Pimienta Rosada



Gourmet

Licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales, guionista de historietas, editora y redactora de la Revista Habitat, no hace falta conocer demasiado a Noelia Miraglia para tener la certeza de que pocas cosas la motivan más que un buen plato de comida. Desde sus colaboraciones con la Revista Joy, su columna sobre gastronomía de los días lunes en Radio Muntel (FM Palermo 94.7) y, muy especialmente, desde su blog Pimienta Rosada (www.pimientarosada.com.ar), queda claro que conoce del tema y que el hecho de que sea mujer no la coloca automáticamente en la vereda de la cocina sana, la dieta o el consumo gourmet estilo country. Todo lo contrario, como se verá.


Supongo que el nombre de Pimienta Rosada refiere, además de a la especia, a tu condición de mujer. ¿Creés que hay una perspectiva de género también en el periodismo gastronómico?
Me parece que en el periodismo gastronómico se desdibujan un poco los géneros: en el fondo todo se reduce a una interpretación de sabores de acuerdo a las mañas de cada paladar. Hay quienes consideran que las mujeres son más detallistas al momento de evaluar tanto la ambientación de un restaurante como la presentación de un plato, pero creo que es relativo: yo soy mujer y me encantan los bodegones y los antros culinarios con personalidad.


En los últimos años surgieron muchas chefs y también las primeras sommeliers y bartenders. ¿Hay un aporte específico de la mujer a la cocina y al mundo gastronómico o es el resultado de un avance en la igualdad de género pero sin cambios de contenido?
El aporte de la mujer a la gastronomía está claro y definido desde que Doña Petrona usó su primer pan de manteca y Blanca Cotta empezó a escribir (y dibujar) recetas. Ellas sistematizaron la cocina de la casa y nos enseñaron qué preparar cuando la carne está cara y cómo reciclar los fideos que sobraron de anoche. Curiosamente se las define como ecónomas o cocineras casi despectivamente, mientras que al chef se lo ubica en otro nivel, ¡como si no cortaran ajo ni pelaran cebolla! Las contribuciones del estilo “ama de casa” fueron bastante subestimadas durante estos últimos años, principalmente porque la gente se familiarizó con términos del estilo de hígado graso y colesterol malo y definió que la comida de nuestros viejos no era sana. Por suerte, todo pasa y Petrona y Cía. están viviendo un merecido revival.


En tu blog decís que no sabés contar calorías y que no querés aprender a hacerlo. ¿Pensás que en general las mujeres, y algunos hombres, prefieren el cuidado de la silueta a un buen plato de comida? ¿Hay cosas que no comés por este motivo?
Si, lo veo constantemente y no lo entiendo. Me cuesta ponerme en el lugar de una persona que se planta todos los días frente a un plato de comida pensando cuánto tiempo va a tener que pasar en el gimnasio para quemarlo. En la mujer este comportamiento está generalizado pero en los hombres es una tendencia que viene in crescendo, cada vez son más los que reniegan de la pizza y la birra: me ha pasado de ir a restaurantes con amigos y tener que aclararle al mozo que “los sorrentinos con bolognesa son para mí y la ensalada es para él”. De más está decir que tampoco es sano enarbolar la bandera de las grasas saturadas, ningún extremo es bueno. Yo no me cuido en las comidas pero reconozco que tengo un metabolismo privilegiado: considerando mi tamaño, como al nivel de una boa constrictora.


El blog gastronómico se convirtió en un verdadero género, acá y en todo el mundo. ¿Cuáles son los que visitás más a menudo?
Mi blog de cabecera es “A la mesa”, de Luis Lahitte (http://blogs.viaresto.clarin.com/alamesa/). Es el primer blog gastronómico que leí. Luis es un sibarita ilustrado que tiene un don para mostrar el alma de Buenos Aires. Me fascina cuando redescubre lugares con historia y nos transporta a otra época. También sigo a Lionel Kleiman, de “La guerrilla culinaria” (http://laguerrillaculinaria.blogspot.com.ar/). Leerlo es como pedirle una recomendación a un amigo: te describe las cosas como son sin hacerse el gourmet. No le interesa quedar bien ni pasar por experto criticando porque sí, es un tipo que valora el laburo de los cocineros. ¡Además su lista de restaurantes reseñados es enorme! Siempre lo leo cuando no sé a dónde ir. El tercero en el podio es José Luis Cancela con “Me verás beber” (http://meverasbeber.com.ar/). Lo suyo es filosofar en las barras con un porrón en una mano y un cigarrillo en la otra. Me gusta su forma de mostrar la noche.


Otro fenómeno de la comunicación gastronómica es la TV. ¿Qué opinás de los realities sobre cocina, que crecen como hongos (perdón, como champignons)?
Me quedo con Anthony Bourdain haciendo “Sin reservas”, el resto está de más (risas). Hay realities para todos los gustos pero no es mi género predilecto. Creo que si vuelvo a ver otra competencia sobre magdalenas (¿o tengo que decir cupcakes?) voy a tirarle una KitchenAid al televisor. Las competencias guionadas me exasperan y no me parece que aporten nada.


Siguiendo con la tele: en la escala de cocineras que va del hippismo naturista de Juliana López May a la sensual obscenidad calórica de Nigella Lawson, ¿dónde te ubicarías?
Con el exceso gastronómico de Narda Lepes, me encanta. Es una mina aggiornada que disfruta comiendo y sabe cómo transmitirlo. Creo que no hay nada más pornográfico que verla comer un sánguche de bondiola mirando a cámara. Su reinterpretación de Doña Petrona me hace salivar como al perro de Pavlov.


¿Creés que está habiendo una sobrevaloración de la experiencia gourmet en general y de la experimentación culinaria en particular y que se está empezando a volver a la comida como noción de reconfortante placer y de excusa para el encuentro?
Sí, creo que hubo una sobrevaloración y, lo que es peor, una teatralización del acto de sentarse a la mesa, que saturó al público. Llegó un punto en el que para tomar vino había que hablar de grosellas negras y cedro en nariz, sin olvidarse de hacer girar la copa; la ensalada se cambió el nombre y pasó a ser una “mezcla de verdes” y pedir una milanesa con fritas era pecado mortal. Afortunadamente, la comida está perdiendo el maquillaje y se está abandonando la pose, tal como lo demuestra el retorno de la polenta y el osobuco a las cartas.