¿Cuánto dura el amor de pareja?

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El  enamoramiento es ese estado idílico de felicidad pasional, desbordante, y en cierto modo irracional. Pero no dura para siempre. Cuando se agota –lo que según la ciencia es inevitable- hay parejas que logran sostener el vínculo y otras que no. De qué depende la posibilidad de reinventarse, y qué define a las relaciones exitosas.


Quienes se enamoran suelen decir que ese estado les provoca euforia, o echan mano a metáforas de todo tipo (“estoy volando”, “tengo mariposas en la panza”, “toco el cielo con las manos”). Meses o años después, esas mismas personas pueden sentirse indiferentes ante esa misma persona que los conquistó, si aún la pareja se sostiene. Esto es porque, según confirman los especialistas, si bien el amor no tiene una fecha de vencimiento determinada, sí lo tiene el enamoramiento, ese primer estadío por el que atraviesan quienes deciden fundar una pareja o una familia.

Las sensaciones iniciales del enamoramiento “pueden compararse con las que se producen en el cerebro cuando una persona consume cocaína”, explicó el licenciado en Psicología, Sebastián Girona. “La descarga de adrenalina y las ganas frenéticas de estar con la otra persona, sobre todo sexualmente, es una de las vivencias más valiosas que se pueden experimentar en la vida". Las frecuencias cardíaca y respiratoria aumentan, el sistema inmunológico refuerza su potencial; quien ha estado enamorado sabe bien que no existe estado más placentero. Esto obedece a una serie de reacciones químicas que un enamoramiento desencadena en el cuerpo. La mala noticia, es que si bien la etapa no dura lo mismo en todas las personas, en todos los casos se produce un descenso del interés y muy a menudo de la atracción, lo que conlleva en algunos casos el fin de las relaciones.

Cuando una pareja termina, es frecuente escuchar frases como “se rompió el hechizo”, “se desgastó la relación” o “se acabó la magia”. Una vez agotado el entusiasmo inicial (enamoramiento), sólo se sostendrán aquellos vínculos en que las dos partes consigan renegociar las condiciones, refundar el pacto que los une o renovar acuerdos en base al afecto y el respeto mutuos. En palabras de Girona: "Toda relación al comienzo atraviesa la etapa del famoso enamoramiento, que se caracteriza por tener una intensidad muy alta y visible, y una profundidad pequeña, con el tiempo y en el mejor de los casos, la situación debería cambiar para pasar a lo contrario: un vínculo más profundo que inevitablemente hace disminuir la intensidad".

Investigaciones recientes del Albert Einstein College of Medicine, demuestran que el amor romántico dura alrededor de 28 meses y el enamoramiento intenso, un año y medio. Transcurrido ese lapso, el corazón deja de saltar cuando suena el teléfono y las mariposas no revolotean en el estómago.

La antropóloga estadounidense Helen Fisher explica en su libro La Nueva Psicología del Amor, que sentirse locamente enamorado es un mecanismo de la naturaleza diseñado para apegarse a una pareja y procrear. El grupo de científicos encabezado por Fisher realizó resonancias magnéticas a 839 personas que expresaron estar profundamente enamoradas. Por la actividad cerebral vista y analizada, concluyeron que el amor romántico no es una emoción, sino un impulso que disminuye con el paso del tiempo. Este enfoque describe a los primeros meses de enamoramiento como una especie de psicosis temporaria, que no permite al enamorado pensar de forma racional y objetiva y en cambio sí idealizar a aquel/ella que lo ha conquistado.
  Se calcula, entre tanto que la duración de las relaciones amorosas es de cuatro años promedio; aunque puede durar toda la vida, si el afecto va acompañado de una decisión voluntaria. 

La confianza, condición sine qua non para la supervivencia de la pareja

 El psicólogo norteamericano Robert Sternberg se ha interesado desde los años 80’ por revelar las claves de la Psicología del amor. Según su punto de vista, el “éxito” y perdurabilidad de las relaciones de pareja dependen, ante todo, de la confianza mutua y la reciprocidad del sentimiento de seguridad que provee el vínculo: la  sensación subjetiva de estabilidad y equilibrio entre lo que se espera recibir de la pareja en el plano afectivo y lo que se percibe es lo que finalmente redunda en una relación sostenida. Mientras que, si el  balance subjetivo da como resultado la inseguridad y la falta de confianza en el otro, los sentimientos tienden a erosionarse y la extinción del amor es casi segura, más allá de cuán enamorada se haya sentido la persona en los inicios.

