Lohana Berkins, una historia de amor y lucha

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Lohana Berkins fue una activista por los derechos transgénero que logró mejorar la calidad de vida del colectivo al que pertenecía. Un legado que permanece a pesar de su lamentable fallecimiento el pasado mes de febrero.

Lohana tenía menos de doce años y aún no se llamaba así. Tenía un nombre que no reflejaba lo que sentía y era por eso que no le gustaba. Estaba en la iglesia de su barrio junto a una amiga que tampoco se sentía bien en un cuerpo de hombre y que, ese día, se había dedicado a decorar el lugar con esmero. Después de ver su trabajo, el cura en plena misa pidió que a su amiga la echaran de la iglesia, “por marica”, como se decía en el lugar donde nació Lohana. A ella no la expulsaron de la iglesia como a su amiga, porque pertenecía a una familia conocida. Lohana se paró en su asiento y comenzó a gritar que la situación era injusta. Defendió a su amiga, pidió justicia.

Probablemente no haya escena que mejor defina quién sería luego Lohana Berkins, activista y luchadora que murió el pasado 5 de febrero. Su nivel de  compromiso y su amor por el otro, conmueve a quienes la conocieron personalmente y también a aquellos que siguieron su lucha por los medios y las redes sociales. Cuando murió, distintas instituciones, como el Comité de Lucha contra la Trata y el Consejo Nacional de las Mujeres, y personalidades destacadas del mundo del periodismo y la cultura, manifestaron de forma masiva pesar por su pérdida.

El pueblo donde había nacido lleva por nombre Pocitos, y está ubicado en la provincia de Salta. Allí vivió ella con su familia, hasta los trece años, cuando su padre la echó por no tolerar su condición sexual. De todos modos, ella se hubiera ido de ahí. Ella, que lucharía porque se respetaran los derechos de todo el colectivo transgénero, tenía claro desde muy chica que su lugar no estaba allí donde la cuestionasen. En su familia, con trece hijos, se acostumbraba a comprar borceguíes a los varones y guillerminas a las mujeres. Ella usaba sandalias franciscanas porque con ninguna de las dos opciones se sentía cómoda. Como tampoco podía sentirse a gusto en ninguna de las filas de la escuela donde formaban los chicos del grado, varones por un lado y nenas por el otro. Ella se paraba en la mitad, con humor, como haría también a lo largo de su vida, porque en su caso la lucha y la alegría no se contradijeron nunca.

A los trece años, forzada a irse de su hogar, se fue a vivir con una mujer travesti, la Pocha, que la aceptó como una hija –a ella y otras más en su misma situación-. Le dio un lugar a Lohana y le abrió una puerta a un mundo del que ella nunca se fue: allí aprendió a travestirse. En esa casa, la de la Pocha, convivió con otras muchas chicas que eran alojadas bajo reglas de cuidado y contención. Con Pocha, Lohana empezó a leer de forma sostenida –no perdería nunca el hábito de la lectura-, y también aprendió  a maquillarse y a ahorrar, mientras les decía a sus compañeras que debían prepararse para el futuro, porque la prostitución y la belleza eran efímeras.

La visión de Lohana de la prostitución incluía el profundo análisis social que la situación requiere: para ella no se trataba de una elección sino más bien de la única alternativa de supervivencia que, hasta hace muy poco tiempo en nuestro país, tenían la mayoría de transexuales y travestis. Antes de los logros obtenidos por Lohana y sus compañeras, las travestis no podían acceder a un trabajo regular, ni siquiera a un documento de identidad que definiera su condición. En cierto momento de su vida, Lohana reconoció -y así lo dijo- que la prostitución es el producto de un sistema perverso de pobreza y corrupción estatal que excede las decisiones individuales de las travestis.

A partir del momento en que se inició como activista, desplegó una serie de acciones que tuvieron peso en la comunidad.  En 1994, fundó la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), desde ese lugar se dedicó a luchar por difundir el derecho a la identidad de género y fue una de las personas que más impulsó la Ley de Identidad de Género desde el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, una agrupación conformada por más de quince organizaciones que finalmente logró la aprobación de la ley en 2012. A partir de entonces, las personas transgénero y travestis pueden acceder a un documento que responda a su identidad, más allá de la biología, y recibir la cobertura médica correspondiente a la operación de adecuación de género, si lo desean.

Unos años antes, en el 2002, Lohana había dado un puntapié inicial en el reconocimiento de ciertos derechos de travestis, a partir de un episodio personal: cuando intentó inscribirse en la Escuela Normal 3 se negaron a anotarla con su nombre, decidió entonces hacer la denuncia en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires que ordenó que se respetara su identidad. También trabajó como asesora de Patricio Echegaray, legislador porteño, convirtiéndose así en la primera travesti en ejercer como trabajadora estatal.

Al momento de su muerte, se encontraba, además, dirigiendo la Oficina de Identidad de Género y Orientación sexual - desde 2013- y era columnista del diario Página/12. Se convirtió así en alguien que trascendió la lucha de las travestis; también peleó junto a feministas y por la legalización del aborto.

Su trabajo constante permitió mejorar la calidad de vida de muchos de sus pares, aunque aún falte camino por recorrer: luchó para conseguir el respeto de derechos básicos como el del estudio, para que se reconociera la identidad de acuerdo a la sensibilidad del  sujeto y no a la biología del cuerpo, y que se aceptaran travestis y transexuales como trabajadores en lugares públicos, a partir de la aprobación de la ley que obliga a incorporar personas travestis o transgéneros en al menos el 1 % de los trabajadores estatales de la provincia de Bs As.
La Legislatura porteña la reconoció como personalidad destacada en Derechos Humanos, allí fueron velados sus restos tal como ella había pedido.

En una carta que le entregó a una amiga para que difundiera antes de su muerte, Lohana escribió: “Queridas compañeras, mi estado de salud es muy crítico y no me permite reunirme personalmente con ustedes. (…) Muchos son los triunfos que obtuvimos en estos años. Ahora es tiempo de resistir, de luchar por su continuidad. El tiempo de la revolución es ahora, porque a la cárcel no volvemos nunca más. Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí, no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre. Un abrazo.”