Crítica de teatro: Manzi, la vida en orsai



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Manzi, la vida en orsai. Libro original: Betty Gambartes, Diego Vila y Bernardo Carey. Arreglos y dirección musical: Diego Vila. Idea y dirección general: Nelly Gambartes. Elenco: Jorge Suárez, Julia Calvo y Nestor Caniglia. Músicos: Damian Bolotin y Mariana Atamas (violín), Gabriel Rivano (bandoneón), Diego Vila (piano). Escenografía e iluminación: Gonzalo Cordova, Diseño de vestuario; Mini Zuccheri. Teatro de la Comedia.

Referirse a Homero Manzi es hablar de una las figuras más descollantes que dio la poesía ciudadana y, al mismo tiempo, de un hombre de profunda sensibilidad social y humana, que dejó su marca inconfundible en el cine, en la política o el sindicalismo y en todas las actividades culturales de la época en que le tocó vivir. Pero hay coincidencia en que como artista su aporte más perdurable, el que le dio inmortalidad, es el que volcó en las letras de algunos de los mejores tangos que se hayan escrito en el país, como “Sur”, “Malena”, “Barrio de tango” y tantos otros títulos, que de alguna manera han dejado una huella intensa en la identidad del hombre porteño.
    En teatro, uno de los autores del libro original de este espectáculo, Bernardo Carey, ya había escrito una pieza llamada Homero, estrenada en 1998 y en la que ubicaba a este intelectual y poeta en las horas finales de su vida junto a una mujer que lo cuidaba (la Samaritana) y de algún modo también lo consolaba. Es increíble, pero Homero Manzi murió a la joven edad de 43 años y dejó a pesar del corto tiempo que existió una obra extraordinaria. Murió de cáncer, como Eva Perón que enfermó por los mismos años que el poeta.
    Esta nueva obra teatral sobre Manzi, a diferencia de la otra, es totalmente distinta, pertenece al género musical y, desarrolla su trama a partir del momento en que él se entera de que ha contraído cáncer. El punto de partida sirve para, desde allí, encarar diversas travesías hacia el pasado y el futuro y mostrar aspectos de la vida del autor,  de su creación, de sus ideales y, sobre todo, de la apasionada relación que lo unió a Nelly Omar, su atormentado amor prohibido. Manzi era casado y con un hijo y no quiso separarse nunca. En esos viajes hacia atrás o adelante, aparecen figuras entrañables del universo tanguero como Cátulo Castillo y Aníbal Troilo, éste último amigo del alma del poeta y músico de algunas de sus canciones.
   Todas esas evocaciones, convertidas en un relato escénico donde el diálogo de los actores se combina con interpretaciones de las principales canciones del autor, permiten dibujar ante los ojos del espectador un entrañable retrato de Homero, de ese artista cuya sensibilidad poética nos habló, como pocos otros de su género, de lo efímero de la vida, de la irremediable nostalgia que nos produce el ayer o de la necesidad del amor como reclamo inextinguible de la condición humana.
    Todos esos elementos se conjugan en la puesta, hermosamente iluminada por el talento de Gonzalo Cordova, en un tono de gran armonía estética. Hay que decir que los tres intérpretes de la obra realizan una tarea extraordinaria. Jorge Suárez como Manzi no solo actúa al nivel de sus mejores composiciones, sino que además canta con mucha sensibilidad y gusto. Su interpretación es exaltada y de una gran emotividad. Lo mismo puede decirse de Julia Calvo, que da forma a una Nelly Omar conmovedora. En los papeles de Cátulo Castillo y Troilo, Néstor Caniglia también alcanza un desempeño de alta ductilidad. La pequeña orquesta de tango dirigida por Diego Vila acompaña los pasajes musicales con absoluta precisión y vuelo. Un espectáculo muy recomendable

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