Colors

Entretenimientos

El último disco de Beck

Siempre inquieto, el ex niño terrible del indie, que de hecho fue pieza importante para el nacimiento y crecimiento del movimiento, vuelve al disco después de tres años, un lapso razonable en su no muy prolífica discografía. Colors es su decimotercer álbum en veinticuatro años, y quizás uno de los más perdurables, al menos en términos “radiales”, de su carrera.

Aunque conserva su cara aniñada, Beck –nacido Bek David Campbell hace 47 años en Los Angeles– ya no es aquel chico talentoso y díscolo que asombró al mundo de la música en los 90 con su desfachatez musical y su poco apego a los géneros, pero aún conserva ese espíritu de creador independiente que, gracias a su talento, puede ser disfrutado por grandes y muy diversas audiencias, en particular con las canciones de este disco.

Esa ausencia de compromiso con un estilo determinado, aunque siempre dentro del vasto universo del pop rock, lo lleva a recurrir, especialmente en Colors, a sonidos y ritmos ligados al pop, al rock, al hip hop, al folk, al dance, incluso a cierto funk. Y a un uso extendido de su voz, con muy buenos arreglos vocales que remiten al territorio Beatle o, más aun, al de los Beach Boys. En cualquier caso, de los mejores de la música popular de los últimos cincuenta y cinco años. La diferencia de este Beck con buena parte del anterior es que se “simplificó”, y sus históricas búsquedas sonoras y rítmicas acá parecen haberse convertido en la búsqueda de la canción perfecta. Lo mejor es que por momentos parece haberlo conseguido.

En el tema que da nombre al disco, por ejemplo, esas voces luminosas sobrevuelan una clásica base electropop. Lo mismo sucede en Seventh Heaven y en Fix Me, una bella balada en la que Beck abandona por un momento su pulso más bailable, presente a lo largo de todo el álbum y especialmente en el pegadizo No Distraction y en las dos versiones de Dreams: la ya conocida como simple hace un par de años, y una remixada para la ocasión, con más destino aun de pista de baile. También aparece fantasmal en todo el disco, de alguna manera, el espíritu de David Bowie.

I’m So Free es un raro ejercicio de cruza entre rock básico y algo de soul, que también se escucha en Up All Night, y de leve hip hop, que se hace más evidente, aunque algo pasteurizado, en Wow. Una muy buena guitarra solista redondea Dear Life, mientras que Square One es un pop rock hecho y derecho.

Colors no es el mejor disco de Beck, pero sí tal vez uno de los más potables, de los que menos tienen que explicarse. Para hacerlo, recurrió a herramientas conocidas y largamente utilizadas durante décadas. La diferencia es que, como el pincel para el artista o el idioma para el escritor, en músicos como Beck esos recursos parecen diferentes. Y los resultados, sin dudas, lo son.

Notas relacionadas