Crítica de teatro: Pelearemos a la sombra



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Pelearemos a la sombra. De Miguel Kot. Dirección: Jorge Graciosi. Diseño de música: Michel Nehmed Alché. Elenco: Juan Manuel Romero, Pascual Carcavallo y María Dupláa. Teatro El Pasillo, Colombres 35, CABA.

Dentro de una línea de composición dramatúrgica bien realista, sin grandes pretensiones de puesta, pero buenas actuaciones, Pelearemos a la sombra cumple con el objetivo elemental de entretener al público que asiste al Teatro El Pasillo para ver el espectáculo, que es bastante más que lo que hacen algunos montajes mucho más ambiciosos y bastante menos eficaces en sus objetivos. Se trata de una obra dirigida principalmente al público más joven, pero que los grandes pueden disfrutar igualmente, sobre todo por la frescura con que están jugadas las cosas.
       La anécdota es la siguiente: Franco, un alumno de secundaria, queda solo en un aula de su colegio con su profesor de Historia, Ricardo, pocos minutos antes de que empiece un partido vital de la selección de fútbol argentina en un campeonato mundial. El profesor, algo ingenuo y bonachón, tiene en su poder un celular del chico, al que se lo sacó un día en que lo encontró comunicándose con alguien durante una clase. El profesor le dice que lo llevará a la dirección de la entidad –que prohíbe utilizar celulares durante las horas de clase- y se lo comunicará luego a su madre para que tome las medidas pertinentes.
      Franco le pide por favor que se lo devuelva pero el profesor se niega. Mientras esto ocurre el partido está por empezar y antes de que se vayan aparece una profesora del que Ricardo está enamorado secretamente. Se va también y les pregunta si irán a ver el partido y le responden que sí. Ella se retira y Ricardo, el profesor, desea hacer lo mismo, pero Franco, como no le devuelve su celular y lo ve ansioso por marcharse, le comenta para extorsionarlo que quiere que le dé una clase de Historia. Hay una disposición del colegio que estableció que, debido al partido, se le daba asueto a todo el mundo, pero que si algún alumno quería que le dictaran clase podía pedirlo. Eso es lo que hace Franco.
       A partir allí comienzan a generarse una cantidad de graciosas situaciones en donde alumno y profesor se extorsionan mutuamente con distintas tretas y tratan de sacarse ventajas para cumplir su objetivo: Franco que le devuelvan el celular, el profesor ir a ver el partido. Estos contrapuntos son lo más logrado de la obra. Los tres actores llevan a cabo, bajo la batuta de Graciosi, un trabajo de mucha empatía, que seduce al espectador.

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