La Selección que volvió a enamorar

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En el pasado mundial la Selección Argentina recuperó su identidad, aquella negada durante más de dos décadas que se la liga al esfuerzo colectivo, la humildad y el compromiso. Sabella logró que el todo sea más que la suma de las partes y con esa fórmula se cruzó “el Rubicón”, en palabras del DT, para cambiar escepticismo por la convicción que los argentinos podíamos volver ser parte de la elite.

Nadie podrá olvidar la definición por penales frente a Holanda que consagró a la Argentina finalista del Mundial de Brasil 2014.  Sobre todo porque hay un hecho imborrable: en los instantes previos y luego de hablar para todo el grupo, Javier Mascherano, el alma del equipo, lleva a  Sergio Romero a un costado. Con la mirada fija y el dedo índice apuntándole directamente al pecho del arquero, le dice: “Hoy te comes el mundo, hoy te convertís en héroe”. Minutos después Chiquito tapa dos remates, Argentina clasifica a la final luego de 24 años y todo el país estalla en un llanto de emoción por haber alcanzado un lugar impensado antes del inicio del torneo. Esas palabras, que vuelven a poner la piel de gallina cada vez que se escuchan, son un ejemplo más de la unión y la confianza que alcanzó el grupo durante la convivencia en Belo Horizonte y que sirvieron para pasar del escepticismo inicial a la convicción de que se podía llegar a la final.

El camino no fue fácil, pero el equipo se fue haciendo fuerte a medida que iban pasando los partidos. En ese contexto, Alejandro Sabella resultó determinante para definir claramente los ideales de un grupo que más allá de las cuestiones estrictamente futbolísticas fue encontrando otros valores que sirvieron para encender la pasión de los hinchas, quienes frustrados por más de dos décadas de malos resultados se identificaron rápidamente con este grupo de futbolistas y volvieron a creer que se podía ocupar un lugar destacado en el fútbol mundial.

El primer paso que dio el DT fue la conformación de un grupo humilde, en el que supieron convivir las grandes estrellas como Lionel Messi y otros jugadores sin tanto cartel, como por ejemplo José Basanta. En el seno del equipo esas diferencias de renombre o trayectoria jamás fueron visibles y el compromiso asumido por cada uno para defender al compañero dentro del campo terminó siendo clave para volver a enamorar a la gente. Durante la primera fase apareció el genio individual de Messi y todos nos permitimos soñar con su magia, festejamos sus acciones individuales y gritamos sus goles con el alma. Ya en la etapa de eliminación directa, la influencia del capitán no fue tan determinante y entonces tuvieron que aparecer los esfuerzos colectivos, los mismos que terminaron por conmover definitivamente a todos los argentinos.

La epopeya de conquistar Brasil fue tomando forma lentamente y llegando a los últimos días de competencia era tanta la expectativa que ya no había lugar para los pesimistas, los mismos que antes de que empiece el Mundial hacían conocer su descontento principalmente con cuestionamientos a jugadores como Sergio Romero, Marcos Rojo o Enzo Pérez, por mencionar algunos de los que luego dejaron la vida y se ganaron el reconocimiento de todos. Mérito del entrenador, que pese a los incesantes pedidos para llevar a Carlos Tévez, entre otros, mantuvo una base, confió en su experiencia y siempre transmitió su idea desde el conocimiento y sin necesidad de imponer ningún autoritarismo. Los elegidos entendieron el mensaje y lo tradujeron dentro de la cancha con actuaciones que, pese a los altibajos en el rendimiento, siempre estuvieron marcadas por la entrega y el sacrificio, lo que indudablemente resultó vital para reconstruir la relación con la gente.

Más de dos décadas después de la última final jugada en un Mundial, algo cambió. La Selección se entregó en cuerpo y alma, no se guardó nada y enamoró a todos. Unió bajo una misma bandera distintas formas de ver el fútbol y dejó de lado los cuestionamientos para dar paso a una nueva creencia. Las mejores estrellas argentinas se acoplaron a la perfección con los futbolistas más sacrificados porque el proyecto propuesto por el DT los incluyó a todos sin distinciones.  Por eso no sorprendió que al regreso miles de hinchas enfundados en sus banderas acompañaran al micro hasta el predio de la AFA en Ezeiza para agradecer por haber vuelto a una final tras 24 años, pero también por la entrega, el sacrificio y, principalmente, la humildad exhibida a lo largo de todo el campeonato del mundo.

El ciclo de Alejandro Sabella ya se terminó, pero los valores que promovió perduran en los futbolistas que seguirán representando a la Selección y que tendrán la misión de transmitirlos a quienes vayan llegando al vestuario por decisión de Gerardo Martino, entrenador elegido para hacerse cargo del equipo hasta el próximo Mundial de Rusia. Dicha cita será en 2018 y los cuatro años que hay por delante invitan a soñar con un proceso largo en el que, como sucedió durante el Mundial de Brasil y después de 20 años, la pasión de los hinchas por la Selección se mantenga en su pico más elevado.