Crítica de teatro: Terrenal



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Terrenal. Autor y director: Mauricio Kartun. Intérpretes: Claudio Martínez Bel, Claudio da Passano y Rafael Bruza. Escenografía y vestuario: Gabriela Fernández. Iluminación: Leandra Rodríguez. Diseño sonoro: Eliana Liuni. Realización de vestuario: Mirta Miravalle. Teatro del Pueblo. De jueves a domingo.

Una de las obras más exitosas de la actual temporada y de la pasada, Terrenal de Mauricio Kartun –a la que ya nos hemos referido en alguna oportunidad en estas columnas- ha sufrido en las últimas semanas un cambio en el elenco que vale la pena mencionar, sobre todo para informar a aquellos que no la han visto todavía o que piensan verla nuevamente, un fenómeno este último que con mucha frecuencia se produce en los espectáculos que escribe y dirige Kartun. Hay un sector enfervorizado del público que repite su experiencia de ver la obra. El cambio que se ha producido es en el papel de Tatita, que había sido interpretado durante dos temporadas por el estupendo actor Claudio Rissi, que realizaba una composición de mucho relieve. Su reemplazo ha sido por el actor, director y también autor Rafael Bruza, artista de valiosa y larga trayectoria en el teatro de Santa Fe y Buenos Aires. Varias de sus obras, y en especial Denuncia, de la que este espacio hizo la crítica, se siguen representando aquí y en otras ciudades del país.

     Frente al retiro de Rissi, entre la gente que había ya visto el espectáculo se formuló una pregunta totalmente esperable: ¿se podría remontar la baja de ese actor que tanta fuerza le había dado a su personaje, descontando que los otros dos mantendrían también su alto rendimiento? Y la verdad es que el cambio no resintió para nada esa cota de excelencia que mostró la obra en los tres protagonistas. La actuación de Bruza, aunque distinta a la de Rissi, permite continuar con el despliegue histriónico actoral a gran altura, que es uno de los puntos más fuertes del espectáculo, es cierto que a partir de un texto de mucho espesor poético, ideal para buenos intérpretes. Pero no solo el espectáculo mantuvo su jerarquía gracias a que Bruza fue capaz de crear un personaje atractivo, sino también porque lo hizo aprovechando otras franjas de significación de la obra que, en la interpretación de Rissi, estaban menos visibles. Es particularmente interesante, el aprovechamiento del monólogo final del personaje de Tatita. Rissi le daba una gran intensidad a su mensaje acentuando la idea de que Caín cargaría durante siglos el peso de su culpa y el de los propios los cuernos provocados por la infidelidad de su mujer como castigo por su felonía. En la composición de Bruza, intensa también, pero más concentrada, se remarca la advertencia que Tatita (Dios) le hace a la humanidad: a partir de ese momento sufrirá su ausencia definitiva como castigo a su comportamiento. Librados a su propio egoísmo y sin el freno de un juez supremo, la sociedad comenzará a labrar un destino aciago, que, como lo ha demostrado la historia, es cada vez más errático y cruel, más acentuado en su injusticia social, en su desdén hacia el semejante.

       En el mito de Abel y Caín, según ya anticipaban algunos historiadores, se estaba inscribiendo las líneas del futuro de la humanidad. Después de matar a Abel, Caín, el creador de la propiedad privada, se dedica a crear ciudades amuralladas para cuidar sus riquezas y las pesas y las medidas para impulsar el comercio que permita hacer sus negocios e incrementar sus riquezas. En esta recreación de la historia bíblica, Kartun nos pone un espejo para que nos veamos en nuestro perfil originario y en esta realidad que es el mundo que hoy nos rodea y agobia con sus interminables atropellos. Quien no haya visto Terrenal no debe perder la oportunidad de encontrarse con una de las mejores obras argentinas de las últimas décadas.

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