Festival Internacional de Teatro Mercosur

Entretenimientos

Por octava vez el Festival Internacional de Teatro Mercosur deslumbró al público de la provincia y a sus invitados con una muestra de espectáculos que sostuvieron en la mayoría de los casos un apreciable nivel de calidad. Un encuentro que, además de exhibir buenas obras, sirvió también para reflexionar en profundidad sobre el teatro.

 

Verdadera precursora en la realización de festivales internacionales de teatro y enclave de una sólida tradición dramática y artística, la provincia de Córdoba es hoy, por si no le sobraran otros atractivos culturales propios, una plaza escénica de la mayor importancia en el país. Decisiva contribución a este hecho lo constituye, además de la actividad que desarrollan año a año sus artistas locales, la concreción del ya prestigioso Festival Internacional de Teatro Mercosur, que del 28 de septiembre al 7 de octubre cumplió su octava edición. Heredero de hecho del mítico Festival Latinoamericano de Teatro iniciado en la provincia en 1984 y suspendido en la década de los noventa, la nueva muestra internacional arranca desde el 2000 aprovechando lo mejor de aquella experiencia previa pero ubicándola en un nuevo contexto institucional y tratando de aportarle nuevos contenidos.

 

En un principio este festival se hizo todos los años, pero a partir de 2004 comenzó a alternarse año por medio con el festival internacional de teatro para niños y jóvenes, que en 2012 tendrá otra edición. Auspiciados por la Subdirección de Artes Escénicas, dependiente de la secretaría de Cultura de la provincia, ambos son dirigidos desde hace ocho años por el actor y director Raúl Sansica, un inteligente artista que ha logrado con su equipo de colaboradores armar un festival que, en cada realización, se exhibe como una potente vidriera de la alta diversidad de poéticas que cruzan al teatro de la actualidad en el mundo y el propio país, un festival alejado de las tendencias a la page y centrado con rigor en la calidad de lo que se convoca.

 

Este encuentro teatral de 2011 fue una nueva demostración de esa madurez en la  elección de un programa amplio y rico en expresiones estéticas, en especial en la selección del espectro de espectáculos procedentes de otros países. Según, el balance final hecho por las autoridades del festival refleja que concurrieron a las distintas actividades llevadas a cabo en los diez días de duración de la muestra 50.540 espectadores, lo cual ratifica que este encuentro sigue teniendo una fuerte adhesión en el público de Córdoba. La fiesta de teatro reunió propuestas internacionales de Uruguay, Brasil, Chile, Bolivia, Suiza, Italia y España. El país estuvo representado por Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Chubut y la propia Córdoba que aportó siete espectáculos. Los trabajos pudieron verse tanto en salas oficiales como privadas, plazas, barrios, cárceles y distintas localidades de la provincia, entre ellas Alta Gracia, Cañada de Luque, Capilla del Monte, Carlos Paz, Dean Funes, General Levalle, Huinca Renancó, Jovita, Laboulaye, Morteros, Oliva, Oncativo, San Carlos Mina, San Francisco, San Marcos Sierra, Serrano y Tanti. En forma paralela al festival se implementaron varios talleres y seminarios en los que intervinieron dramaturgos y directores tan relevantes como Griselda Gambaro, Mauricio Kartun, Federico León, Alejandro Catalán y otros.
     
Los espectáculos

El lanzamiento del festival, previo a su inauguración oficial el 28, se dio los días 22, 23 y 24 de septiembre con la presentación del formidable grupo andaluz La Zaranda, que representó Nadie lo quiere creer, un sainete espectral en la línea de excelencia estética a que nos tiene acostumbrados la compañía. Un aperitivo de lujo que luego de degustado debió esperar tres jornadas más para que enlazara con la inauguración formal del encuentro, organizada por los murgueros del uruguayo Tabaré Cardozo, que en distintas plazas de la ciudad fueron lanzando con su espectáculo anuncios de la apertura del festival hasta terminar en el Viejo Mercado del Norte, una construcción de 1927. De ahí se pasó al Teatro Real en la que el público pudo disfrutar un espectáculo sobresaliente: Tesoro público, dirigido por talentosísmo creador cordobés Paco Giménez, de larga trayectoria en su provincia y Buenos Aires.

 

Por su irreverencia, por su potente teatralidad y la inteligencia crítica con que aborda los temas sobre los que giran sus espectáculos, Paco Giménez es desde hace muchos años una figura indiscutida de la escena nacional. No obstante, no había dirigido nunca al elenco oficial de su provincia, el del cincuentenario Teatro Real, sobre el que desde hace años, con razón o sin ella, pende la leyenda de una cierta solemnidad estética y una tendencia progresiva al aburguesamiento en su conducta artística. Sea como sea, frente a esa leyenda, la propuesta de Paco es como un golpe de timón de 180 grados, un giro radical hacia la absoluta libertad creativa, pero guiada por la mano firme del director. Unos fragmentos de Bertolt Brecht y Albert Camus obra como disparadores del espectáculo, como trampolines desde los cuales los 17 integrantes del elenco se lanzan sobre el espacio y el tiempo históricos del teatro –templo propicio para sacerdotes y bufones, dioses y pecadores y neuróticos institucionalizados, dice el programa- a fin de convertirlo en el entramado de una catarsis colectiva, de una maratón desopilante donde se unen el desenfado provocador, la mirada impugnadora de ciertas conductas de la institución y hasta la ironía burlona y lúcida sobre el propio trabajo. Más allá de las polémicas que generó, los críticos consideraron a Tesoro público como uno de los productos más logrados de la muestra.

