Rosa Montero: "Escribo para darle al mal y al dolor un nuevo sentido."



Entretenimientos

La periodista y escritora, una de las personalidades más destacadas de la cultura española contemporánea, habló mano a mano con Cabal Digital, entre otras cuestiones, de actualidad y política, de los cambios que imponen las redes sociales en los hábitos ciudadanos y las rutinas del periodismo tradicional, y de las razones profundas por las que dedicó su vida al arte de escribir.

 

Desde aquella infancia de niña enfermiza en que comenzó a leer con devoción y a dar forma a sus primeros relatos –una tuberculosis la condenó, en la niñez, a estar cinco años postrada en cama-, Rosa no ha dejado de escribir un solo día, con la tozuda idea de que sus ficciones y sus textos periodísticos estén a la altura de la riqueza del mundo. Consciente de que la vida es "tan vasta, maravillosa, atroz y excesiva que es y será siempre una aventura quijotesca intentar abarcar esa totalidad", siente que no hubiera podido vivir sin escribir, y reconoce que sus escritos le han permitido dejar testimonio de su tiempo, además de compartir inquietudes y experiencias con los miles de lectores que la siguen, en el mundo entero. "La escritura es mi manera de estar en el mundo", dice. "Me hubiera muerto de no haber podido escribir o leer".

 

Hija de un torero franquista –Pascual Montero, "El señorito"- y de Amalia Gallo, una ama de casa republicana que no se cansó de decirle que evitara repetir la vida que ella había llevado, Rosa es una de las periodistas más prestigiosas de España, y una de las voces más lúcidas de la narrativa española contemporánea.

 

Después de estudiar Filosofía y Letras y Psicología en su juventud, se graduó en Periodismo en la universidad, y a mediados de los 70 ingresó al diario El País, donde poco después comenzó a publicar entrevistas en el suplemento dominical. El reconocimiento fue inmediato: en 1978 le fue otorgado el premio Manuel del Arco por sus entrevistas, que se concedía por primera vez a una mujer. Un año más tarde presentaba en una librería madrileña su primera novela, "Crónica del desamor", era nombrada directora de "El País Semanal" y recibía el Premio Nacional de Periodismo por sus artículos y reportajes literarios. Desde entonces ha ejercido el periodismo con la misma convicción, y ha dado forma a varios ensayos y más de una docena de novelas, entre las que se destacan Te trataré como a una reina (Seix Barral, 1983), Temblor (Seix Barral, 1990), Bella y oscura (Seix Barral, 1993), La hija del caníbal (Espasa, 1997), La loca de la casa (Alfaguara, 2003), Historia del Rey Transparente (Alfaguara, 2005), y Lágrimas en la lluvia (Seix Barral, 2011).

 

Es inquieta, menuda, afectuosa, dueña de una pasión arrebatada con la que ha ido ganando amigos en cada ciudad que visita. Declarada Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires, por iniciativa de la diputada María Elena Naddeo, por su aporte a la cultura y la defensa de los derechos de la mujer, visitó Buenos Aires, a comienzos de octubre, para recibir en mano ese reconocimiento y participar de la entrega de premios del concurso Clarín de Novela, del que es jurado. "Ahora me siento más porteña que nunca", bromea, en diálogo con revista Cabal Digital. "Acaso lo sea más que mis amigos porteños, que ostentan el título por el hecho fortuito de haber nacido en esta ciudad."
 

¿Qué significa Buenos Aires, para usted?
-Es mi segunda ciudad, me siento como en mi casa, lo digo de verdad. Vengo hace 30 años por lo menos una vez al año -a veces dos- y me siento tan cómoda como en Madrid, mi ciudad. Buenos Aires es el Aleph de las ciudades, la que contiene todo dentro de sí, esa ciudad babilónica de la que hablaba Sábato en Sobre Héroes y tumbas. He pasado mi juventud, además, leyendo a escritores argentinos, Borges, Sábato, Cortázar; he crecido con un pie aquí.
 

-Como Madrid, es también una ciudad en la que se respira cultura…
-Se respira cultura, vida. Hoy me asomé al piso 14 de mi hotel y pensé: 'todo está aquí, el fulgor y la mugre, la tradición de la Historia y las torres espejadas'. Buenos Aires es la mezcla del esplendor más furibundo y de la vida ulcerada, fascinante para mí.
 

-¿Siente que la experiencia de participar como jurado de un concurso literario le ha permitido, a su vez, conocer nuestra idiosincrasia desde un lugar particular?
-Por supuesto,  las novelas son los sueños de la humanidad. Es como estar tomándole el pulso a la nueva literatura argentina, gente de entre 30 y 45 años que está haciendo la Argentina de hoy. Me encanta esa cosa que tenéis, tan exuberante, un poco histérica, brillante y besucona; ese brío, esa alegría. Lo que no comprendo, y lo admito, es qué le ha pasado históricamente a este país. Estoy leyendo una novela en este momento, que transcurre allá por los años 20', y en la que se dice en un tramo "tan rico como un argentino". Este es un país pujante y culturalmente refinado, y a su vez plagado de incógnitas, por momentos indescifrable para mí.
 

