional y al servicio de la deuda. Cuando nosotros renegociamos la deuda a un 30 por ciento de su valor, logramos con ello que el país pudiera ahorrar un millón de pesos diarios hasta 2030.
Luego, junto con la confiscación del ahorro bancario, estuvo en 1999 la dolarización que se comió los ahorros de la gente. Hay que imaginarse lo que significó eso para una economía pequeña, que sufrió a raíz de esa política un éxodo de dos millones y medio de emigrantes obligados, exiliados de la pobreza, que salieron a buscar a España, Estados Unidos, Italia y otros lugares trabajo. Génova es una ciudad donde viven miles de ecuatorianos, que enfrentan una vida muy dura. Y la paradoja es que esa gente expulsada fue la que logró durante varios años que el país no se hundiera con los envíos en dólares que hacían a sus parientes que habían quedado en el país. O sea que los mismos pobres perjudicados por la deuda fueron los que algunos años la pagaron. O sea que pagaron el dinero que se llevaron los gendarmes, el Imperio y los lacayos.


Hablábamos un poco antes de lo que se hace en el terreno del petróleo. Desde hace un tiempo, desde un sector que habla de la defensa del medio ambiente y de las comunidades indígenas, se ha criticado duramente lo que llaman la política extractivista del gobierno. ¿Qué es lo que pasa allí?
La Constitución ecuatoriana debe ser la primera, y quizás la única, en haber otorgado derechos a la naturaleza. Las medidas más importantes realizadas, no ya en relación a un control ambiental, sino a un cambio de matriz política sobre este tema han surgido y han sido impulsadas por el gobierno de Rafael Correa. El presidente de la República plantea que no sacar el petróleo significa en lo real perder más de 10.000 millones de dólares, que son los que se requieren sobre todo para la inversión social de la que hablamos, que ha aumentado notablemente. Eva Perón decía una frase: donde hay una necesidad surge un derecho. Y es verdad que donde se cubren ciertas necesidades aparecen nuevas demandas. De modo que nosotros observamos que, mientras cubrimos determinadas necesidades elementales, hay otras que surgen y que es necesario atender para desterrar de nuestras repúblicas la miseria y la pobreza. Y la resolución de estas demandas no se alcanza solo imprimiendo pancartas o afiches que exigen la defensa de la pureza ambiental. Por otra parte, hay un hecho evidente: la expansión de la frontera agrícola, los desechos ciudadanos, contaminan mucho más que cualquier obra que pretenda hacerse respecto de la minería, especialmente si se la trabaja con responsabilidad. Siempre habrá deterioro. Había un afiche que decía: “Selva virgen es aquella en donde la mano del hombre nunca puso el pie”. Y es que pensar que no haya afectación alguna es una fantasía.


La construcción de una carretera ya perjudica el ambiente.
La condición de países exportadores de productos primarios –y la expansión de la frontera agrícola- han sido factores de una enorme violencia contra el ambiente. De manera que aquí hay distintas cosas que resolver. Y a esto ha hecho mucha referencia Correa. Son enormes los recursos que se requieren para evitar esa gran contaminación y ellos tienen que salir de esas fuentes que son los recursos naturales. Entonces el dilema no está en ser o no ser extractivista, el tema fundamental es que la naturaleza es elemental, pero lo más importante de la naturaleza es el ser humano. Y nadie puede negar eso. Hay que ofertar otro tipo de posibilidades mediante las cuales la gente no afecte la naturaleza. Para eso, entre otras medidas, inventamos la idea del “socio forestal”. A la persona que no tiene qué comer no se le puede decir que cuide el ambiente. Lo que hay que hacer es pagarle para que lo cuide y se convierta en guardián del ambiente. Eso lo hemos hecho y ha dado resultado, esa es la verdadera lucha. Por otra parte, si no hubiera que tocar nada de la naturaleza deberíamos de entrada dejar de usar relojes, no ir al dentista, apagar la luz, no tomar ascensores, porque todo eso es minería.


Además en Ecuador pronto serán 30 millones de personas. Se van a tener que construir más escuelas, más puentes, etc.
Ahí está la pregunta fundamental. Es el ser humano o la naturaleza virgen. El paisaje tiene que contemplar al ser humano porque sino no hay quien lo observe. En el caso del tema amazónico tenemos un nivel de responsabilidad absoluta, porque lo que acontece es brutal, pero no tiene porque seguir siendo así. Y tenemos un nivel de compromiso. El presidente Correa acaba de decir: no sale de esa extracción de las minas o el petróleo un solo dólar más hasta que la pobreza esté totalmente desterrada del sito donde se produjo el impacto ambiental como compensación natural. Aquí nadie compensó nunca nada.


¿Cuáles son para el gobierno de la Revolución Ciudadana los más grandes desafíos de cara al futuro?
Una de las medidas más importantes bloqueadas o postergadas hasta ahora es la ley de comunicación, que es la que permitirá concretar en profundidad lo que deseamos. Esta ley tiene una mala vocería interpretativa de parte de los dueños de algunos medios, que defienden a capa y espada sus intereses y atacan la ley arguyendo que pone en cuestión la libertad de prensa. Yo decía hace algunos días: lo que ellos seguramente se figuran es que estamos todavía en la época del diario El Planeta y que Superman sale a luchar por la justicia, la justicia norteamericana por supuesto. Y no digo la justicia norteamericana que mató al matrimonio de Julius y Ethel Rosenberg, sino aquella que decía luchar contra la impunidad de todas las invasiones, los saqueos y el oprobio. Ahora, los lacayos también se pusieron la misma denominación: prensa libre e independiente. Compraron imprentas, usurparon el derecho social de la comunicación y transformaron a la información en una transmisión por una sola vía, que es la de la agresión, la vía en donde todas las noticias hacen aparecer a los gobiernos progresistas como si fueran gavillas de perversos, como si se hubieran instalado en los gobiernos para hacer daño a sus pueblos. Esos medios ahora les interesa la naturaleza. Nunca hablaron de ella, nunca hablaron de los pueblos indígenas.


