Entrevista a Mariela Asensio

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La autora de Mujeres en el baño y varias otras obras muy bien recibidas por el público, en especial femenino, es la responsable de haber logrado realizaciones escénicas que combinan con mucha destreza el rastreo de las problemáticas arduas de los seres más desvalidos con un teatro cuya ironía permite también al espectador reírse con ganas de lo que está viendo. Malditos todos mis ex y Vivan las feas, sus dos últimos espectáculos son una prueba de ello. En esta entrevista, la directora y dramaturga cuenta de qué modo abordó sus últimos títulos y que pretendió con ellos.  

    Sus últimos espectáculos, los vistos en 2013 y 2014, han sido como varios otros de su producción muy movilizadores y, han convocado a un público que sigue con mucha fidelidad sus trabajos. Se trata de Malditos todos mis ex, que se estrenó en el Teatro del Pueblo en 2013 y aún sigue en cartel, y Vivan las feas, que se estrenó en el Teatro Cervantes a fines de julio y ahora se puede ver en el Centro Cultural Ricardo Rojas.
Mariela Asensio, que de ella se trata, comenzó a escribir y dirigir teatro desde muy joven, a los 18 años, acompañando su labor con una formación intensa en distintas entidades. Estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático y en espacios privados de formación. Y tomó clases de dramaturgia con Mauricio Kartun y Marcelo Bertuccio.

    Becada por la Fundación Carolina realizó el Curso para Profesionales en Dramaturgia y Dirección de Teatro en la Casa América de Madrid y en el Teatro Lliure, de Barcelona. En la actualidad es miembro de la Fundación Somigliana. Algunos de sus títulos más conocidos son: Inacabado (2002), Hotel melancólico (2004), Karmático (2007, en Proyectos Polos, entre Canadá y Argentina), Mujeres en el baño (2008 y verdadero éxito de público acá y en México), Lisboa, un viaje etílico (2011), Mujeres en el aire (2012), Malditos todos mis ex (2013) y Vivan las feas (2014). Además de haber dirigido estas obras suyas, ha montado piezas de otros autores en Buenos Aires y en el extranjero. En una charla que Revista Cabal mantuvo con ella en un café frente al Teatro del Pueblo, Mariela Asensio se refirió a algunas de sus obras y a distintos aspectos del teatro que le gustan. 

Tu obra más reciente es Vivan las feas. ¿Qué tema aborda?
Es un espectáculo con un componente performático bastante ostensible. Tiene la particularidad de que yo estoy en escena haciendo algo durante toda la obra, una acción que no revelaré para no sacarle sorpresa al público que no la vio, pero que me expresa como autora y directora y pone de manifiesto algo muy conceptual, vinculado con la ideología de la pieza. La obra muestra a tres mujeres de generaciones diferentes: una adolescente, una mujer que está llegando a los cuarenta y una señora madura. Las tres cuentan a lo largo de la obra sus respectivos padeceres diarios y, mientras hacen esa catarsis, empiezan a cuestionarse lo que han hecho en sus vidas y a interactuar entre ellas. La de 75 años se refiere a los distintos electrodomésticos y de cómo la cocina la absorbió, la de 20 habla del Facebook, y la que está llegando a los cuarenta se pregunta qué habría sido de su existencia si en vez de leer libros se hubiera internado en un gimnasio a trabajar más su cuerpo. Es un texto con un discurso descarnado, pero al mismo tiempo con mucho humor, como suele ocurrir en mis propuestas. No me interesa la solemnidad en el teatro. Y a medida que va pasando la obra, el público se va identificando mucho, sobre todo las mujeres, pero también pasa algo interesante y es que los hombres se sienten muy atraídos por lo que revela el discurso de esas mujeres, como si se les revelara una zona de oscuridad que desconocen en el mundo femenino.

¿Y Malditos todos mis ex con qué elementos trabaja?
Esta obra retrata los encuentros y desencuentros en las relaciones amorosas entre hombres y mujeres. Lo que propone es la parte menos marketinera de todas las relaciones, es como el antiHollywood, lo que pasaría cinco años después del final de las películas de esa industria y que no podemos ver. Y lo que me pareció más  genuino y divertido de ese proyecto es que hubiera sobre el tema una mirada masculina. Por eso la escribí junto al periodista y narrador Reynaldo Sietecase. Me parecía bueno que se intentara desarrollar un imaginario no fuera solo el mío, sino que hubiera un hombre poniendo en juego su propia experiencia. Y eso es como el alma de la obra, ese encuentro de dos personas que escriben y cuyos mundos son diferentes. Fue muy divertido porque, en ese ir y venir, fuimos encontrándonos y desencontrándonos en el acto de la escritura. Y eso fue bueno para el resultado. Reynaldo escribe cuentos, novelas, y poesía, pero nunca había escrito teatro. Es muy interesante ese trabajo de a dos, porque abre puertas que por ahí ni siquiera veías.

