Derechos humanos: Las vírgenes del pañuelo blanco

Actualidad

En la Iglesia Santa Cruz de Buenos Aires se encuentra María de Nazaret transformada en una virgen campesina descalza, embarazada y con pañuelo blanco. En Tilcara hubo un cura que alcanzó a ungir a la Virgen Dolorosa con el pañuelo que simboliza a las madres de los desaparecidos, pero fue desterrado cuando se aprobaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida

Estas dos historias mantienen la idea común de que la imagen de la madre de Cristo puede vincularse con la tragedia que viven las madres de los desaparecidos por el terrorismo de Estado, pero el momento en el que ocurrió cada uno de los acontecimientos y el acompañamiento que ofreció la comunidad marcaron la diferencia en los desenlaces.
El sacerdote canadiense Eloy Roy fue cura de Tilcara durante 8 años y en 1988 fue separado de sus funciones por el entonces obispo diocesano de Jujuy, Arsenio Raúl Casado. Su congregación lo destinó a una misión en China. «Fui tratado como un leproso por la Iglesia», explicó con sobrada amargura en 2009 cuando volvió, de visita, a la Argentina.
En la celebración de la Semana Santa de 1987, con la presencia de las Madres de Plaza de Mayo Olga Arédez y Nora Cortiñas, a Eloy Roy se le ocurrió, después de la misa, ponerle el pañuelo blanco a la imagen de la Virgen. Fue antes de pronunciar un sermón que explicó los verdaderos motivos por los que mataron a Jesús. Un minúsculo grupo lo atacó con piedras a la salida de la iglesia, le gritaron «apátrida» y le pidieron que se fuera. Cuando el obispo se enteró, lo obligó a renunciar y en su lugar nombró a un viejo sacerdote alemán que fue combatiente del ejército hitleriano, quien se ocupó de cambiar el discurso y acabó con el trabajo comunitario del misionero canadiense.
La otra historia ocurre en la ciudad de Buenos Aires, en la Iglesia de la Santa Cruz, donde todos los años se celebra la misa por los derechos humanos. El párroco Carlos Saracini se ordenó en la congregación Pasionista hace 20 años y es el sucesor de Bernardo Hughes, el cura que se jugó la vida ayudando a los familiares de desaparecidos durante la dictadura militar.
«Los íconos tienen impacto simbólico y racional y deben ser acordes a la ideología que subyace», explica Saracini. Por eso, en 1999, cuando la crisis económica sacó a la luz a los más pobres y oprimidos, el párroco pensó que la imagen de María de Nazaret debía estar representada por una campesina pobre, sin el ropaje lujoso que caracteriza a las vírgenes. Entonces convocó a la artista plástica Cristina Hereñú para que esculpiera una imagen de barro y así se concretó la Madre Campesina, que fue llevada para acompañar a los trabajadores en sus luchas, como los de la ex sastrería Brukman, hoy empresa recuperada, y quienes se organizaron contra el vaciamiento del Hospital Francés.
Esa imagen está presente sólo en las celebraciones por los derechos humanos que se realizan cada 8 de diciembre. En 2007, cuando se construyó en el jardín de la iglesia el Solar de la Memoria, donde están enterrados los restos recuperados de una monja y tres madres (ver recuadro), Saracini tomó la iniciativa de ponerle el pañuelo blanco a la Madre Campesina.
«Para nosotros María es aquella que acompaña a Jesús de Nazaret hasta el final de su pasión. Y ella es la que acompaña a los crucificados de hoy, por eso el símbolo del pañuelo es el de las madres en la resistencia que dicen: “ustedes los hicieron desaparecer y nosotras los hacemos aparecer”», apunta el sacerdote.
Junto al altar principal están las imágenes fotográficas del cura Carlos Mujica, de los obispos Angelelli y Romero, y de las monjas y madres desaparecidas, considerados mártires para la Iglesia Santa Cruz.
En el norte de nuestro país, otro fue el desenlace, porque después del destierro impuesto a Eloy Roy, el obispo Casado fue promocionado por el pontífice Juan Pablo II para ocupar el arzobispado de Tucumán, pero a poco de asumir sufrió un ataque cerebral que lo dejó postrado hasta su muerte. El cura canadiense sigue predicando por el mundo y hubo noticias suyas desde Japón, cuando ocurrió el tsunami por el que murió uno de sus hermanos misionistas.

 

Memoria

En Buenos Aires, la Iglesia de la Santa Cruz fue declarada monumento histórico por los acontecimientos ocurridos el 8 de diciembre de 1977. Ese día, un grupo de tareas de la ESMA encabezado por Alfredo Astiz secuestró a doce personas, entre ellas dos monjas, que se reunían con el apoyo de los miembros de la congregación de sacerdotes Pasionistas en la Casa de Nazaret, contigua a la iglesia, con el objetivo de redactar y juntar el dinero para publicar una solicitada que denunciara la desaparición de sus hijos, familiares y amigos. Los secuestrados fueron trasladados a la ESMA –nombrados allí como «el grupo de la Iglesia Santa Cruz»–, torturados y arrojados vivos al mar. Pero las aguas trajeron de vuelta a cinco cuerpos, que fueron identificados y recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, en 2005.
Por decisión de sus familiares, con el permiso del obispado y la resolución del gobierno de la Ciudad en 2007, descansan en el Solar de la Iglesia de la Santa Cruz los restos de las Madres Mary Bianco y Esther Careaga. Allí fueron esparcidas parte de las cenizas de Azucena De Vincenti, fundadora de las Madres, junto con los restos de la religiosa franco-argentina Leónie Duquet y Ángela Auad, militante que tenía a su marido preso. Aún permanecen desaparecidos Remo Berardo, Raquel Bulit, Julio Fondovila, Horacio Elbert, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y la religiosa franco-argentina, Alice Domon.
Silvia Valerga
Reproducción de Acción Digital, edición Nº 1090 - www.acciondigital.com.ar