Soberanía y deuda

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   Lo hemos dicho muchas veces en esta columna, y reiterado en el editorial del último número donde aludimos a la importancia de la celebración del Día de Independencia el 9 de Julio, que ningún país que haya resuelto crecer y ampliar sus derechos, en el marco de un proyecto respetuoso de la justicia, la democracia y la libertad, puede hacerlo sin velar por la defensa irrestricta de su soberanía, esa facultad indeclinable que tiene una nación de ejercer con autonomía el modelo de vida que su pueblo ha elegido para sí mismo. Ese ideal tiene una fuerte tradición en el pasado argentino y es simbolizado por algunos hombres extraordinarios de nuestra historia, muchos de los cuales sufrieron incomprensión por esa postura, pero nunca cejaron en su lucha que, hoy, recreada en los desafíos de la actualidad, ilumina ese camino ineludible de nuestra dignidad y autoestima nacional.

   La soberanía de los pueblos sufre hoy en el mundo múltiples golpes y afrentas que se expresan de las más diversas formas. En algunos casos del modo más clásico, que es la agresión militar que algunos países poderosos, ávidos de adueñarse de las riquezas de otros más débiles, practican sobre ellos. Irak y Afganistán son dos de los ejemplos más notorios, pero no los únicos ni tal vez los últimos. En otros casos, esos intentos de rapiñar lo ajeno se hace a través de métodos más sofisticados pero no menos crueles, como es el ahogo económico o financiero. De este ahogo, que conoce estrategias de muy variada índole, la del acoso a través de los llamados “fondos buitres” es acaso uno de los métodos más perversos por la infinita red de conexiones, sobornos y medios de presión con que cuentan y que mueven para lograr sus fines. Sin ir más lejos, se sabe que representantes de esos fondos están en algunos casos a la cabeza de conocidos organismos institucionales que manejan el tema de las reestructuraciones de las deudas soberanas.

   Un rápido repaso a las noticias que los diarios y canales televisivos ofrecen sobre Grecia, cuna de la civilización occidental y hoy blanco preferido de la codicia desmesurada y dañina de la usura internacional, puede ofrecer una visión acabada de lo que pretenden esos grupos. Argentina no necesita que nadie se lo explique, ya lidió en 2001 con esos profesionales de la rapacidad y lo sigue haciendo ahora después que el juez estadounidense Thomas Griesa le diera la razón a los holdouts que encabeza Paul Singer, director del Fondo Elliott Capital Management, de que tenían derecho a cobrar sus bonos al precio nominal, muy por encima de lo que había acordado la Argentina con más del 90 por ciento de sus acreedores al reestructurar su deuda.

   Frente a eso, el gobierno nacional decidió enfrentar la alta presión de esos intereses  y desplegar una contraofensiva internacional en todos los niveles para lograr conjurarla. El primer triunfo importante en esta campaña lo logró al obtener el apoyo a su posición del G-77 más China. Y, el más reciente lo obtuvo con el acuerdo que el Comité Ad Hoc sobre Procesos de Reestructuración de Deuda de la ONU aprobó a fines de julio. Ese acuerdo, que recomienda nueve principios básicos para guiar esos procesos de reestructuración y debe convalidarse en septiembre en la Asamblea General de la ONU, constituye una verdadera victoria moral para la Argentina, que fue la que fogoneó desde un principio esta discusión en la entidad. Se descuenta que será ratificado por la amplia mayoría de países que lo respaldó, 124.

    Luego, de este hecho se abrirá una nueva etapa: la marcha hacia un marco jurídico internacional para reemplazar el vacío legal que hay en materia de reestructuración de deudas, una suerte de ley de quiebras, pero que funcione a nivel mundial, un objetivo difícil pero no imposible. El economista estadounidense y Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, que expuso en la reunión de la ONU, calificó el actual mercado de deuda como “ineficiente e inequitativo” y afirmó que el capitalismo no puede funcionar sin una ley de quiebras internacional como las que rigen en cada país. Al referirse a la Argentina elogió su posición y dijo que fue la primera en defender con firmeza sus derechos. Ante tamaño consenso mundial, ¿qué opinarán aquellos economistas y políticos que recomendaban ceder a los reclamos de los fondos buitres y pagar de inmediato lo que exigían? No se han oído comentarios ni retractaciones y es extraño que se los vaya a oír en los umbrales de las elecciones de octubre próximo. Pero sorprende el nivel de irresponsabilidad que existe detrás de ciertas propuestas del conservadurismo neoliberal y la facilidad con que este sector olvida -o intenta borrar de la memoria pública- algunos disparates que en algún momento se trataron de hacer pasar como “verdades” dignas de ser oídas.

    El cooperativismo, y Cabal en especial, se congratula con este reconocimiento tácito que ese acuerdo de la ONU significa para la lucha argentina contra los fondos buitres y en defensa de sus derechos soberanos como nación. Se congratula porque, en la base de la cooperación, sea de las personas, entidades, países o la sociedad mundial, está el respeto a esa soberanía, que, como decíamos al principio, no es más que la aceptación del otro como interlocutor con existencia propia y derechos irrenunciables. Nada más, ni nada menos.