Marilú Marini, una actriz fascinante

Entrevistas

De regreso de París, donde selló algunos compromisos teatrales para éste y el próximo año, la exquisita intérprete está trabajando en la obra 33 Variaciones, que se dio el año pasado en la calle Corrientes y se repuso ahora en el verano. En una charla llena de calidez y transparencia conceptual explicó a Revista Cabal por qué la atrajo la obra que está haciendo, en qué piezas trabajará en Europa y qué importancia ha tenido la música en su vida. Agregó también que estudiará proyectos para poder trabajar de nuevo en el país.  

    La radicación de algunos grandes artistas nacionales en otros países, por los motivos que fueren (exilios voluntarios u obligados, viajes en búsqueda de horizontes que no se alcanzan en la propia tierra, elecciones afectivas) dejan siempre una sensación amarga: la de una presencia que es posible perder del todo y, cuando no es así, porque no se rompe por completo la relación, que se disfruta de manera limitada. En la primera de esas categorías, el caso más trágico en la Argentina -si se obvia, naturalmente, el de las desapariciones de artistas, que las hubo y varias- fue el de Luis Politti, un inmenso actor argentino que en 1980 murió virtualmente de tristeza en España, adonde había recalado finalmente, luego de pasar por México, al irse del país amenazado y perseguido por la última dictadura. Otros extraordinarios intérpretes, como Héctor Alterio o Marilú Marini, después de una primera etapa de alejamiento, pudieron volver muchas veces a trabajar aquí, aunque nunca regresaron definitivamente. Están en la segunda categoría: los seguimos viendo, en ocasiones con regularidad, otras veces no.


   Con Marilú, que se estableció en París a partir de 1975, esa costumbre de visitarnos para actuar, sobre todo en teatro, se ha hecho en los recientes años un hábito reiterado. En 2012 cumplió una temporada muy exitosa en el Teatro Alvear haciendo un gran trabajo como la Señora de Las criadas, de Jean Genet, y en 2013 en la obra 33 Variaciones, del venezolano Moisés Kaufman, que se repuso este verano y estará alrededor de un mes y medio o tal vez un poco más en cartelera. El año pasado, además de alguna intervención en algún filme argentino, Marilú actuó también con mucho éxito en un programa escrito para la televisión por Javier Daulte y dirigido por Daniel Barone, Tiempos compulsivos, donde interpretaba a May, la madre del atormentado  personaje de Rodrigo de la Serna, un papel que le brindó muchas satisfacciones. El joven intérprete decía sobre ella, en una entrevista televisiva, que pocas veces se había sentido tan fascinado de trabajar con una actriz.


    En 33 Variaciones, la actriz compone con mucha sutileza a una musicóloga que se obsesiona por desentrañar el misterio de la creación de una obra de Beethoven (precisamente las Variaciones para piano en do mayor sobre un vals de Diabelli, conocida más comúnmente como Variaciones Diabelli) compuesta por el gran músico alemán en los años finales de su vida, cuando escribía también la Novena Sinfonía o la Misa Solemne. Lo que la estudiosa, llamada Carolina, quiere averiguar es como, a partir de lo que denomina un vals de cervecería, el maestro pudo concebir una partitura tan  compleja y maravillosa como las Variaciones Diabelli. La pieza teatral agrega a ese dato un elemento más dramático, que prueba hasta que punto esa mujer está apasionada con su trabajo. Advertida de que sufre una enfermedad neurológica que la llevará paulatinamente a la parálisis de todo su cuerpo y, como consecuencia de ello a la muerte, decide igual viajar desde Estados Unidos a Alemania para completar su investigación. Esta determinación le trae un conflicto con su hija que no quiere que descuide su salud.


    Cabal entrevistó a Marilú Marini el último jueves de febrero. Las funciones de 33 Variaciones se representan cada semana desde ese día hasta el domingo. Y luego se descansa de lunes a miércoles. Cada jueves a las 18 horas, en una actitud muy profesional, los integrantes del elenco se reúnen para ajustar lo que se puede haber debilitado en la obra, que dirige Helena Tritek, durante el fin de  semana de reposo. “Este proyecto –cuenta la actriz- me lo propuso el productor Pablo Kompel en 2012, mientras hacía Las criadas. Y me interesó por su tema, que habla de un ser habitado por la pasión y capaz de sobrepasar todos los obstáculos con tal de realizar su deseo. Luego de eso se armó el elenco y se llegó a este espectáculo que tiene una calidad muy grande y un fuerte compromiso de parte de todos los que lo hacemos. Lo prueba, entre otras cosas, que vengamos todos los jueves luego de los tres días que tenemos de descanso para pasar todo el texto y ver que escenas hay que reforzar. El elenco es fantástico y está totalmente atento a que la obra siga viva, que no sea un ejercicio de repetición sino un verdadero trabajo creativo. Estamos muy motivados con que la obra haya seguido este verano y con la posibilidad que nos dio de reencontrarnos.”