Sterberg, que es autor de numerosos libros y ponencias sobre el tema –entre otros títulos ha escrito la Teoría triangular del amor- sostiene que el amor perdurable  implica tres componentes esenciales: intimidad (cercanía emocional), pasión (atracción sexual) y compromiso (voluntad de estar juntos). Si estos tres elementos perduran ensamblados, la pareja puede permanecer unida durante años o décadas.  El problema es que a menudo las personas confunden amor con pasión, y se trata de asuntos diferentes.

Mientras la pasión involucra la atracción sexual y la liberación de drogas naturales, como son las endorfinas, la oxitocina, la vasopresina, la feniletilamina (FEA) y la dopamina -que provocan una serie de reacciones químicas que hacen que la persona tenga ese estado de éxtasis- el amor perdurable está más ligado al afecto y el compromiso emocional. Así como durante el enamoramiento -el célebre psicoanalista Jacques Lacan decía que “El enamoramiento es dar lo que no se tiene a alguien que no es”, ya que se busca en el otro la perfección y así complementar las propias carencias- las personas se dejan seducir por la ilusión de una nueva relación, la cual crea expectativas y fantasías que los convocan a soñar a lo grande, el amor parece tener más que ver con la aceptación de la realidad propia y del otro, y la tolerancia de las diferencias, a lo largo del tiempo.

La doctora Helen Fisher, profesora de Antropología e investigadora del comportamiento humano en la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey, EE.UU., menciona entre las principales características del amor romántico el ansia intensa de estar con esa persona en particular no solo en lo sexual, sino en lo emocional. Según la especialista, el amor romántico no es una “emoción violenta”, sino un impulso originado en el motor de la mente, incluso más poderoso que el que da lugar al enamoramiento.

Probablemente, el hecho de que hoy no esté mal visto separarse, como en décadas pasadas –entonces era más frecuente que los matrimonios perduraran incluso después de grandes crisis que hoy son motivo de separación, entre los jóvenes- es lo que hace que, en Buenos Aires, las últimas estadísticas conocidas sobre "estado civil" revelen que, en los últimos años, los divorcios aumentaron hasta alcanzar su récord histórico. Según el informe de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad,  hasta julio de este año se registraron en la Capital Federal 2915 divorcios: uno cada 142 minutos (son 77 más de los que se inscribieron en los mismos siete meses de 2013, por ejemplo).
  Lo opuesto sucede con los matrimonios: mientras que hace 15 años había 46 enlaces por día (16.832), en la primera mitad de 2014 cayeron a 28 cada 24 horas (5938, hasta julio) y la tendencia negativa viene profundizándose en 2015, aunque promediando el año aún no hay cifras definitivas. Se calcula que más del 90% de las rupturas legales son de común acuerdo (la infidelidad y el maltrato suelen ser las principales acusaciones en los litigios que llegan a instancias judiciales, pero en otros casos las causas más evidentes se relacionan, lisa y llanamente, con la pérdida del interés).

Con el correr del tiempo han ido perdiendo fuerza los mandatos del "ser y estar casado y procrear" (asegurar la continuidad genética y concretar un proyecto de familia no parecen motivos suficientes, en la actualidad, para perpetuar una relación). Tampoco parecen pesar tanto el temor a la soledad y la “vergüenza” de la soltería (incluso muchos la valoran como un estado ideal o idealizado); hoy se habla del entusiasmo, la atracción sexual, la admiración mutua y el afecto como los pilares de un vínculo de dos: el amor es visto como resultado del deseo, y de esa forma mantiene intacta su esencia primaria y original, vinculada a las emociones y la seducción. Aunque es importante recordar que enamoramiento y amor responden a causas distintas y tienen consecuencias diferentes: mientras que el enamoramiento primero está asociado a una energía que hace foco en lo sexual -en muchos casos, es la plataforma de lanzamiento y el “fondo de reserva”  de la pareja-, y puede extenderse entre ocho meses y tres años, luego termina para dar lugar, en el caso de quienes deciden seguir unidos, al afecto y el compromiso sostenido.

Las parejas se disuelven o se perpetúan en función de si termina imponiéndose la aceptación mutua –el otro es como es, no como uno desearía que fuera, comprender eso parece ser una de las claves de las parejas “exitosas”-, la solidaridad y el compañerismo, por sobre la virulenta atracción de los primeros tiempos.

Eso que llamamos amor, en definitiva, tiene mucho que ver con esa posibilidad de querer al otro tal cual es, cuando esa unión hace a la propia felicidad (e incluso con saber separarse a tiempo y sin intención de dañar cuando eso no ocurre). Aunque en materia de amor nadie puede presumir de especialista, ya que no hay fórmulas infalibles. Todo amante es un principiante, arriesgando teorías y poniendo en juego experiencias personales. El compañero hará lo propio. El “éxito”, al parecer, dependerá de la comunión entre las partes, y de que encuentren felicidad en esa unión, aunque no haya garantías.