Elle

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Elle: abuso y seducción. (Francia, 2016) Dirección: Paul Verhoeven. Guion: David Birke, basado en la novela Oh…, de Philippe Djian. Fotografía: Stéphane Fontaine. Música: Anne Dudley. Intérpretes: Isabelle Huppert, Charles Berling, Laurente Laffite, Anne Consigny, Judith Magré y otros. Duración: 130 minutos.

Con frecuencia el espectador se pregunta cómo habría sido una película que le ha gustado mucho o no tanto si su protagonista hubiese sido otro actor u otra actriz. ¿Mejor, peor? Algo siempre es posible imaginar, desde la pura suposición, calibrando la calidad del intérprete que se hubiese elegido. Elle: abuso y seducción le fue propuesta por su director, el holandés Paul Verhoven, a cuatro actrices muy conocidas en la meca del mundo cinematográfico, Holywood: Nicole Kidman, Sharon Stone, Julianne Moore y Diane Lane, todas las cuales han mostrado, en más de un largometraje, tener condiciones suficientes para asumir desafíos importantes. Ninguna de ellas aceptó, sin embargo, el reto. Conocían el guion y no quisieron asumir compromiso  con una historia tan abrasadora y llena de púas filosas, no fuera que salieran de allí quemadas, chamuscadas o incluso heridas. O incluso enemistadas con un público que se resiste a ver temas escabrosos.

     Verhoven se resignó entonces a no rodar en Hollywood y enfocó la mirada hacia Francia, donde Isabelle Huppert sí estuvo, desde el primer momento, interesada en hacer el papel, sin importarle que les hubiese sido ofrecido antes a otras actrices. El director holandés hacía diez años que no filmaba. El libro negro, de 2006, fue su última entrega. Y tal vez aspirara para su reingreso al universo cinematográfico hacerlo en Hollywood. Su giro en dirección a Francia tuvo, si es que realmente deseaba eso, sus buenas compensaciones. La mejor de todas, la participación de Huppert a quien, después de haberla visto actuar en el rol de Michéle Leblanc, una exitosa empresaria productora de videojuegos, es difícil creer que se pudo encontrar a una intérprete más dotada para encarnarlo. Es un trabajo extraordinario. No lo demuestra el haber sido candidateada al rubro de mejor actriz protagónica en la ceremonia de los Oscar, sino en cada secuencia de este film donde su ductilidad desborda segundo a segundo.

     Dicho esto, vayamos a la película. Desde la época de Luis Buñuel –que a pesar de ser español filmó también en Francia-  no se veía en el cine de ese país una película tan ácida con la institución familiar contemporánea y la hipocresía de algunas posturas devotamente religiosas. La crítica de Verhoven es demoledora, pero sin renunciar jamás al humor. Un humor que, bajo la atmósfera de thriller negro que envuelve a muchos pasajes de la obra y a la historia previa que cuenta sobre el pasado de la empresaria, no deja nunca de ser corrosivo. Porque la personalidad de esta mujer es oscura, llena de repliegues sinuosos y perversos, pero su inteligencia y su posición de poder le permiten manifestar los actos de su conducta en operaciones sutiles, a veces llenas de ironía y distancia.

    El film comienza con una escena shockeante: la violación de la protagonista. Son pocos instantes, luego de los cuales ella, a pesar de haber sido lastimada físicamente, decide no acudir a la policía ni asumir la posición de víctima. En los pasajes siguientes se muestra su entorno laboral –la empresa de la que es dueña y donde es temida y odiada- y el familiar y social: tiene un hijo que se ha juntado con una joven embarazada de un vástago que no es de él, su madre es una mujer grande y vive con un amante joven que la exprime, su ex marido se ha puesto de novio con una chica mucho menor que él y se la presenta, y su mejor amiga, de la que es socia en el negocio de los videojuegos, está casada con un hombre del que Michéle es amante. Pero eso no es todo: su padre, que hoy purga una condena perpetua en la cárcel, mató a varios vecinos de su barrio, cuando ella era niña y su imagen quedó vinculada en el imaginario popular a aquel múltiple homicidio ocurrido hace casi cuatro décadas atrás. También tiene unos vecinos bastante chupacirios con los cuales frecuenta en ocasiones, sobre todo con el que le atrae.

       En todo caso, es claro que aquel acontecimiento traumático del padre ha dejado huellas en su psiquis. Y que ella se ha defendido de ese hecho haciéndose dura, egoísta, pero no sin haber sufrido algunos estragos en su personalidad. Ella admite que los locos son su elemento y que puede manejar los hilos de ese mundo como una virtuosa del mal, aunque su aspecto siempre sea el de una mujer tranquila y racional, que posee un control meticuloso de sus  actos. En apariencia, el impacto de la violación no parece haberla dañado demasiado en lo psicológico,  pero la narración probará que sí y que se ha fijado como objetivo prioritario dar con el violador para someterlo a una fría y calculada venganza. En pos de esa meta iniciará una investigación muy discreta para ver si el victimario surgió de algunos de los ambientes que frecuenta, incluido el laboral. Verhoven filma muy bien y tiene una mano de narrador segura. Toda la película está llena de estupendos detalles y bien contada. Le gusta detenerse en los objetos, en las minucias,  sin preocuparse demasiado porque la trama se ensanche con más datos que los que se necesitarían en un relato seco y económico. Pero ese es su cine, el que a él le gusta hacer y el que le gusta a sus seguidores. Un cine de mucha calidad.   

    El elenco es muy homogéneo y de marcada idoneidad actoral. La música muy buena y el trabajo de ella excepcional, a enorme distancia de los demás. Leamos sino lo que dice el director de su labor: “La intensidad de su compromiso con el papel es máxima: no hay nada que pueda limitarla, llega a un grado tal que todo lo que hace es verdadero. Si de pronto uno cae en el cliché, ella encuentra una manera de recuperar la autenticidad. No tengo más que agradecimiento para ella.”

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