23344. Si cae en default, cae en default

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23344. Si cae en default, cae en default. Una obra de Lautaro Vila. Director: Guillermo Ghio. Vestuario: Pheonía Veloz. Iluminación: Omar Possemato y Lucía Feijoo. Música: Javier Estrín. Intérpretes: Norberto Portal, Pablo Turchi y Patricio Schwartz. Duración: 60 minutos. Teatro Dandelión, avenida Córdoba 2429, primer piso a la derecha. Viernes y sábados a las 21 horas.

 

        Cada texto debe encontrar su público, suele decirse a menudo. Y también su director. 23344, una obra denominada así en alusión a la ley que regula el consumo de tabaco, fue escrita por Lautaro Vilo, como él mismo confesó, cuando aún estudiaba dramaturgia y surgió como la reacción a un ejercicio donde debían aparecer situaciones y personajes reconocibles, tal como lo marca la línea de trabajo más clásica en la escritura dramática. Y en rebeldía contra esa imposición, armó esta pieza en la que se acentuaba con más importancia la música interna de las palabras, los movimientos y las imágenes, que lo que se pretendía transmitir/decir como significado concreto, sin que éste finalmente pudiera detectarse. Y así, elaboró un texto que comienza con tres voces, que corresponden a tres personajes que reflexionan sobre el tabaco, la amistad prolongada, los actos iniciáticos en el sexo y otros ámbitos de la vida. Todo como un juego en el que las digresiones iniciales sobre la “hierba de la reina” (así se denominaba al tabaco porque le curaba las migrañas a la reina Catalina de Médicis) actuaran como cortina de humo para ir descubriendo detrás de ella un mundo que no siempre se presenta con contornos definidos. Un texto compuesto de fragmentos de diverso sentido que el espectador moderno, conforme a su habilidad para captar la gramática audiovisual, podía leer y unir conforme a su libre interpretación. Éste era el propósito estético de la obra.

      El texto fue premiado en un concurso del Centro Cultural Ricardo Rojas y llevado a escena por un grupo de ese lugar. Pero a Lautaro Vilo no lo dejó conforme y, tiempo después, con tres actores vinculados al espacio ElKafka, decidió montarla él mismo. En esa versión del autor los tres personajes eran esgrimistas. Y, a partir de allí, desarrollaban todas las acciones con las que el público debía armar en su mente el rompecabezas que la obra le proponía. Quien escribe estas líneas no vio esa versión y no puede, por lo tanto, opinar sobre sus resultados. Sí ha leído algunos comentarios de una versión mexicana en la que se sostiene que ese trabajo habla sobre la amistad entre los hombres y que se conforma con la narración de distintas experiencias entre ellos vinculadas a las aventuras infantiles, la rebeldía de la adolescencia, el inicio en el sexo y algunas vicisitudes de la madurez.

       Que la propuesta de que la obra trace un recorrido de inferencias que el espectador va  conectando en su mente, no excluye que el director de cada versión pueda ir dando pistas a lo largo de ese itinerario que, sin ser unívocas, puedan orientar a la persona que ve el espectáculo para que pueda hacer deducciones. Y en ese aspecto es que decimos que cada texto debe también encontrar su propio director. En la versión que vimos en el teatro Dandelión, el director Guilermo Ghio construye un conjunto de señales en su puesta que le transmiten a su público una opinión clara de lo que quiere decir, sin distorsionar el texto ni cambiar su base estructural, que reposa en un relato fragmentado y con fuerte presencia de movimiento de los cuerpos de los actores y el uso de la palabra como cadencia musical.

      Pero los tres personajes no son ya esgrimistas sino tres individuos bien vestidos, con traje de yuppies y conductas de ex alumnos de algunos colegios privados como el Cardenal Newman, lo que proporciona un nítido guiño hacia los hechos de la actualidad, tanto como esa escena final donde el trío munido de unos buenos bates rompe a golpes una maqueta de la Casa Rosada, como expresión de repudio a la política. Entre la escena inicial en el baño donde los tres personajes se hacen amigos hasta la secuencia del ataque a la casa de gobierno antes descrita, se suceden toda clase de pasajes entre los que se podría mencionar, por ejemplo, un abuso sexual a un estudiante, una jornada de tiro al blanco con armas propias, la golpiza feroz a una prostituta a la que los jóvenes pagan para que les brinde sus servicios y toda una serie de procedimientos en la parte posterior del escenario que representan tratos, intercambios y transacciones (entregas de carpetas, dinero y otras cosas provenientes de supuestos negocios en común) y que van acompañados de frases que concluyen en un terminante y burlón: “Si cae en default, cae en default”, expresión que sirve como agregado al título principal de la obra. Y que es imposible no referir a la timba financiera de hoy y de otras épocas que ha vivido nuestro país.

        Dentro de un marco sobrio y de pocos elementos materiales (un atril, tres bancos altos, una computadora y alguna cosa más) y una iluminación muy sugerente sobre distintas franjas del escenario rodeado solo de cortinas, todas estas acciones se desarrollan a ritmo vertiginoso y tienen en los tres intérpretes a aliados muy sólidos y enteramente volcados a transitar sus intervenciones, tanto individuales como de conjunto, con una concentración y energía que nunca decae. Su comportamiento obedece, y esto se hace notorio, a una dirección que ha trabajado concienzudamente con ellos, permitiéndoles a la vez lucimiento y eficacia escénica.

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