¿Y Lisboa, un viaje etílico, uno de tus mejores espectáculos, como empezó?
Siempre digo que mis espectáculos nacen de un hecho autorreferencial que, sin ser autobiográfico, por alguna razón me atraviesa en el momento en que lo vivo. Y que a partir de allí empiezo a trabajar hasta convertir ese hecho en una ficción. Con Lisboa, un viaje etílico, concretamente venía de hacer dos espectáculos más grandes, como Mujeres en el baño y Mujeres en el aire, que tenían un mayor despliegue, movimiento y amplitud. Y tenía ganas de conectarme con algo sobre lo que había empezado a escribir en su momento, que era la relación entre el actor y el texto sin mucho más artificio que la propia interpretación. Porque venía de utilizar el video, la coreografía, la música, y tenía deseos de volver al gen que me motivó a empezar a escribir y dirigir, que tenía más que ver con el trabajo del actor y su relación con el texto.

¿En esa historia hay muchos seres solitarios, por qué?
Es una obra que intenta resignificar cierto lugar de anonimato de las personas. Siento que estamos en una época muy mediatizada donde si los discursos no pasan por determinados lugares no existen. Y es interesante poner la lupa, el acento, en la vida de personas corrientes, que no están intentando trascender todo el tiempo a través de lo que hacen, sino que se ocupan de vivir como pueden. Y conectar eso con el fracaso o con cierta pérdida en la que todos estamos inmersos por el solo hecho de vivir y que hoy tiene un marketing tan negativo. Existe en estos días algo muy exitista en todos los aspectos de la vida. Las redes sociales lo muestran muy bien, la gente está haciendo todo el día un reality de su propia vida, es como una necesidad de estar expuesto todo el tiempo. Y tenía ganas de mostrar los aspectos menos difundidos de las personas: los excesos, los fracasos, el lugar más decadente o más marginal que todos tenemos y que existe, como un lado B de la vida.

Y está la presencia de Portugal.
Claro. A mi me interesa mucho la música y de hecho todos mis espectáculos la incorporan de alguna manera. Y tenía muchas ganas de indagar sobre el universo del fado portugués, porque Portugal y la cultura portuguesa me llegan mucho, me resultan muy conmovedores. El fado era un género que me interesaba para usar poéticamente en la escena y me pareció que esta temática transcurriendo en Lisboa y atravesada por el fado daba el combo perfecto de lo que quería manifestar en el escenario. Con todos esos condimentos empecé a escribir esta obra. En general no ensayo las obras sin el texto terminado. Cuando convoco a los actores les doy el texto ya escrito, después ocurre que cuando dirijo ese material adquiere una vida que no tenía en el papel y se modifican algunas cosas, pero no tantas.

En estos días, estás haciendo un trabajo de actriz en Esto también sucederá, de Mariano Saba y dirigido por Andrés Binetti. ¿Por qué decidiste sumarte a este proyecto?
En mis obras nunca trabajo como actriz, salvo en el caso de Vivan las feas, pero que es una intervención más performática como dije. Pero antes de esto tuve experiencias como actriz en obras no dirigidas por mí. Lo último que hice fue trabajar en El anatomista y en El auténtico. Y he trabajado mucho en esa condición con José María Muscari. En crudo es un ejemplo. Es la persona con que más papeles hice como actriz. Me divierte mucho. Pero como me asumo principalmente como dramaturga y directora, actuar lo vinculo casi siempre con algo más lúdico, tiene que ser un proyecto en el que me guste mucho estar. Por eso trabajo con José María. La obra de Mariano Saba coincidió con un deseo que tenía en los últimos tiempos de actuar y además me interesaba participar en un espectáculo donde mi incidencia no abarcara la totalidad. Tenía ganas de poder estar en un lugar actuando y sin ser parte de las decisiones del espectáculo total. Y Binetti y Saba me gustan mucho. Hacen un teatro que me parece muy distinto a lo que hago yo y ese factor también me seducía, poder correrme de mi propia poética y meterme en el mundo que proponen otros artistas.

¿Tu poética es cerrada?
Mi deseo es que se pueda abrir a otras cosas. Uno hace el teatro que pueda, se tiene una búsqueda y se trata de conquistar ese mundo que es el de la obra. Trato de no especular mucho cuando hago una obra, trato de indagar lo que quiero indagar y tratar de que esté bueno, pero no me propongo “quiero que sea así”, porque sería como encerrarme en una idea de mi misma que no tengo.

¿Qué dirías respecto a tu constante apelación al humor?
Siempre digo que el mundo es un desastre, una locura. Si usara el teatro, ese espacio de creación, para tratar de reproducir algo que de verdad pasa y es un bajón en la vida, eso no tendría sentido para mí. Prefiero hacer con eso algo que trascienda lo real, que construya, como decía Tadeusz Kantor, una lógica propia de la escena, que es nueva, distinta. Me interesa más resignificar que reproducir. Soy consciente de muestro cosas descarnadas, pero el humor te trae de vuelta a un lugar más festivo desde el cual se puede reflexionar más serenamente sobre lo que se está viendo, sin ese dolor que dobla y obnubila.
                                                                                                A.C.