Esos medios han usado incluso el recuerdo de figuras históricas en la defensa del indigenismo para atacar al gobierno.
Así es, hace poco aparecieron en las tapas de los diarios fotos de los rostros de algunas figuras ya fallecidas como monseñor Leónidas Proaño, defensor histórico de los indígenas, o la líder comunista indígena Dolores Cacuango, con las bocas censuradas. Figuras a las que odiaron toda la vida, ahora las hacen aparecer diciendo que hoy no podrían hablar. Y nosotros les contestamos que no, que estarían en la primera fila al lado nuestro, en la defensa de lo que significa realmente la libertad: evitar la dependencia, consagrar la dignidad individual y colectiva del pueblo, no pertenecer a la geografía de los “rodilla doblada” y los besamanos que siempre agachan la cabeza. Ellos son hoy los besamanos y lacayos. Otra medida importante que está en los proyectos de este gobierno es la ley de recursos hídricos, decidir quién está en poder del agua. Naturalmente también el código integral penal, por las inseguridades, de las que los medios son multiplicadores con su constante y pérfida prédica.


¿Por qué no se aplicó la ley de comunicación antes habiendo existido un referendo que decidió que se aplicara?
Es una ley que estuvo enterrada durante dos años y medio porque no teníamos mayoría en la Asamblea Nacional. Eso la condenó al olvido. Nunca se dieron las condiciones para aprobarla a pesar de ese referendo. Pero las recientes elecciones nos dieron la posibilidad de tener cien asambleistas de Alianza País  y ocho aliados, así que la correlación de fuerzas es ahora de 108 a 29. Y ahora se va a aplicar. Y no es que ese olvido haya sido por un defecto en la convocatoria del referendo, como suele decirse en la oposición. Porque cuando se lo hizo todos aceptamos. Lo que pasa es que la derecha latinoamericana tiene que aprender y es fundamental que lo haga que en la democracia también ocasionalmente se pierde. Las oligarquías latinoamericanas van a tener que ceder parte de sus intereses so pena de perderlo todo. Y debe entender que las cosas cambiaron y que el país es otro. Y que en ese otro país se propende a la no explotación de las personas, a la no tercerización rural, a la no existencia de bases extranjeras, y se defiende la dignidad humana y otras cosas básicas.


¿Cómo visualiza el problema que tiene el gobierno con algún sector de la población indígena?
Lo primero que diría es que la lucha de clases no se termina donde comienzan los ponchos. Muchas veces se pensó que un pueblo mutilado, ofendido, ultrajado, era monolítico y que el estar con ellos –ponerse sus ponchos- significaba ser de izquierda. Y creo que allí hay un error craso de interpretación. Primero porque a lo interno de los pueblos indígenas se gestan divisiones, castas, clases. Una prueba de ello es que la gran mayoría de los pueblos indígenas, como el pueblo en general, está políticamente con nosotros. Ha votado con nosotros. Y lo hemos comprobado expresamente en los sectores donde su radio de acción, su habitat de vida, es mucho más fuerte. Hemos logrado constituir en la antigua provincia del Chimborazo, donde trabajaba monseñor Proaño, una alianza con los dirigentes históricos de las comunidades indígenas, que entendieron a tiempo hacia donde iba la campaña en que los quería involucrar la  Fundación Hanns Seidel, que es alemana, y otras entidades afines a los esquemas neoliberales. Este es un gobierno no “para” sino “de” los indígenas.


¿Cómo se dio la votación en la última contienda?
Se ganó la votación en zonas muy pobladas por comunidades indígenas. Hemos tenido una extraordinaria votación en Cañar, Bolívar, Catopaxi, Tungurahua, Chimborazo, donde está la cadena de los Andes. La izquierda o los patriotas, llamémosle también así, tienen que estar con Correa, porque en su figura se concentra la única posibilidad de una dignificación histórica de esos pueblos. Ahora, hay algunas cúpulas indígenas que responden a otros intereses. La Fundación Hanns Seidel, de la que formó parte la señora Lourdes Tibán, del movimiento opositor Pachacutik, trabajó en El Salvador junto con el muy derechista partido Arena. Y fue denunciada por el diario español El País, que no es precisamente izquierdista. Esa publicación ha revelado que el representante máximo de esa entidad en Bogotá es el señor Juan Claudio Hoffman, un hombre de edad que es hijo del militar nazi que bombardeó Guernica. Cuando Ronald Reagan creó la famosa NED (Fundación Nacional por la Democracia) para luchar contra el comunismo, una de sus sucursales se instaló en Ecuador. Esa entidad sigue allí y financia a muchos de esos sectores de oposición. Nada es gratuito allí, hay una ideología de por medio y se trabaja para Washington.  


Parece que comienza a concretarse lo del Banco del Sur.
Me lo confirmó el canciller, que me dijo: han sido cuatro o cinco años tortuosos, difíciles, cada normativa de un país es un candado, pero agregó que ese día tiene que ser una fiesta latinoamericana. Y claro al Banco Mundial no le gusta esa idea. Ni al Fondo Monetario. Creo que la concreción al Banco del Sur es un aliciente en un momento en que nos encontramos conflictuados, complicados, con la Alianza del Pacífico. Al final de cuentas todo el mundo requiere o garantías y qué mejor que te lo den los hermanos y no el expoliador de toda la vida.


Se supone que allí las relaciones serán más solidarias.
O por lo menos las que rigen entre un desventurado que se encuentra con otro.

                                                                                         Alberto Catena