Fuera de la grilla oficial, Paco Giménez y su compañía, La Cochera, ofrecieron a los invitados especiales al festival una función de La Fonda Patriootera, un espectáculo pensado en honor de un hipotético Tricentenario y en el que varios de sus excelentes actores –Chacha Alvarado, Veky Gómez,  Marcelo Castillo, Guillermo Wright, Graciela Duran y Alejandro Garabano- hacen desternillar al público con su extraordinario histrionismo y su lanzado humor cordobés. En la línea de los espectáculos locales, otro espectáculo muy destacado por su frescura y profundidad, según la unánime visión de los críticos que asistieron a la muestra, fue Derechos torcidos, una obra de Hugo Midón, en versión interpretada por niños de la Escuela Marta Juana González de Villa Libertador, Córdoba, y con dirección general de Rubén Segal. Es una obra que cuenta las peripecias, alegrías y aprendizajes de un grupo de niños en situación de riesgo social junto al responsable de su atención y cuidado. Otras dos producciones cordobesas que convencieron por su fina y teatral plasmación fueron Lopatológico -una historia de amor posesivo llevado al delirio, perteneciente al muy recordado Grupo Cirulaxia y actuada con virtuosismo por Elena Cerrada y Gastón Mori-, y Simulacro y fin, con dramaturgia y dirección de Maximiliano Gallo.

La selección internacional tuvo varios platos fuertes. Se podría decir que en ese ámbito, salvo algún detalle menor, no hubo fallas. Los primeros días de la muestra se impusieron netamente tres títulos. Una Kassandra del conjunto uruguayo Complot, en la que el autor franco-uruguayo Sergio Blanco hace una penetrante lectura del mito griego de Casandra, la sacerdotisa de Apolo que profetizó la guerra de Troya. En una recreación que permite ver esa leyenda en estos días y en un boliche contemporáneo, la pitonisa nos revela en el espejo del pasado las barbaries y estigmas de este tiempo, tan poblado de dolor y desasosiego. La intérprete, muy elogiada, fue Roxana Blanco, dirigida por Gabriel Calderón. Los otros dos espectáculos que maravillaron al público fueron Diciembre, del chileno Teatro en el Blanco, escrita y dirigida por el ya muy festejado Guillermo Calderón; y la Odisea propuesta por el Teatro de los Andes de Bolivia, con texto y dirección del reconocido César Brie. Diciembre ya había sido vista en el Festival Internacional de Buenos Aires deslumbrando al público. El fenómeno se repitió en Córdoba frente a esta puesta donde la sensibilidad artística del director y dramaturgo y su notable concepción teatral logran verdaderos prodigios a partir de una ficción política que desnuda los efectos que sobre la conciencia de las personas produce una guerra, pero por extensión podría ser cualquier tensión social en la que se quiere infundir el miedo, el silencio. Otro tanto, en cuanto a la calidad de su factura, con la reelaboración del poema de Homero que, en el paño de una historia que se teje y destje como la madeja de Penélope, nos habla de los desgarros y naufragios de un país como Bolivia que sueña con modificar su destino de sometimiento inmemorial.

Con considerable aceptación de los espectadores pasaron también otros tres títulos de la muestra internacional: Track, con texto y dirección de Cristina Castrillo, del grupo teatral suizo Delle Radice; Tenemos un problema, espectáculo compuesto por canciones interpretadas por el artista catalán Albert Plá, acompañado por el guitarrista Diego Cortés, y No Pirex, de la compañía Armatrux de Brasil, una suerte de pesadilla cómica abierta a la libre interpretación del público. No obstante, la frutilla en el postre de esta cabalgata internacional fue André y Dorine, del grupo español Kulunka Teatro. A través de una historia sencilla pero conmovedora –el deterioro en su relación que sufre una pareja de ancianos a partir de que ella es atacada por el mal de Alzheimer- produjo un unánime aplauso de los asistentes. Tres actores dotados de máscaras y sin más apoyo que el cuerpo como instrumento de lenguaje logran un milagro de expresividad y comprensión en la construcción de imágenes que por su nitidez provocarían la envidia de las mejores palabras. Espectáculo de entrañable humanismo y acariciante ternura, no apela en ningún momento a los golpes bajos y en más de un pasaje deja correr las brisas de un humor sutil que ahonda la empatía con los personajes.

El festival tuvo como cierre virtual la representación de El niño argentino, de Mauricio Kartun, por la compañía cordobesa Azul Teatro en coproducción con el Teatro Real. La versión de esta pieza en verso, dirigida por Omar Viale, no presentó en comparación con la que se vio en su estreno en Buenos Aires ninguna diferencia de real significación. Tuvo actuaciones igualmente excelentes e incluso respecto de su duración experimentó cierta síntesis que redundó a favor de su vigor. Otros espectáculos invitados al encuentro que despertaron el amplio beneplácito de la gente por la nobleza de su realización fueron: Amar, una movilizante exploración por las tierras movedizas del amor y el desamor, con texto y dirección de Alejandro Catalán, con seis actuaciones de muy fina construcción psicológica y una concepción lumínica y escenográfica de lujo; Nada del amor me produce envidia y El hueco –que vienen recorriendo con mucho éxito distintos festivales-; La familia argentina, de Alberto Ure y dirigida por Cristina Banegas; y Edipo Rey, dirigida por Edgardo Dib al frente de la Comedia de la Universidad del Litoral de Santa Fe, y otras. En síntesis, una fiesta teatral para recordar y desear que se reedite en igual o mejor nivel de sustancialidad poética.

                                                                                                        Alberto Catena, enviado especial

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