Sting, “57th & 9th”

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Tambien el rock le sienta bien.

A los 65, cuando muchos hombres ya están jubilados o camino a estarlo, Sting —que había dedicado las tres últimas décadas a géneros musicales más “adultos”, como el jazz, la música clásica, el musical y hasta la canción navideña y, en menor medida, a su carrera actoral— da un volantazo y vuelve a su esencia, aquella que hizo brillar en la primera etapa de The Police. Aliado en trío con el guitarrista anglo-cordobés Dominic Miller y el súper baterista Vinnie Colaiuta (más otros músicos con los que incluso comparte autoría en algunos temas, como el guitarrista Lyle Workman, el baterista Josh Freese o el productor J. Ralph), en su opus 12 como solista el bajista inglés nacido Gordon Mathew Thomas Sumner regresa a las fuentes, sí, pero le aporta treinta años de crecimiento artístico, que no son pocos. Reunidos en el estudio de grabación que da nombre al disco, en una esquina del Midtown neoyorquino, los músicos se citaron para ver qué salía, como en los buenos viejos tiempos del rock. Y, como era de esperar, salió un muy buen disco. Que tiene algo de aquel sonido duro del comienzo, pero tamizado por la experiencia, con perdón de la palabra.

El comienzo, con I Can’t Stop Thinking About You, preanuncia algo de lo que vendrá. Es decir, rock de guitarras —de buenas guitarras—, la voz inconfundible de Sting, sonido deliberada y ligeramente “sucio”, lo mismo que en Down, Down, Down o Petrol Head. Pero también está la reflexiva 50.000, número que alude a las personas que asisten a los conciertos homenaje a artistas que abandonaron la Tierra, en este caso David Bowie y Prince, los verdaderos protagonistas y destinatarios de la canción. O la delicadísima Heading South on the Great North Road, con reminiscencias de sus discos con repertorio de John Dowland —“el primer cantautor de la historia”, que compuso y cantó sus temas acompañado por su laúd en los siglos XVI y XVII y que Sting grabó hace una década en Songs from the Labyrinth—, o más aun su trabajo inmediatamente anterior a 57th & 9th, el musical The Last Ship. Y en especial Inshallah, dedicada a los refugiados y víctimas de la guerra interminable de Medio Oriente, donde más claramente se advierte su rol de activista por la paz y otras causas nobles.

Un mix de su esencia rockera y de sus extraordinarias habilidades como cancionista aparecen claramente en temas como One Fine Day, Pretty Young Soldier, If You Can’t Love Me o The Empty Chair, en los que el Sting de los 70 y primeros 80 (con los cinco discos de The Police) se fusiona con el de los 90-00 (el de The Soul Cages, Ten Summoner's Tales, Mercury Falling, Brand New Day, Sacred Love) para dar paso, quizá, a una nueva etapa que empezó felizmente en la esquina de la calle 57 y la avenida 9. Un buen lugar para iniciar casi cualquier cosa.

                                                                                                                               Oscar Finkelstein

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