Saber brindar: alcoholismo y adolescencia

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Según la OMS, América Latina es la segunda región en el mundo con mayor consumo per cápita de alcohol y entre los países que la componen, Chile y Argentina se encuentran a la cabeza en los índices de ingesta más elevados. Las causas y consecuencias de esta problemática no son ajenas a la sociedad. Revista Cabal conversó sobre el tema con el psicoanalista Sergio Zabalza.

Un fenómeno que preocupa, sobre todo a los padres de adolescentes y jóvenes es la tendencia al consumo excesivo de alcohol, que se registra a edades tempranas y puede derivar en adicción, si no se lo controla a tiempo.
Los medios han reflejado en los últimos años, el hecho de que, en el marco de esta problemática, además no solo se consumen bebidas alcohólicas durante las salidas nocturnas, sino que aparecen consumos excesivos también durante el día.
La famosa “previa” es otra práctica a esta altura también muy extendida y que no siempre permite a los chicos controlar los efectos que el consumo de alcohol provoca. Los adolescentes toman en sus casas antes de ir a bailar, por lo que muchas veces llegan a los “boliches” ya alcoholizados.
Este hábito obedece a dos razones fundamentales: por un lado a los avanzados horarios nocturnos en que estos locales suelen abrir sus puertas al público y, paralelo, a los altos costos que suelen tener las bebidas que se venden dentro de estos sitios, lo que lleva a los jóvenes a preferir, muchas veces, el consumo en sus casas.

Revista Cabal conversó, sobre esta problemática, con Sergio Zabalza, psicoanalista, autor de El Lugar del Padre en la Adolescencia (Letra Viva, 2010), Profesor adjunto en Cátedra Clínica Psicológica: Adolescencia (UCES), e Integrante del Equipo de Trastornos Graves Infanto Juveniles del Hospital Álvarez. Zabalza define qué se considera una adicción: “Freud descubre que los actos humanos están determinados por un empuje a la satisfacción acéfalo y caótico que llamó pulsión. De allí que la ética que orienta a la práctica psicoanalítica consista en una indagación de la relación que el sujeto mantiene con la satisfacción de esa pulsión”, define. “Con esta aclaración, el punto fundamental para interrogar la relación de un sujeto con una sustancia como el alcohol consiste en cuestionar, interrogar  qué es eso en la singularidad de una persona. Si el consumo de alcohol adquiere un tinte autoerótico que lo aleja del lazo social y le impide trabajar y amar –o en el caso de un adolescente: estudiar- , entonces estamos en problemas, de lo contrario los analistas no tenemos nada que decir.”
El psicoanalista relata que, si el problema existe y empeora, puede volverse peligroso. “Recibimos en el consultorio chicos que advierten haber mantenido relaciones sexuales la noche anterior por las manchas en la ropa.  Es decir, tienen cero registro de lo que han hecho”, relata. “’Si te acordás, no estuvo bueno’ es la frase que algunos adolescentes formulan para dar cuenta de su accionar en la noche: la búsqueda de una desinhibición que escape a esa conciencia que sólo brinda la memoria. En mi opinión, la actitud esquiva hacia el deseo y al amor constituye el mayor desafío para aquellos que trabajamos con el actual malestar en la cultura.”

El factor cultural no es menor: a través de la publicidad y los medios de comunicación, los jóvenes reciben muchas veces  imágenes y fórmulas que asocian la diversión al consumo de alcohol, aunque poco se dice sobre el modo en que termina afectando la toma de decisiones. El abuso de alcohol a edad temprana es un problema social, aunque se relativice o naturalice por parte del grupo de pares e incluso de muchos adultos. 
Zabalza ironiza: “Comprobamos que los adultos componen ya casi una raza en extinción. Vivimos, según Lacan, en la época del niño generalizado en el que casi nadie se hace cargo de su goce. Desde la mamá que se va a comprar minifaldas junto con su hija de quince años, hasta el padre que –por acción u omisión-  le da el auto a su hijo adolescente, la escena cotidiana confirma la crisis de autoridad que muchos conceptúan como la época de la declinación paterna.”

Por otro lado, es fundamental contar con políticas públicas destinadas a la prevención, y la educación de aquel que se inicia en el consumo de alcohol. Es posible modificar los hábitos excesivos con distintas intervenciones, desde la fijación de precios y la prohibición de venta a menores, hasta programas de prevención que lleguen a las escuelas y a las familias.
Las consecuencias del consumo excesivo de alcohol incluyen los efectos inmediatos –que involucran el riesgo de perder la consciencia, los accidentes de tránsito, o la sexualidad  sin cuidado- y  también los efectos a largo plazo, nocivos para la salud y el normal desarrollo mental del adolescente. El exceso afecta negativamente la función neurocognitiva, lo que es aún más perjudicial en aquellos que, fisiológicamente, transitan una etapa de crecimiento y sientan las bases de su vida adulta (desde ya que prácticas de consumo indiscriminado y en aumento perjudica las condiciones de este desarrollo).
Esta etapa de la vida ubica a los adolescentes en una posición particular. Dice Zabalza: “Vivimos en una sociedad esencialmente adictiva: a la pornografía, al éxito, al trabajo, a los medicamentos, al celular, al consumo, a las sustancias, etc. El adolescente ocupa el segmento más vulnerable de la escala etaria humana, sería imposible que este insensato empuje adictivo social no imprimiera marcas indelebles en esos cuerpos aquejados por la irrupción de la sexualidad. El mandato de éxito y rendimiento que distingue a nuestra época hace que las personas se sientan por debajo de los ideales que persiguen, razón por la cual las sustancias suelen jugar como un alivio para los standards de éxito y rendimiento vigentes. ‘Vamos a descontrolar’, dicen los chicos en una ‘previa’, o ya en plena fiesta. La pregunta sería: “¿Qué es lo que está tan ‘controlado’ que se necesitan sustancias para hallar cierta sensación de relax y bienestar?”

Las estadísticas indican que América Latina es la segunda región en el mundo con mayor consumo per cápita de alcohol. En ese marco, Chile y Argentina se encuentran a la cabeza en los índices de ingesta más elevados, según un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sería muy difícil que pudiera evitarse  una práctica tan extendida y característica de la adolescencia; se tratará, entonces, de acompañar a los adolescentes para que aprendan a tomar sin caer en excesos nocivos. ¿Qué pueden hacer los padres y las familias? Dice Zabalza: “A mi entender, lo que sí hace efecto es la palabra comprometida que interroga y convoca el cuidado de sí en una persona joven. Por eso, más que los consabidos e imprescindibles consejos, la eficacia de una transmisión reside en los límites que el padre –cualquiera sea quien cumpla esa función- se impone a sí mismo, su manera de ser y estar en el mundo, y sobre todo la  actitud que adopta frente a sus propias equivocaciones y fracasos. De lo que se trata es de facilitar en un joven la construcción del juicio íntimo, por el cual la prudencia deja de ser un modelo de conducta estereotipado, para constituirse como la distancia con que un cuerpo, abierto a la invención, elige plantarse frente a la novedad, cualquiera sea la connotación que la  misma arrastre consigo y las consecuencias que de ella se deriven.”