Crítica de teatro: Las áspides de Cleopatra



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Las áspides de Cleopatra. De Francisco de Rojas Zorrilla. Dirección y escenografía: Guillermo Heras. Música: Matías Corno. Vestuario: Aníbal Duarte. Asesor de verso y colaboración artística: Gabriel Garbisu. Intérpretes: Anahí Gadda, Mariano Mazzei, Mariano Mandetta, Gustavo Pardi, Julián Puchetta, Belén Pasqualini, Carlos Sims, Iride Mocket. Acróbatas: Federico Howard y Marina Pomeraniec. Duración: 100 minutos.

La más conocida obra teatral sobre Cleopatra, la reina egipcia en tiempos de los romanos, es Antonio y Cleopatra, de Shakespeare. Los estudiosos sabían que había también otra historia de un autor español del Siglo de Oro, Francisco de Rojas Zorrilla, escrita sobre líneas más ficcionales que los testimonios que ofrecían Las vidas paralelas, el libro de Plutarco sobre el que se basó el dramaturgo inglés. Considerado un continuador de Calderón de la Barca, es evidente que la calidad de su poesía estaba muy debajo de la del autor de La vida es sueño y la de Lope de Vega, e incluso de la de un autor que aparecería dos siglos después, en el 1800, y con el que suele confundírselo: José Zorrilla, creador de Don Juan Tenorio.

     Se podría decir que Las áspides de Cleopatra, producto de esa iniciativa que se llama Laboratorio América entre la Compañía de Teatro Clásico Español y el Complejo Teatral de Buenos Aires, tiene un interés más ligado a la curiosidad antropológica que al valor teatral, si bien a la obra no le faltan méritos literarios, pero tiene pocos que puedan relacionarse con las profundidades del alma. Lo que sí es muy atractivo, y eso se impone por sobre la retórica formal de un verso no solo antiguo sino sin gran vuelo, es la puesta que desarrolló Guillermo Heras, director español muy conocido en el país, además de investigador sistemático de los fenómenos del teatro contemporáneo. La  concepción casi coreográfica de la pieza, su escenografía y el excelente trabajo de los jóvenes actores argentinos que intervienen en la versión, entrenados para decir el verso español con una fluidez y gracia realmente admirable, contribuyen a que el espectáculo tenga su magnetismo más allá de lo que cuenta.

     Al respecto, y a pesar de un rendimiento que en líneas generales es muy destacado en todos los que intervienen en la versión, es de resaltar el trabajo de dos de las protagonistas femeninas: Iride Mockert, como Cleopatra, y Anahí Gadda como Irene, ambas muy apropiadas en la caracterización de sus papeles.    

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