-¿Cómo evalúa el presente político argentino?
-Bueno, en este mismo momento ustedes están mucho mejor que nosotros, en España.
 

-¿Cuál es su opinión de Cristina Kirchner?
-Tengo una sensación ambigua, debo decir. Es una mujer fuerte, y eso me parece una maravilla, importante en el terreno de la política. Creo que su gobierno y el de Néstor tienen aspectos muy valorables: rescato por sobre todo su política de derechos humanos, la forma en que han tratado todo este tema y han hecho justicia, y el crecimiento económico que ha experimentado en los últimos años este país. Por otro lado, percibo cierto sectarismo en la sociedad, cierto ánimo de enfrentamiento, que me parece tristísimo, aunque pasa en España también, no puedo culpar directamente al gobierno.

 

Tecnología, redes sociales y rol del periodismo profesional
 

- Asistimos, a partir de la irrupción y la consolidación de las redes sociales (Facebook, Twitter), a una auténtica revolución comunicacional, que acarrea transformaciones drásticas en los hábitos de consumo y de producción de la información. ¿Cómo evalúa usted estos cambios y los desafíos que imponen al periodismo tradicional?
-Yo soy una gran defensora, partidaria diría, de las nuevas tecnologías: creo que son una herramienta extraordinaria, revolucionaria, que suman desde todo punto de vista, que no tendrían porqué restar. Tengo E-book y leo mis cosas, leo los periódicos en el Ipad o en papel, y creo que la tecnología, así como las redes sociales, llegan para enriquecer y mejorar nuestras vidas.
 

- Pero en este mundo en el que cualquiera puede ser informante -aportar datos o fotos, desde cualquier computadora o teléfono celular, ser un agente activo en la producción de información-, ¿qué rol le cabe al periodista profesional?
-El periodista profesional es irremplazable, no compite con los otros que puedan estar aportando datos, porque es quien sabe contrastar la información, valorarla, interpretarla, diferenciar lo que es fiable de lo que no lo es. Ese es su mayor capital. El periodista es quien sabe poner en unión y en relación unas noticias con otras, para extraer de ahí una visión general. No creo honestamente que cualquiera pueda hacerlo, por más acceso a Internet que pueda tener. No es suficiente tener acceso a las redes sociales, tampoco, el trabajo del periodista no puede ser sustituido. La información circulante en redes sociales es fuente primaria de información para el profesional. Digámoslo así: hoy cualquiera puede estar "en contacto con otros", con miles, pero pocos estarán en condiciones de informar desde un punto de vista periodístico. Me parece fantástico que el flujo informativo sea cada vez más democrático y no sea unidireccional, que los lectores puedan influir en el proceso de la noticia, aportar datos, corregir, pero sin perder de vista que esas siguen siendo fuentes primarias de información. Al día siguiente irán a leer en diario, ya a en pantalla o en papel.
 

- No está el periodismo, entonces, en peligro de extinción.
-Por supuesto que no. Me parece que los problemas que se plantean -y hablo del periodismo, del mercado editorial, de la difusión del arte- pasan por cómo manejamos todo eso en Internet desde el punto de vista comercial, administrativo: cómo se acomoda el mercado a los nuevos tiempos, para que los escritores cobren sus justos derechos, para que cada uno gane lo que le corresponda, para preservar la propiedad intelectual, esa es la cuestión central. No tengo la menor duda de que, en este sentido, se llegará a un nuevo acuerdo social, a un nuevo acuerdo mercantil. ¿Será en cinco, diez años? No lo sabemos, y la transición será difícil –las editoriales y las librerías cierran, los periódicos se hunden-, pero el equilibrio llegará. Por lo demás, en lo referente a los contenidos, reitero que estos cambios no alteran el valor de lo que los profesionales hacen. Tampoco puede cualquiera, de un día para el otro, convertirse en periodista, músico o escritor.
 

-¿Qué opina del hecho de que Internet y las redes amplíen las posibilidades de publicación y autogestión de los autores, que avanzan muchas veces por fuera de los agentes de prensa o las grandes cadenas editoriales?
- Está muy bien que puedan publicar por su cuenta en Internet, en un blog, y que se sientan animados porque llegan directamente a la gente. Ahora, ¿eso significa que están en condiciones de alcanzar ventas masivas de libros, o hacer una carrera prescindiendo de todo? En general, no. Es por los canales tradicionales que se puede llegar a alcanzar difusión masiva. Tendremos que llegar a un equilibrio, reitero, en el plano de la literatura y el mercado editorial.