     La alegría de ese reencuentro fue facilitada por la propia Marilú que estando en París en diciembre pasado recibió la propuesta de trabajar en una puesta del Tartufo de Moliere, nada menos que en el Teatro Odeón y la rechazó porque aceptarla hubiera significado no hacer honor a la palabra empeñada de reestrenar 33 Variaciones en el Metropolitan. La capital de Francia no se privará, sin embargo, de verla. Ya se comprometió para hacer Sabá, un espectáculo que estrenó no hace mucho en Suiza, y, entre enero y octubre de 2015, El pájaro verde del italiano Carlo Gozzi. Sabá es la obra de un autor de estos días, Jean Claude Trumberg, que se podría traducir como: ¿Qué tal, cómo estás? Marilú define al texto como la peripecia de un dúo de personajes un poco metafísicos, algo así como payasos, que están suspendidos en el espacio y el tiempo y hablan de distintas cosas. Se trata de una obra humorística, un poco a mitad de camino entre Copi y Beckett.


    Carlo Gozzi (1729-1806) es un clásico al que algunos investigadores consideran una especie de “Shakespeare italiano”. Su obra El pájaro verde no había sido frecuentada representada hasta hace escaso tiempo, en que conocieron algunas versiones en España. Se trata de un texto muy mágico y loco, que incorpora las máscaras y la energía de la Comedia del Arte. Gozzi era un profundo conocedor de las corrientes filosóficas de distintos períodos históricos y sus personajes reflejan las ideas de autores como  Maquiavelo, Spinoza o del Siglo de las Luces. Es un teatro filosófico pero a la vez muy divertido, porque se basa en antiguas fábulas de niños en las que las estatuas hablan y los pájaros dan de comer a personas que se suponía habían muerto. Y, como ocurre con los grandes textos, reflexiona sobre valores y temas que son motivos de discusión en todas las épocas: el amor, el poder, el altruismo, etc.


    Marilú viajará a París nuevamente en las próximas semanas, luego de terminada la temporada de 33 Variaciones. Su marido, el actor Rodolfo de Souza, que actúa también en la pieza de Kaufman haciendo el papel de Anton Diabelli, tiene como ella varios compromisos laborales que cumplir en esa ciudad. Respecto a si se hará un lugarcito para actuar en el país, nos contesta que sí, que estudia algunas propuestas para ver en que momento puede regresar. “Me encanta poder volver cada tanto a Buenos Aires –dice-. Estos dos últimos años estuve largo tiempo acá. Estos viajes me permiten ver de nuevo a compañeros y personas queridas. Y, de alguna forma, retribuir  también todo lo que la Argentina me dio como nutriente artística durante mi niñez, adolescencia y juventud. Por otra parte quiero mucho al público argentino, que siempre me recibe tan bien.”


    Y ya que de Beethoven y Diabelli trata la obra, le preguntamos que importancia tiene la música en su vida. “La música ha sido y es algo fundamental en mi vida, es un arte que me motiva y abre las puertas a mi mundo imaginario –responde-, pero que también me sustenta en el trabajo. Una de las causas principales por las que me entusiasmé con este proyecto es por la presencia de la música, una columna vertebral del espectáculo. Y hemos tenido la suerte de contar con un pianista muy joven y talentoso como es Natalio González. No puedo disociar la música de mi trabajo, aparte yo fui bailarina, de modo que la música siempre estuvo presente y acompañándome. Es un espacio desde el cual la posibilidad de creación, de descubrir algo que hasta ese momento era desconocido es grande. Y el contacto con ella me hace sentir una enorme libertad.”


“Por otra parte, la música es un lenguaje que permite la magia de la comunicación entre gente que no habla el mismo idioma, que no tiene la misma cultura –agrega-. Es un lenguaje que aúna y conecta. Y eso en Beethoven es muy claro. Su música es inspiradora, porque era un gran humanista. Es un creador, un artista que, en el puente entre lo clásico y lo romántico, está preocupado por el hombre, por el hermano. Por lo que les ocurría a los mortales en sus sociedades, como lo demuestran tantas anécdotas de su vida. Y debo decir que la obra me interesó también porque habla de lo que nos puede hacer trascender desde lo cotidiano. Quiero decir: una persona con una enfermedad como la que tiene el personaje tal vez se recluiría, daría otro giro a su vida. Y, sin embargo, desarrolla una entrega total a lo que la apasiona, quiere descubrir por qué ese músico genial que fue Beethoven se obstinó con ese pequeño vals que le presenta Diabelli. Y otra cosa que nos permite es reflexionar sobre algunas actitudes humanas, es como si nos pidiera evitar el orgullo y la pedantería. Ella, la musicóloga, no es pedante, pero es orgullosa y tiene un prejuicio entre lo que es una música de alta calidad y una música más popular, más accesible. Y Beethoven le enseña que todo tiene un valor y que ese valor hay que descubrirlo, depende de cómo se mire cada cosa, cada obra, cada eje de la vida. Y pienso que, a veces, hay que ser cuidadoso y no pensar que somos los dueños absolutos de la verdad. Yo qué sé, la verdad es de tanta gente y se pueden ver algunos temas de tantas formas. Y, sobre todo, se debe tener respeto hacia el otro. Salvo para las cuestiones éticas fundamentales, las que hacen a las escalas de valores esenciales como son la vida y la justicia, en otras cosas ser flexible y tener un poco de humildad es un gesto de sabiduría. Las concepciones elitistas separan a los hombres.”

                                                                                            Alberto Catena