 

Su última novela y las razones de la ficción literaria
 

-En Lágrimas bajo la lluvia, su última novela publicada, se ha metido de lleno con la ciencia ficción. La acción transcurre en Madrid, año 2109, y usted se inventa unos personajes –los replicantes, seres con el tiempo contado, y una detective, Bruna Husky-, que habitan un mundo muy diferente de éste, un mundo que por alguna razón necesitó o eligió crear...
-Ustedes, los argentinos, tienen una tradición de ciencia ficción, pero en España la gente no comprende bien de qué se trata; suponen que de marcianitos de orejas picudas, cuando en realidad, es nada menos que un género privilegiado para hablar de la 'realidad' y de la condición humana, que es de lo que habla toda ficción. A mí me gusta mucho este género, al que ya me había atrevido en Temblor.
 

-El argumento es el de un thriller con elementos característicos del policial…
-Puede definirse como un thriller que habla del sentido de la vida, de esa gran tragedia del ser humano que consiste en llegar a este mundo tan lleno de ganas de vida y saber que vamos a morir. Cómo vivir sabiendo que la vida se acaba, ese es el tema esencial.
 

-¿Cuáles son las cuestiones que, a esta altura de su vida y su carrera, reconoce como obsesiones personales?
-Pues, cuestiones como la identidad, la locura, la memoria, la muerte, la política, la pulseada con el poder. Lágrimas… es en definitiva una novela política, que nos enfrenta a nuestras posibilidades de cambiar la realidad.
 

-Usted ha dicho que escribe buscando el sentido de la existencia. 
-Llevo la vida pensando en eso y estoy convencida de que escribo para darles al mal y al dolor el sentido que sé que no tienen. Escribes para poder hacer habitable el mundo. El sentido, y la capacidad de supervivencia, te los da el hecho de poder compartir con los demás.
 

-¿En qué medida siente que ha enriquecido su vida el hecho de poder compartir, a lo largo de tres décadas, sus pensamientos, experiencias e invenciones con sus lectores?
-Pues no es que ese hecho haya enriquecido mi vida, es que sencillamente la ha hecho posible. Yo soy una escritora 'orgánica', escribo desde niña –desde los 5 años-, y escribo desde el cuerpo. No podría haber vivido sin escribir,  no me imagino haciendo ni siendo otra cosa.
 

-¿Está trabajando actualmente en una próxima novela?
-Lágrimas… será parte de una serie, pero quisiera escribir otra novela antes de esa segunda parte. En estos días esa idea primera ha empezado a gestarse. Está dando pataditas, es 'el huevecillo', como digo yo: es un alerta, una señal. En Bella y oscura, por ejemplo, el disparador fue una frase –"Hay un momento en que todo viaje se convierte en una pesadilla"-, que me llegó a obsesionar. En Te trataré como una reina, la imagen de una mujer que vi en Sevilla, sirviendo copas con una bata azul. Otras veces es una idea, o un concepto. Creo que el de la creación narrativa es un proceso similar al embarazo, o lo que pudo haber sido la creación del mundo: una nebulosa inicial, un corpúsculo, al que irán adhiriéndose otros, una historia que lentamente irá cobrando cuerpo. No hay nada parecido a esa intensidad, es un trayecto en el que te involucras hasta las últimas consecuencias, incluso más allá de lo que conscientemente deseas o sabes de ti.  
 

-¿Qué la incentiva a seguir escribiendo, entonces?
-El placer. La curiosidad por las personas y por las maravillosas aventuras que son sus vidas, y sus mentes. La necesidad de sobrevivir. La narrativa, en mi caso, sirvió de truco contra la angustia y el encierro, fue la forma más eficaz que encontré de enfrentarme al mundo. Se escribe también para saber, para aprender, para poner en palabras eso que llevas dentro y no tiene nombre. Yo escribo para darme una vuelta por otros mundos, para salir de mí.

 

                                                                                                                                Verónica Abdala

 

El argumento de "Lágrimas en la lluvia", su última novela, que editó Seix Barral:
Estados Unidos de la Tierra, Madrid, 2109, aumenta el número de muertes de replicantes que enloquecen de repente. La detective Bruna Husky es contratada para descubrir qué hay detrás de esta ola de locura colectiva en un entorno social cada vez más inestable. Mientras, una mano anónima transforma el archivo central de documentación de la Tierra para modificar la Historia de la humanidad.
Agresiva, sola e inadaptada, la detective Bruna se ve inmersa en una trama de alcance mundial mientras se enfrenta a la constante sospecha de traición de quienes se declaran sus aliados con la sola compañía de una serie de seres marginales capaces de conservar la razón y la ternura en medio del vértigo de la persecución.

Una novela de supervivencia, sobre la moral política y la ética individual; sobre el amor, y la necesidad del otro, sobre la memoria y la identidad. Rosa Montero narra una búsqueda en un futuro imaginario, coherente y poderoso, y lo hace con pasión, acción vertiginosa y humor.